Peter se levantó temprano esta mañana. Tenía que pasarse por el concesionario para firmar unos cuantos papeles que Simone, su secretaria, había estado recopilando durante esta semana. Preparó unas tostadas y encendió su pantalla de 48″ para ver las noticias. Mientras se vestía, el presentador de la CNN narraba el proceso del estado contra Bradley Manning, juzgado a 35 años de cárcel (EN) por filtrar información confidencial a Al-Quaeda.
De camino a su puesto de trabajo, y aprovechando el viaje para llevar a su mujer a Liberty Road, dio a entender el poco sentido moral del condenado, capaz de anteponer el dinero a sus conciudadanos, y lo afortunados que eran por tener un sistema judicial justo. Sarah, republicana y profesora en uno de los colegios bilingües de la zona, le expuso lo que para ella era un claro caso de aviso para posibles futuras filtraciones. Pero Peter tenía bajo la manga varios datos inefables, como el uso de toda esa información para atentados de Al-Quaeda, el haber encontrado archivos sobre casos semejantes en la guarida de Osama Bin Laden y la importancia de llevar bien alta la bandera de tu país.
Su mujer, ante tal derroche de pruebas, afirmó vagamente, y el día transcurrió con normalidad, al igual que el día anterior y que el anterior…
La verdad a la luz
Lo que tenéis justo encima es una representación de la mentalidad americana (y en buena medida, de la mentalidad de la amplia mayoría de ciudadanos del primer mundo) ¿Qué he caído en generalizaciones? Pues sí, y mal hecho. Pero es una realidad, se mire por donde se mire.
Lo que está claro que en todo país hay un buen porcentaje de Peters y Sarahs, y todos tienen en común una cosa: Ninguno de ellos está hoy en las calles luchando por sus intereses.
Porque que nadie se llame a engaño. Bradley Manning, el soldado de las Fuerzas Armadas que filtró buena parte de los documentos de Wikileaks, fue condenado ayer a 35 años de cárcel. 35 años que podrían haber sido 90, pero parece que fue imposible (incluso con la inmensa capacidad de “engordar” pruebas de la fiscalía), de acusarle además de traidor, al no poderse demostrar que esos supuestos documentos fueron entregados a Al-Quaeda.
35 años por sacar a la luz las atrocidades y torturas con las que su gobierno golpeó en la guerra del petróleo (y digo guerra del petróleo, porque del supuesto uranio usado para bombas nucleares, y que era el motivo “principal” para invadir el país, no hubo ni rastro). 35 años por proteger la democracia. Esa democracia utópica que aún nos quieren vender como real.
Una condena dirigida al resto de posibles “espías” (me encanta que usen esta palabra para referirse a alguien que está actuando conforme la constitución dicta), porque al parecer, filtrar documentos que el pueblo llano debería desconocer de las burradas que hace su gobierno es tres veces más grave que torturar a personas en la Prisión de Abu Ghraib en Irak (Sargento Graner (EN)).
Porque hay que evitar otro escándalo como el de Watergate, no vaya a ser que nuestro querido Presidente tenga que dimitir y pedir perdón delante del país (porque tened claro que es el Presidente, y no puede ser juzgado).
Porque primero fue Bradley Manning, pero ahora tenemos a Assange y a Snowden, personas que en su momento decidieron anteponer el bien común a su propia vida, dejando todo atrás, sabedores que iban a ser axfisiados hasta la extremaunción por un sistema corructo, que dicta y ejecuta las normas, y que a cada paso, recuerda más a un gobierno dictatorial que a otro demócrata.
No interesa la figura de los Whistleblower. Es el cáncer de la sociedad, y hay que erradicarla con miedo. La sociedad del bienestar se tambalea. El capitalismo se tambalea sino se cierran bocas. Porque para el estado, interesan más los Peters y las Sarahs, los corderitos que siguen su vida plácidamente pastando. Hay que luchar contra la transparencia (al menos contra la real). Hay que crear un ecosistema rígido, una cápsula de control, y hacer creer que el pueblo tiene el poder. Porque en verdad lo tiene, pero no interesa que lo usen.