Leía estos días que Google había sacado una aplicación llamada Accesssibility Scanner (EN) que se encargar de comprobar en qué cuantía el resto de aplicaciones instaladas en nuestros dispositivos son en efecto accesibles.
Generalmente, en esta página hablo de accesibilidad como la facilidad que tiene un usuario medio a la hora consumir el contenido de un espacio digital. Accesibilidad que afecta al propio servicio, pero también al sistema operativo y al hardware:
- Para disfrutar de los beneficios que la red nos otorga, necesitamos una conexión a internet. Una red que sea como mínimo lo suficientemente potente como para mantener un flujo de paquetes constante entre emisor y receptor.
- También precisamos de un dispositivo con capacidad de conectividad y tecnología suficiente como para poder procesar la información que le llega desde internet. Esto englobaría el propio sistema operativo, pero también el navegador en el caso de páginas webs, y las bibliotecas y extensiones necesarias para entender y mostrar adecuadamente las piezas de código que nos llegarán en esos paquetes.
- Y en última instancia, la accesibilidad también depende de los conocimientos y aptitudes que el propio usuario tenga sobre el tercer entorno. De nada sirve tener la mejor infraestructura, el mejor hardware y las últimas tecnologías, si la persona que lo va a utilizar no comprende la idiosincracia de un navegador, de la navegación por menús de una aplicación y/o la manera de consumir información en esa pantalla, utilizando para ello los canales de interacción que competan al dispositivo (¿teclado/ratón, mando, pantalla táctil, voz?).
Estas tres capas nos afectan a cada uno de nosotros, y en la mayoría de los casos, sobre todo en países desarrollados, suelen estar como mínimo cubiertas.
Sin embargo, generalmente obviamos que hay un porcentaje de la sociedad que además de enfrentarse a esta realidad, debe hacerlo en desigualdad de oportunidades. A todos se nos viene a la mente personas con algún problema severo sensitivo, pero lo cierto es que en sociedades como la española, con un porcentaje de personas de la tercera edad sensiblemente mayor que la media, la cantidad de usuarios con alguna deficiencia sensitiva, aunque sea leve, es cada vez mayor.
Y precisamente de eso va también la accesibilidad. De hacer accesible el contenido no solo para el usuario tipo, sino también para esas minorías que en suma quizás ya no representen un número tan pequeño como a priori considerábamos.
Un verdadero soplo de humildad para la industria
El proyecto de Google me recordó a uno que hace unos meses me encargaron unas compañeras. Estas chicas estaban lanzando un programa de moda inclusiva, y necesitaban de un soporte digital (véase, una web) donde recoger sus trabajos, que sirviera a la vez de punto de encuentro para sus potenciales clientes.
No era la primera web que participaba en el desarrollo de un producto en el que la accesibilidad era un punto a cubrir, pero sí era el primero en el que la accesibilidad era sencilla y llanamente el pilar que sustentaba el resto de ideas a materializar.
Cabría esperar que el porcentaje de usuarios que llegara a esa página con algún tipo de problema era sensiblemente más alto que el de la media, hasta el punto de tener que dirigir todo el proyecto bajo criterios estrictos de usabilidad, y que ello no supusiera un impedimento a la hora de diseñar una web amigable visualmente (a fin de cuentas, hablamos del sector de la moda).
Y es curioso tener que enfrentarse a una problemática semejante en un escenario como el actual, donde el desarrollo viene condicionado por frameworks y plataformas que no siempre han considerado la accesibilidad como base a la hora de mantener vivo el producto. Que quizás en ese primer estudio todo cumpliera con los estándares de la industria, pero conforme se van parcheando y parcheando actualizaciones, la cosa se complica.
Nos decantamos, en este caso, por WordPress, que como bien sabe, es lo suficientemente flexible como para que si el propio núcleo no cuenta con alguna consideración específica, haya algún tipo de extensión que pueda cubrirla, y de ahí fuimos buscando aquellos elementos (plantillas, plugins) que cubrieran con relativo acierto las reglas de la W3C sobre accesibilidad (EN) sin que por ello mermara la usabilidad y un diseño adecuado al sector que representaba.
¿El resultado? Una búsqueda que nos llevó bastante más de la cuenta, pero que se tradujo en un proyecto en el que creo hemos quedado todos bastante conformes. Encontramos afortunadamente una comunidad de desarrolladores de temas norteamericana que sí establecían un nivel adecuado de accesibilidad, y a partir de ahí, después del estudio (y tirón de orejas) de otro compañero de profesión especializado en este tipo de casuísticas (él mismo es invidente), creo que hemos materializado la idea inicial en su justo equilibrio.
Hubo que retocar parte del código, claro está, pero la mayoría de errores venían más motivados por la falta de un árbol de navegación adecuado (falta de etiquetas de títulos, por ejemplo) y la necesidad de ser más descriptivos en los textos que acompañaban las imágenes, que por criterios puramente de desarrollo.
Fue, a fin de cuentas, un verdadero soplo de humildad, que englobaba a toda esa industria que durante años ha crecido fijando la accesibilidad en el usuario tipo y no en el resto de usuarios.
Accesibilidad y democratización tecnológica
En todo caso, no me sorprende un ápice que Twitter haya anunciado hace unas horas que podremos incluir texto alternativo en las imágenes (EN) compartidas en su red, y que en el diseño de un producto de hardware como son la mayoría de gafas de realidad virtual del mercado, se haya considerado, en la medida de lo posible, incluir opciones (ES) para aquellos que como un servidor tienen algún grado de miopía, hipermetropía y/o astigmatismo.
Son pequeños pasos que generalmente obviamos, pero que de verdad son críticos para acercar las nuevas tecnologías a ese otro porcentaje de la sociedad excluido forzosamente del avance tecnológico.
Si de verdad queremos que la tecnología democratice el acceso a la información, que sea una vía de descubrimiento y acercamiento a esa aún hoy utópica fotografía de una sociedad de abundancia, no debemos obviar la accesibilidad de los menos favorecidos.
Y la cosa no pasa únicamente por lanzar routers en globos y ofrecer acceso a internet gratuito, sino por hacer un verdadero ejercicio de humildad en toda la industria, y que esas nuevas tecnologías, sean del tipo que sean, consideren en su ciclo de desarrollo las necesidades de todos los usuarios, con las limitaciones que ello conlleva, asegurándose de ser compatibles con las herramientas que este porcentaje de la sociedad precisa para disfrutarlas.