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La electrónica de consumo ha tenido históricamente una guerra continua con el sector de la moda y el lujo.

Ya en los años 90, Nokia empezó a lanzar productos bajo el sello Vertu. Móviles con especificaciones corrientes pero con acabados y materiales premium (oro, platino y compañía), precios astronómicos, dirigidos a un sector de la sociedad donde lo que importa no es la tecnología sino las apariencias, la búsqueda de la exclusividad.

Apple no ha sido ajena a esta evolución. En 2010 eliminó la palabra “ordenador” de su vocabulario. Sus “ordenadores” eran iMacs, eran MacBooks. No tenía entonces reproductores de mp3, tenía iPods. Sus smartphones no son smarphones, son iPhones. Tampoco hace tablets, hace iPads. Y desde hoy, no vende smartwatches, vende Watches.

Decía Keith Wilcox, profesor adjunto de marketing en la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia:

“No hay una historia que explique por qué el reloj tiene que ser caro”.

Y al pobre Keith Wilcox se le olvidó, como a la mayoría de los mortales cuya cuenta bancaria no suele tener más de cuatro dígitos, que hay un reducido porcentaje de consumidores que no compran tecnología por la tecnología, sino por el sentimiento aspiracional del producto.

Una persona se compra un reloj de lujo porque la posesión de uno de estos relojes te permite formar parte de un grupo específico, donde el dinero en sí pierde su valor frente a la opinión del resto de miembros.


De poco va a importar que un reloj de lujo italiano, suizo, dure toda una vida, y un Apple Watch tenga a lo sumo cuatro o cinco años de uso. La obsolescencia programada puede importarle a la chusma como usted y como yo (perdone, sabe que no lo hago a mala fe), que para alguien que tiene 10ks para comprarse un Watch, tendrá otros 10 o 15ks para comprarse la nueva versión en un par de años.

Un usuario de un iPhone 6 se compra una funda de Gresso (EN) (entre 1k y 10ks) no porque proteja más el terminal, sino por la pertenencia a un grupo. La funda, como el resto de accesorios, no cumple el objetivo principal para la que fue creada. Simplemente te abre o cierra puertas en según qué colectivo quieras moverte.

Brikk (EN), una popular joyería con centros de distribución en EEUU, Alemania y Hong Kong, cambia la carcasa de nuestros iPhones a otra de oro, platino y diamantes. ¿El precio? Entre los 4,5ks y 9ks. Y de paso pierde la garantía. Pero da lo mismo, porque si usted, poseedor de un flamante Brikk de oro, platino y diamantes, decide irse a una App Store específica, el genius que le atiende (si no es que llaman directamente al responsable, que NO irá vestido con camiseta azul), le dirá gentilmente dónde pueden arreglarle el terminal.

Apple no se hace cargo de esta garantía,… pero casualmente algún partner de la zona lo hará.

El resultado final es un trato especial, individualizado, justo lo que buscaría un futuro comprador de esos nuevos Watch de más de 10ks.

A Apple siempre se le criticó que su negocio vivía del marketing

Pues prepárese para conocer la Apple de los próximos años.

¿Qué papel juegan los Watch Edition en el mercado de la electrónica de consumo? El mismo que el Watch Sport de 300 dólares. La Corona Digital (todo un acierto bajo mi humilde opinión), el hecho de enviar formas como notificaciones a conocidos (que previsiblemente jugará el papel del zumbido del Messenger o los “toques” de la época pre-smartphone) y el mimo que previsiblemente han puesto en todos y cada uno de los elementos (hardware/software) como principales bazas del sistema, que en el resto es básicamente igual que la propuesta de Android.


¿Qué papel juegan los Watch Edition para Apple? Lo son todo. El comienzo de la diferenciación que hará pasar a una Apple de la élite de un mercado como es la electrónica de consumo, a la élite de un mercado como el de la moda y el lujo.

A fin de cuentas, márgenes muchísimo más amplios (sí, todavía más), y necesidad de ofrecer personalización a un producto que, lamentablemente para los de Cupertino, se produce en serie.

De ahí que ahora el Watch llegue con mil y un correas y mil y un precios distintos. De ahí que el iPhone ya no sea un solo terminal, sino el mismo con distintos colores. De ahí que los nuevos portátiles (perdón, MacBooks) de la compañía tengan varios modelos donde elegir.

Apple apuesta con toda su inmensa operativa, con toda su inmensa tracción, para enfocarse a ese mercado del lujo que hasta ahora se les escapaba (lo cubrían terceros).

Y en este caso no venderá como churros esos Watch Edition (los regalará, de hecho, a famosetes y celebrities para crear aún más buzz), pero sí jugarán un papel fundamental en el sentimiento aspiracional de sus usuarios habituales, que previsiblemente verán con buenos ojos comprarse un par de correas más caras (“no podré comprarme un Watch Edition, pero sí una correa que vale incluso más que mi Watch”) y evitará que terceros hagan negocio con el mercado que quiere abrir.

Expectativas, nuevamente.Engaña-bobos” para los que no pertenecemos a ese reducido grupo, para los que valoramos la tecnología por lo que ofrece. Pero un éxito asegurado para la compañía más valiosa de la historia.


¿Lo próximo? El sector automovilístico. El iCar, o como diablos lo acaben llamando (porque Apple no diseña “coches”, recuerde…). Y que llegará con algún modelo con precios prohibitivos, en acabados premium, para arañar, nuevamente, el mercado de la moda y el lujo.

La nueva Apple es la Apple de siempre, pero en el sitio que se merece. Una marca de productos de lujo, que también hará tecnología para el populacho.

Más cara que el resto, porque con Apple pagarás ya no solo diseño, ya no solo reinvención, ya no solo tecnologías propietario, ya no solo una capacidad de lobby sin precendentes, sino también lujo y moda.