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Escribo estas palabras desde Varadero, a tres días desde que se anunciara la muerte del histórico Comandante (ES), pero usted leerá esta pieza de jueves, tan pronto vuelva a España y me recupere del jet lag.

Incluso me permitiré el derecho de maquetarla como se merece, más allá de lo que me permite el Word, adobándola con alguna que otra instantánea de las múltiples que atesoro en mi cámara.

La razón es obvia: Prefiero dedicar el poco tiempo que me queda en esta isla para disfrutar de la experiencia que para pelearme con las banalidades de la Red.

Llevo ya una semana por estos lares, y creo que cualquiera que haya vivido la Cuba estará conmigo cuando digo que lo mejor que puede darnos esta tierra son sus gentes. Y no tengo claro si es debido al clima, al paraíso donde viven, a la fuerza de voluntad y temple que demuestran, o quizás a ese aislamiento que llevan sufriendo varias décadas.

Aquí a Fidel se le idolatra. No todos, por supuesto, pero sí la mayoría. Tanto como para que ayer una de las camareras me asegurara que la nube que por la mañana estaba descargando sobre las amacas de los turistas “era la Naturaleza llorando la partida física de nuestro querídisimo líder”.

Los cinco canales de televisión que tienen en Cuba, así como el resto de canales de Sudamérica a los que tengo acceso desde la habitación del resort, se vanaglorian de ensalzar la figura de un hombre, que, recordemos, es sinónimo de la lucha de clases. En Miami, el mayor núcleo de cubanos fuera de la isla, sin embargo, lo celebraban por todo lo alto.

Ni lo uno, ni lo otro, diría.


Y eso que cuesta no dejarse llevar por la prosa revolucionaria, máxime para alguien que como un servidor además de joven viene también de familia humilde.

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El control valor de la información

Decía Fidel en el libro “Soldado de las ideas. Tecnologías y medios de comunicación”, que he estado ojeando estos días:

“La independencia no es una bandera, o un himno, o un escudo; la independencia no es una cuestión de símbolos, la independencia depende de la tecnología, depende de la ciencia en el mundo de hoy. ¿Cómo podemos alcanzar eso sin educación? ¿Cómo podemos manejar las máquinas modernas sin educación, hoy que casi todo se resuelve a través de la electrónica y la computación? En la era de estas técnicas, ¿cómo poder ser libres manteniéndonos analfabetos, si no empezamos por la educación?”.

Son, como la mayoría de grandes frases atribuidas al Comandante, sentencias de las que resulta muy complicado no hacerse eco. Una Cuba revolucionaria. Una Cuba no racista. Una Cuba de iguales, que antepone al pueblo por delante de cualquier otro interés.

Pero la realidad cubana, inclusive vista a ojos de un socialista, es difícilmente defendible.

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Toda Cuba cuenta con acceso a la red, por supuesto. Pero ¿a qué precio?

Las tarjetas que nos permiten conectarnos a las limitadas redes WiFi del país cuestan 2 CUC (unos 2,2 euros al cambio), y solo dan conectividad para una hora. Y además se acaban rápidamente en los puestos oficiales, teniendo entonces que comprarlas a alguno de los múltiples re-vendedores callejeros, o si acaso, en las recepciones de los hoteles, donde me han llegado a pedir hasta 5 CUC por cada una.

Y aquí viene lo feo: una limpiadora cobra alrededor de 20-40 CUC al mes (en su otra moneda, que conste). Un médico: unos 100-200. Y con eso hay que pagar los gastos del mes, ya sabe. Un precio demasiado alto, que conlleva que Cuba sea hoy en día uno de los países con la tasa de penetración de Internet más baja de América Latina (ES/25,7% de ciudadanos, con tan solo un 5% que cuentan con conectividad propia).

Y sí, la Cuba socialista da a todos qué llevarse a la boca. Un trozo de pan al día y algo de carne a la semana. Lo que diga la tarjeta de racionamiento a la que todos los cubanos tienen acceso, y bajo un precio subvencionado por el régimen. Es una gran ayuda, pero es insuficiente. Quizás para algunas familias el arroz les sobre, pero ¿y los frijoles? ¿y la leche? Ahí entra el intercambio y uno de los grandes problemas de la Cuba que nos ha dejado Fidel: la mayoría de sus habitantes no cubren las necesidades básicas.

No me refiero únicamente al alimento, sino también al alojamiento o incluso a los precios de productos tan necesarios como la ropa. El país está falto de infraestructuras, lo que obliga lamentablemente a la mayoría de cubanos a vivir hacinados con sus familiares. Que unas zapatillas lleguen a costar más que el salario mensual de un trabajador no debería ser algo normal.

Se defendía uno de los chicos con los que estos días tuve el placer de hablar haciendo hincapié en el papel que ha jugado el bloqueo estadounidense, y no dudo que el pobre hombre tenga más razón que un santo.

Porque la culpa de que Cuba esté donde está ahora mismo no solo la tiene Fidel y los suyos, sino en definitiva una muy nutrida red de causa-efecto que difícilmente vamos a poder tratar en profundidad en este ensayo. Sobra decir que antes la URSS, ahora EEUU, ha tenido y tiene interés en uno de los puertos más importantes del mundo. A un lado, Norteamérica, al otro Sudamérica, un poco más allá Europa y África. Que el gobierno de Batista (de dónde venían) no era precisamente un gobierno ejemplar. Y que la realidad, como bien sabe, se presta a interpretaciones de la más diversa índole, que tan pronto juegan a favor del régimen, como justo en contra.


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Revolu-Gestión

La historia de Cuba es, como decía, la historia del éxito de una Revolución… llevada a cabo por los perdedores ideológicos de la época.

Y aun así, no puedo más que aplaudir la cercanía y tenacidad de un pueblo que lo ha pasado muy mal, y que esperemos poco a poco vaya a mejor. Todo apunta hacia ello: la emisión de más visados para que los cubanos puedan salir fuera de su país, la promesa del fin del bloqueo prometido por Obama, la limitación a máximo dos mandatos que sacará del poder en 2018 a Raúl, la congelación temporal de la pena de muerte, todo ello unido a los puntos fuertes con los que ya cuentan, como su sistema educativo y el sanitario.

Porque el problema de Cuba no es la Revolución ni el comunismo. Ni siquiera la figura de su Comandante, pese a que como muchos otros antes, haya sido mejor guerrillero que gestor.

El problema de Cuba es el de haber sacado adelante un sistema que está fuera de los estándares del resto del mundo globalizado. Con todo lo que ello supone. Una guerra económica, pero sobre todo ideológica, que resulta molesta tanto para unos como para otros.

Y su fortaleza reside precisamente en esa capacidad de lucha y constancia que tiene el pueblo. Unos hermanos de los cuales no puedo sentir más que respeto y orgullo. A los que sin lugar a duda llevaré hoy más que nunca en mi corazón.

 

P.D.: Sobra decir que debe tomarse este ensayo como lo que es. Un acercamiento humilde, vago y sincero de quien lo escribe. Ni muchísimo menos quiero sentar cátedra al respecto, máxime siendo consciente de que en apenas mil trecientas palabras no se puede sintetizar con la suficiente profundidad un tema con tantísimas aristas y recovecos como lo es el que nos compete. Para eso, de hecho, están los comentarios :).

P.D.2: Por si algún cubano me ha aguantado hasta el final, que sepa que bajo la cuenta de Nauta (el servicio de WiFi pública del país) 161009812373 – 1619 5163 4314 deberían quedar unos cuantos minutos extra de conectividad que no he consumido. Caducará el 27 de diciembre, por cierto.