Lo comentábamos hoy en la newsletter pública: Alberto Garzón, ministro de consumo de España, anunciaba la semana pasada sumarse a la propuesta de la UE por obligar a las compañías que vendan productos de electrónica a mostrar en la web y en el packaging del producto el llamado “índice de reparabilidad”, un nuevo sello como el que puedes ver en la foto que encabeza este artículo que viene a definir lo fácil o difícil que le resultará al usuario arreglar ese producto cuando alguna de sus partes falle.
La propuesta, como decía, viene de la mano de la Unión Europea (también hablamos de ello en su día en la newsletter), y de hecho Francia ha sido el primer país en impulsarlo, algo que entró en funcionamiento a finales del año pasado.
La idea detrás de este nuevo sello es, por razones obvias, hacer público el nivel de obsolescencia y huella ecológica de unos productos que precisamente son garantes de una gran obsolescencia y huella ecológica.
Por mucho que las empresas que los venden se vanaglorien de todos los avances en reducción de gases invernadero en su producción, y en ser lo más ecofriendly posible, lo cierto es que buena parte de los componentes que conforman un smartphone o un ordenador, pese a en efecto poder ser reciclados con bastante solvencia, en la práctica apenas se hace.
Y ojo, que un servidor es el primero que no puede tirar la piedra. Cambio de smartphone cada año prácticamente (con el actual curiosamente llevo ya un par de años), conforme sale alguna versión nueva y por eso de volver a tener una batería en condiciones.
Perfectamente podría cambiarle solo la batería (es raro que mis teléfonos al año presenten algún problema más) y seguir con él bastante más tiempo….
Pero voy al lío, que me disperso.
Analizando el índice de reparabilidad
Por lo que sabemos hasta ahora, el índice de reparabilidad de España será prácticamente igual que el que ya está operando en Francia.
Estamos por tanto ante una numeración que va desde el 0 hasta el 10, siendo el 10 un producto perfecto (cualquiera en casa puede fácilmente repararlo) y un 0 justo lo contrario.
El problema a mi forma de entender no viene tanto por esto (que también, como explicaré al final), sino por la manera que hay de calcular ese índice de reparabilidad.
Básicamente, el número viene dado por la puntuación que obtiene cada producto en cinco grandes categorías (entre 0 y 100) dividido entre 10, que a su vez están formadas por otras subcategorías. A saber:
- Documentación
- Facilidad para el desmontaje
- Disponibilidad de piezas de recambio
- Precio de las piezas de recambio
- Extras: Cosas como la capacidad de reinicio de software, el soporte técnico que ofrece la compañía, etc.
¿Dónde le veo el problema?
Pues que al menos para un servidor un producto muy “reparable” sería aquel que principalmente facilitase el desmontaje, no tuviera problemas de disponibilidad de piezas, y además tanto el proceso como las piezas tuvieran un precio asequible.
Sin embargo, un 40% de esa nota final depende de otros criterios bastante más cuestionables.
Algo que vemos muy reflejado en los productos de la manzanita.
Basta revisar la web francesa de Apple para ver que, por ejemplo, todos los iPhones de última hornada tienen una puntuación de 6. Una puntuación que viene muy marcada por los 10s que tienen en varios apartados de esa última categoría, pese a que suspenden exageradamente en la segunda, tercera y cuarta. En las importantes, vaya.
Que me digas que el iPhone 12 es un producto con un índice de reparabilidad bueno (6 sobre 10), cuando el que se te rompa algo tan común como una pantalla tranquilamente puede suponer alrededor de 350 euros y la obligatoriedad tácita de dejar el móvil unos días en un proveedor oficial, pues oye, me cuesta verlo.
Obviando el hecho de que dependes casi en exclusiva del soporte oficial de Apple. Los productos de Cupertino (y de cada vez más fabricantes, ojo) han ido paulatinamente complicando la manera ya no de reparar sus dispositivos, sino incluso de poder abrirlos, requiriendo herramientas propietarias que, nuevamente, son difíciles de conseguir y/o son considerablemente caras.
A esto júntale que al menos en Francia, y en la web de Apple, el sello de reparabilidad solo aparece en el proceso final de compra y bien oculto casi al final de esa página.
Desconozco si el criterio a seguir en España será más o menos laxo con ello (no me ha quedado claro a la hora de escribir este artículo si las compañías estarán obligadas simplemente a mostrar el sello en la página de producto o a que éste esté visible en X porcentaje superior de la página, que sería lo suyo), pero tal y como está ahora como que mucha información no da (para cuando llegas a él, si es que llegas, probablemente ya hayas tomado una decisión).
Leía el otro día por Twitter algunas críticas a esta decisión, a la que habría que sumar las propuestas de algunos usuarios que me parecen bastante más acertadas.
A la vista de que ese número del 0 al 10 como que tampoco nos da una idea muy clara de la reparabilidad real del producto, ¿no hubiera estado mejor una comparativa de dificultad en algunas de las categorías principales de recambios que este tipo de productos necesita?
Le vería mucho más sentido el conocer, por ejemplo, cuánto cuesta (en dificultad si no quieren meterse en tema económico) reparar la ya citada pantalla, o cuánto me costará cambiar de batería (las dos principales razones para necesitar una reparación) dejando una tercera más genérica, que simplemente tener ese número de 0 a 10 global, del que un 40% (documentación y extras) no impacta tan directamente en la necesidad de reparabilidad.
En fin, que tampoco quiero hacer vinagre con la medida. Por supuesto mejor esto que nada.
Simplemente constatar que me resultaría extraño que este nuevo índice realmente tuviera un impacto significativo en la decisión de compra de la mayor parte de usuarios. Ya no solo porque llega tarde (quien más quien menos ya le es fiel a uno u otro ecosistema), sino porque además no creo que refleje realmente lo que el usuario esperaría encontrar de un sello de reparabilidad.
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Es cierto Pablo que en principio es una buena idea, pero esos números sueltos sin saber cómo se calculan, parecieran tener más un impacto de márketing que otra cosa (tal como explicas en el ejemplo del Iphone).
Siento que lo mismo sucede con el índice de eficiencia energética al cual hace algunos años le fueron añadiendo más escalones ( A, A+, A+++) y que aunque sirve para comparar productos a simple vista, pienso que: que un producto sea categoría A+++ no significa que necesariamente sea má amigable con el medio ambiente. Me explico: tengo en casa un ventilador de pie de quizás la década del 70 u 80 cuya empresa que los fabricaba ya no existe y tal vez hoy entraría en la categoría C o D de eficiencia energética; pero es que a pesar de tener más de treinta años, hoy sigue funcionando como el primer día. Sí, es menos eficiente pero ¿cuánta energía consume el tener que fabricar y distribuir un ventilador clase A+ al que hay que cambiar cada dos años porque se rompe y no se consiguen repuestos por estar descatalogado?
Lo mismo pienso en el caso de los smartphones. Me molesta mucho que tengamos que cambiar obligadamente de teléfono porque la empresa que lo fabrica no da soporte a más de 2 años y aunque el aparato funcione muy bien, hay riesgos en cuanto a la actualización del software (Hola Samsung!) Si no quieren brindar soporte está bien, pero al menos permitan que los usuarios puedan manipularlos (me refiero específicamente en este caso a que liberen el firmware)
Saludos desde Argentina.
Muy buen aporte Joaquín. Totalmente de acuerdo.
Aunque por otro lado entiendo que sea complicado simplificar todo esto en un solo número. Que en la necesaria simplificación estamos obviando mucha de la complejidad, ya no solo de la reparabilidad en sí, sino como bien dices también del impacto que tienen las políticas de actualizaciones, y que en esencia reducen el ciclo de vida de un producto tecnológico…