Es un tema, el de la aspiraciones laborales, del que estuvimos hablando de pasada la semana anterior por el grupo privado de Telegram que tenemos con los mecenas.
El coste de vida ha subido de forma bestial desde (principalmente) la crisis del coronavirus. Y ahora, con el tema de Rusia y Ucrania, se está poniendo aún peor.
Por eso me sorprendía cuando el otro día, con uno de los colaboradores que tenemos en la empresa, me encontraba con que tras haberle conseguido un nuevo cliente, todo eran problemas:
- Su precio (el de su servicio) había subido en apneas unos meses al triple.
- Además, quería que se firmase un contrato por el que el cliente tendría que pagar más (una traba absurda, a mi modo de ver, para facturar un extra).
Como les comentaba, parecía sinceramente que este proveedor no quería más trabajo. O al menos es como yo lo he entendido, quitándolo automáticamente de los colaboradores recomendados.
La cuestión, y es aquí donde quiero llegar, que las épocas a priori poco halagüeñas a nivel económico, como es la actual, son también las que fuerzan los cambios.
Algo de lo que hablaban estos días en el “Estudio económico sobre las aspiraciones y temores profesionales de la población española” (ES), un informe creado por el proveedor de hosting IONOS mediante entrevistas a 500 personas (mitad hombres, mitad mujeres) entre 20 y 50 años.
El trabajo en España
En él veo que hacen hincapié en cómo en España, como ya ocurriera en otros países habitualmente más estudiados como es el caso de EEUU, la crisis del coronavirus ha hecho que muchos trabajadores se cuestionen si el trabajo que tienen es compatible con el estilo de vida que quieran llevar.
La Gran Renuncia, como lo han llamado los medios, no es más que un fiel reflejo de una situación generalizada de hastío, que el estudio calcula en nada menos que un tercio de todos los encuestados.
Algo falla, sinceramente, cuando un 32% de los trabajadores (el trozo de pastel amarillo de la imagen superior) no se encuentran felices haciendo algo que, recordemos, de media, nos ocupa la mayor parte del tiempo diario adulto.
Entre las razones, hay algunos percentiles que claramente son los más afectados.
¿Que de cuáles hablo?
Pues de los jóvenes, donde ese 32% general asciende a nada menos que el 45%. Casi uno de cada dos trabajadores entre 20 y 29 años no está feliz con su puesto de trabajo, principalmente por la enorme inestabilidad laboral que existe, y por el telón de esas cifras de desempleo juvenil que azotan a nuestro país (según el INE, el 33% de los jóvenes entre 20 y 25 años estaba en paro en 2021).
¿Otro motivo de insatisfacción?
Pues el principal, como te habrás imaginado, es la falta de salarios altos. Algo que precisamente en épocas de inflación y conflictos de ámbito global, como la actual, se hace aún más patente.
Según el INE de 2021 (ES), el salario medio bruto anual estaba en 24.395,98€, es decir, 14 pagas de 1.742,57€.
Pero claro, si lo miramos por edades, realmente este salario solo lo tienen, de media, aquellos mayores de 40 años.
Si nos vamos a los jóvenes, dependiendo dónde pongamos el límite, nos encontramos que la media bruta oscila entre los 12ks de los 20 a los 24 años, y los casi 18ks de los 25 a los 29.
Y fíjate que hablamos de salarios medios, no medianos, por lo que es normal que la cifra mágica de los 24ks esté fuertemente condicionada por una escalera de edad claramente des-balanceada hacia los adultos y los pensionistas, y también distorsionada por los sueldos estratosféricos de una pequeña élite económica.
A esto júntale que, al parecer, y por curioso que parezca, los únicos que consideran más importante la búsqueda de sus aspiraciones profesionales son, precisamente, los que ya trabajan por cuenta propia, y los cada vez menores alicientes del empresario para contratar nuevo personal (carga impositiva cada vez mayor, subidas de los costes de contratación y también de los gastos mensuales para ser autónomo societario…), para cerrar el círculo.
La solución es el autoempleo
O, al menos, es hacia donde apuntan los encuestados.
El 57% de ellos consideran que los emprendedores son, de media, más felices.
Un servidor, sin embargo, tiene sentimientos encontrados con esta afirmación.
- Por un lado, es cierto que emprender puede ser muy emocionante, y además acabar siendo mucho más lucrativo que el trabajo por cuenta propia.
- Pero por otro, temo ese escenario en el que muchos trabajadores por cuenta ajena sean empujados a emprender no porque realmente quieran (y sepan dónde se meten), sino porque parece la única manera de conseguir llevar algo de dinero a casa.
La realidad, y esto ya lo digo a título personal, es que emprender es una mierda, pero lo mejor que he hecho en mi vida.
También es cierto que ahora mismo estoy escribiendo este artículo a las 21:30 de la noche después de un día que ha pasado en un santiamén peleándome con problemas con varios proveedores, respondiendo emails, mandando presupuestos, y organizando el papeleo fiscal para que el gestor haga su trabajo.
Es decir, haciendo trabajo que NO me gusta, pero que tengo que hacer por ser empresario.
Y que aunque llevo los cascos puestos con música de fondo, estoy oyendo a mi pareja, también emprendedora, cómo en el despacho de al lado está grabando contenido para alimentar los perfiles de su escuela.
¿A qué voy con todo esto?
Pues que en efecto emprender puede ser una gran opción laboral.
Para mi, y para muchos, lo ha sido.
Pero creo que un porcentaje significativo de ese 57% de los encuestados cree esto, sinceramente, porque nunca ha emprendido.
De todos los encuestados, un 55,6% quiere hacerse autónomo porque ve mejores posibilidades salariales, y aquí entra de nuevo un problema de conocimiento terrible.
- Un trabajador por cuenta ajena que tenga una nómina de 2.000 euros mensuales, es alguien afortunado.
- Un autónomo que FACTURE 2.000 euros mensuales, en la mayoría de los casos MALVIVE.
Los 2.000 euros son exactamente iguales en uno y otro caso.
La diferencia es que esos 2.000 en nómina que le llegan al trabajador por cuenta ajena hay que descontarle, únicamente, el IRPF que el trabajador quiera o esté obligado a poner. Es decir, que realmente estará ganando alrededor de, pongamos, 1.500€ limpios para sus gastos.
Sin embargo, de los 2.000 € que factura el autónomo, hay que descontarle, para empezar, el 21% de IVA (420€), y después el coste de ser autónomo, que si tienes tarifa plana estará entre 50 y 300€, y si no, será de más de 350€ al mes. Pero no contentos con esto, también hay que quitarle como a cualquier otro trabajador el IRPF (esto igual que a un trabajador por cuenta ajena, así que pongamos unos 400€ para ser comedidos), pagar los gastos de productos o servicios necesarios para realizar su trabajo (dependerá del tipo de trabajo, pero imaginando que estamos ante un negocio digital con gastos muy reducidos, pon otros 300€ entre luz/telefonía/Internet y herramientas informáticas, ordenador y móvil incluido y prorrateado por sus dos o tres años de vida), y tener en cuenta que lo que quede es a dividir entre beneficio real para el trabajador, y beneficio para la empresa, que muy probablemente tenga que reinvertir para hacer que su negocio crezca. Fíjate que, de esos 2.000 euros iniciales, tenemos a repartir entre el negocio y él “limpios” apenas 600€ al mes. Y esto a repartir entre el negocio en sí, que requerirá seguramente trabajos de publicidad para crecer, y el poner un plato en la mesa para comer al autónomo, a poder ser dos veces al día.
Eso sin olvidar los planes que tiene el gobierno para hacer pagar a los autónomos según su facturación (que no su beneficio, para más cachondeo…), y que podría llegar a suponer que algunos pasemos a pagar de los 390€ que pagamos actualmente por ser autónomos societarios, a los cerca de 1.300€ que esperan que paguemos.
Y sin olvidar que el pago a la seguridad social se hace cada mes tengas o no beneficio. Es decir, que si un mes no facturas, igualmente lo pagas, lo que hace que, en efecto, muchos autónomos tengamos algunos meses al año que ya no es que no ganemos, sino que perdemos poder adquisitivo.
Recalco: Un autónomo tiene que facturar muchísimo más que lo que gana en nómina un trabajador por cuenta ajena para que, en efecto, gane más dinero. Y este número será cada vez mayor, a la vista de los objetivos del gobierno por recaudar más para las arcas públicas.
En fin, que no seré yo quien eche pestes del autoempleo. He probado ambos mundos y para mi estilo de vida tengo claro que este es el camino a seguir.
Pero con estas palabras quiero dejar claro que entraña también sus riesgos, y que a la hora de decidirse por uno u otro camino, es importante que entendamos qué supone, por eso de que las aspiraciones no nos nublen de tomar la decisión adecuada.
Nos ha tocado vivir un ciclo económico complejo, y esto es un problema, y a la vez una oportunidad para todos nosotros.
No es casualidad, por tanto, que los mayores avances de la sociedad hayan ocurrido en épocas de crisis.
Crisis que, por cierto, son puramente estructurales y cíclicas, lo que quiere decir que más temprano que tarde volveremos a esas épocas de bonanza tan maravillosamente aburridas, en la que todo parece funcionar :).
Te dejo el enlace al estudio por aquí:
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