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La semana pasada publicaron en HackerCar una pieza que escribí sobre el futuro de los coches conectados, y que puedes leer por aquí (ES).


Dos artículos me llevan a escribir esto.

El primero, la decisión de Toyota (EN) de ofrecer servicios de conectividad en sus vehículos bajo el modelo de la suscripción periódica, con un coste estimado de alrededor de 8$/mes.

El segundo, el de Enrique Dans (ES) hablando sobre su experiencia con un coche Tesla, y en especial sobre la operativa que hay detrás de la carga eléctrica.

Cito textualmente:

La carga del vehículo es un ejemplo especialmente interesante: mientras muchos usuarios de vehículos eléctricos tienen que encontrar un punto de carga, arrancar una app, identificarse y lanzar un proceso no especialmente sencillo ni amigable para poder simplemente comenzar a recargar, además de configurar un medio de pago en esa app o en algún tipo de tarjeta específica para ello, un vehículo Tesla simplemente se enchufa, se identifica él mismo con la red, procede a la recarga, y lleva a cabo el correspondiente pago por la energía consumida en la tarjeta de crédito o débito del usuario. Sin más complicaciones. Para quien lo quiere simplificar todavía más, sigue existiendo, para determinados modelos, la posibilidad de incluir un pago determinado en el precio del vehículo que incluye recargas ilimitadas, y que probablemente pueda interesar a quienes hacen muchos kilómetros. 

Sobre lo primero, ninguna sorpresa. Ya hace tiempo que la mayoría de sistemas GPS en automóviles requerían de un pago para actualizarse (cuando no también para funcionar, ojo). Con este movimiento, al que por cierto parece que Volkswagen plantea subirse también (EN), y en el que Tesla lleva tiempo abonado (autopilot no viene incluido por defecto en la mayoría de modelos, y hay que pagarlo por tanto aparte), la industria automovilística se sube al carro de los servicios como también lo ha hecho el resto de industrias tecnológicas.

Identidad en carretera

Sin ir más lejos, a nadie le parece sorprender hoy en día el hecho de que para poder jugar online en consolas como la de Nintendo o Sony haga falta pagar, además de la propia red a la operadora de telecomunicaciones que nos suministra el servicio (obvio), una suscripción que permite que esa consola haga uso de los servicios online.


Adobada normalmente con algunos extras (Nintendo incluye guardado en la nube para algunos títulos y acceso a juegos emulados de consolas antiguas, y PlayStation juegos “gratuitos” cada mes), pero una suscripción extra por algo que, per sé, el propio dispositivo ya puede hacer.

El ejemplo que ponía Enrique en su artículo es especialmente interesante ya que, unido a lo anterior, dibuja un futuro en el que muy probablemente el coche pase a ser una extensión de nuestra identidad digital.

Si, a fin de cuentas, ya es posible hoy en día que sea el propio coche quien nos identifica y realiza el pago correspondiente a nuestra tarjeta en algo tan trivial como recargar el depósito las baterías. Si ya es relativamente normal, sobre todo en estos modelos de gama alta, el que vengan con la opción de suscripción a servicios de terceros integrados como puede ser Spotify o Netflix, es solo cuestión de tiempo el que, de facto, sea el propio vehículo quien gestione la identificación del conductor y los posibles pagos en un peaje, o incluso ante las autoridades.

E iría aún más allá, ya que teniendo acceso a conectividad, podría llegar el momento en el que como bien dice Enrique sea el propio vehículo quien, ante una infracción, se auto-inculpe. A fin de cuentas, el fabricante ya tiene acceso a los datos de conducción en tiempo real, y se podría generar un sistema basado en token que mantuviese el anonimato de los datos mientras estos se comparten con las autoridades de cada país, cambiando para siempre el paradigma de conducción.

Ya no se multa a la persona, sino al vehículo, por permitir que se haya realizado esa infracción.

Esto solo es un ejemplo de lo que va a suponer pasar de la compra per sé de un vehículo, a la compra de un vehículo conectado. De un smartphone con ruedas, que es lo que cada vez más están siendo los coches que circulan por nuestras carreteras.

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