Voy a sacar un tema un tanto controvertido, así que prepárate.
El otro día, aprovechando las ofertas del Single Day, estuve echándole un buen ojo a lo que los grandes retails tecnológicos chinos ofrecían.
Realmente hace tiempo que me pasa que no necesito (del verbo necesitar, es decir, requerir obligatoriamente) nada de electrónica de consumo. Pero claro, vivimos en una sociedad en la que la necesidad en la mayoría de casos está más que cubierta, por lo que surgen otras “necesidades” secundarias que queremos cubrir.
Entre ellas, tenía en mente quizás hacerme con el Pocophone F1 (ES), un smartphone que como ya dije el día de su presentación se me antojaba una verdadera revolución en cuanto a potencia a bajo coste. Es, de facto, el smartphone que recomiendo actualmente a cualquiera que busca uno para jugar… y no quiere gastarse la burrada que valen los móviles de gama alta.
Tenía además mis dudas sobre la calidad de la cámara trasera, que por números (cámara dual de 12 + 5 MP, de 1,4 μm de grosor) tampoco parecía que llamase mucho la atención, pero lo cierto es que en todas las reviews que he visto me ha sorprendido, y para bien. Es flipante lo que se está consiguiendo hoy en día en materia de fotografía computacional.
Está al menos en los niveles de mi actual dispositivo, el Xiaomi Mi A2, y como ya he explicado en más de una ocasión, éste es uno de los factores para un servidor más importantes a la hora de hacerme con uno u otro móvil.
¿Qué valoras más de un dispositivo móvil?
Así que ahí estaba yo, a un click, y unos 200 euros largos, de cambiar de terminal, valorando los pros y los contras de una decisión que claramente era innecesaria:
- Potencia: El contar con un Snapdragon 845 (lo más bestia que hay hoy en día) y refrigeración líquida ni me va, ni me viene. En todo caso lo que me aseguraba era tener potencia de sobra a largo plazo, cosa que para el uso real que le doy al smartphone (más temas de trabajo que de hobby), no parecía ser un criterio a tener en cuenta.
- Fotografía: De cámaras, más de lo mismo. La delantera es prácticamente idéntica en ambos terminales, y la trasera no sabría decirte si está por encima o por debajo de la del Mi A2. En todo caso parece que da unos resultados semejantes. Y eso, como ya vimos en su momento, es decir mucho, teniendo en cuenta que hablamos de terminales que rondan los 200-250 euros.
Así que quedaban dos puntos más a considerar:
- El sistema operativo: O mejor dicho, la ROM que montan cada uno de los dispositivos. En el caso del Xiaomi Mi A2 es, como en su predecesor, Android One. Es decir, Android tal cual lo ofrece Google. Limpio, sin aplicaciones de terceros. En el caso del Pocophone F1, viene con un MIUI ligerito. La capa de personalización de Xiaomi, solo que algo menos invasiva, y creada específicamente para este terminal.
- Batería: El Mi A2 monta una batería de 3.010mAh. Más o menos el estándar de la industria. Mientras que el Pocophone F1 trae la nada despreciable cifra de 4.000 mAh.
Y la duda entonces era ¿qué me tiraba más? Si un sistema operativo limpio, que sabemos va a recibir actualizaciones mensuales durante al menos dos años, o una batería que a todas luces debería darnos jornada y media, e incluso dos jornadas de uso sin carga.
¿Es tan importante el tamaño de la batería?
4.000 mAh dan, sobre el papel, una autonomía buenísima. Para alguien que use el smartphone de una forma normalita, tranquilamente le durará el día entero y parte del siguiente. Para un uso considerable, debería durarte el día.
La cuestión es que esa autonomía se va a ver reducida por el gasto que conlleva tener un procesador de la gama 800 (más potencia, ergo, más consumo en igualdad de generación). Y también, como no, por todo lo que tenga que cargar a nivel de software en segundo plano. Dos elementos que en el caso del Mi A2, por su limpieza y por apostar por un procesador top de la gama 600, están mejor llevados.
También depende de la pantalla (en el caso de estos dos terminales no era un tema que importase, pero quiero remarcarlo). No es lo mismo tener una pantalla HD que Full-HD. Ya ni hablemos de 4k. Una LCD que una AMOLED. Que sea capaz de mostrar imágenes a 60Hz, o que llegue hasta los 120 que parece empiezan a ofrecer algunos terminales gaming.
Todo esto es cierto, pero no me parece un factor tan determinante como el hecho de que ambos terminales cuentan con carga rápida. En particular Quick Charge 3.0, que asegura poder cargar el dispositivo hasta cuatro veces más rápido que con una carga convencional.
Por debajo, Quick Charge 3.0 emplea lo que Qualcomm denomina INOV (Negociación Inteligente para la obtención del Voltaje Óptimo), que no deja de ser un algoritmo que permite al dispositivo determinar qué potencia debe requerir de la batería en cada momento de la carga. De esta manera se maximiza la carga sin comprometer demasiado la vida útil de la batería. Y lo hace en base a incrementos de 200 mV entre el mínimo habitual (3.6V) de los cargadores hasta los 20V. Esto permite ir reduciendo gradualmente el voltaje en cada etapa de carga, ajustándolo a las necesidades de la etapa, aprovechando el máximo posible sin comprometer la batería y el resto de componentes del dispositivo.
Y ahí está la cuestión.
Porque quien más quien menos, trabaje como un servidor mayoritariamente en casa, en una oficina, o en diferentes lugares según el día, tiene a mano algún cargador de Apple (ES) o uno compatible con su terminal (USB Tipo C, USB, carga inalámbrica,…). Y si en apenas media hora puedes tener hasta el 70-80% de la batería cargada, no tengo tan claro que el factor batería sea hoy en día tan crítico.
Que curiosamente en todos estos años los avances en mayor rendimiento energético se han mantenido ofreciendo dispositivos capaces de hacer más (no es comparable la carga energética de un SO y unas aplicaciones actuales con la que tenían estos mismos sistemas operativos hace años), pero que siguen aguantando el mismo tiempo.
Por detrás, y esto ya son cavilaciones mías, habrá numerosos estudios de mercado que dejan patente que el usuario medio antepone la ligereza del dispositivo y otros criterios (estéticos o funcionales) a que realmente la batería le aguante dos días.
Un servidor lo carga cada mañana, y es que aún considerando que mi actual cargador de escritorio no llega a las velocidades de Quick Charge 3.0, en unos tres cuartos de hora tengo el dispositivo casi cargado.
Con uno bueno (hay que tener en cuenta, por cierto, que muchos fabricantes están optando por enviarnos el dispositivo directamente sin cargador o con un cargador que no ofrece carga rápida para abaratar costes) tengo comprobado que en unos 20 minutos tranquilamente me carga la mitad. Y con un 50% el Mi A2 aguanta unas cuantas horas de caña.
Sé que aquellos días en los que me toca dar formación o estar en algún evento voy a llegar en números rojos, o tendré que pasar por una carga para aguantar. Pero no es algo que me quite el sueño, realmente. Hace años que no me quedo sin batería fuera de casa. Si tengo que estar mucho tiempo fuera, meto en la mochila un cargador y listo.
Y la mayoría de profesionales que conozco trabajan en oficina, donde entiendo que pueden cargar su terminal, y/o viajan en su propio vehículo, donde también pueden tener otro cargador. Hasta en el transporte público de ciudades como Madrid y Barcelona han puesto estaciones de carga.
Por otro lado, la optimización de Android One no tiene rival. Y en todo caso, el tener aseguradas actualizaciones mensuales es algo que sí creo importante. Los problemas de autonomía puedes solventarlos con una batería externa. Las actualizaciones no dependen de nada que tú puedas hacer para recibirlas.
Y a fin de cuentas, lo que me interesa es poder aprovecharme de los avances que se hagan en electrónica de consumo. Y eso, a falta de estar cambiando de terminal cada pocos meses, te lo da recibir actualizaciones de software conforme vayan saliendo.
Es por todo esto que he decidido seguir con el Mi A2. sin lugar a duda uno de los terminales que más recomiendo últimamente (todavía se lo recomendaba la semana pasada a un miembro de la Comunidad y a otro mecenas), y eso que compite en algunos apartados con los tope de gama actuales. Esos mismos llegan hasta a quintuplicar su precio.
¿Tendría sentido ofrecer terminales cuya batería dure más de dos días?
No lo tengo nada claro, sinceramente. La mayoría ya tenemos una rutina de carga (algunos lo cargan por la noche mientras duermen, otros por la mañana mientras desayunan…). Ofrecer cargas mayores, además de aumentar ligeramente el peso y dimensiones del dispositivo, haría que esa rutina se rompiese.
Que ojo, firmo ahora mismo porque pasáramos de ese día largo de autonomía a una semana. Pero hay que se conscientes de que estaríamos hablando de evoluciones incrementales (dos días, dos días y medio,…), lo cual en la práctica no ofrece cambio alguno.
Seguiríamos poniéndolo a cargar de noche, o a la hora del desayuno, o cuando llegamos a la oficina. Como realmente las baterías actuales no adolecen ya de los problemas de gestión energética de las antiguas (memoria de la batería, ciclos incompletos…), tampoco tendría sentido tener que cargarlo hoy por la noche y dentro de dos días por la mañana.
Y para aquellos que por trabajo o aficiones específicas requieren tener dispositivos con mucha autonomía, ya hay en el mercado propuestas, tanto a nivel de smartphones, como también de carcasas con batería integrada. A cambio, eso sí, de aumentar el tamaño y peso. No se puede tener todo en esta vida.
O al menos, es como yo lo veo.
¿Ando muy desencaminado?
Yo aun sigo con mi nokia del pleistoceno por que me dura la bateria toda la semana, el de empresa no lo tiro debajo del tren por que me harian pagarlo :S que asco me da eso de tener que estar cargando todos los dias el puto aparato. lo unico que envidio no tener el el nokia es google maps para cuando tengo que ir donde algun cliente y ando perdido
Además ese Nokia te sirve de arma en caso de atraco. Y eso no hay ningún smartphone que te lo permita 🙂