Leía recientemente el artículo de Marilink sobre La brecha digital (ES). Un estudio bastante exhaustivo sobre los porcentajes de usuarios de internet y aquellos que aún no lo son, compulsando con otros estudios sobre discriminación por género o por falta de una cultura que apoye el derecho a la educación.


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Quizás de todo lo expuesto, me quedo con la idea de que en el tercer entorno empezamos a observar características nocivas asociadas al mundo real. Una desgracia de ecosistema que depende de las acciones de otro, donde se siguen manteniendo conductas anti democráticas.

Según Evgeni Moronov, la evolución y masificación de los sistemas informáticos y las redes, nos ha permitido llegar a un punto en el que la barrera de implantación de estos servicios en nuevos entornos empieza a ser asumible por terceros. Tenemos las herramientas, y si hacemos caso a las estadísticas, también el apoyo de la comunidad. Sin embargo, todo se queda en una declaración de intenciones.

Proyectos como Loop o Internet.org, que pretenden llevar internet al resto de países, son propuestas técnicamente plausibles que no acaban de despegar, o como en el segundo caso, empiezan a atisbar un futuro con acciones muy localizadas, lejanas a esa aspiración global.

Resulta complicado no referirse a esto sin recordar aquel artículo sobre el activismo en internet, la gratuidad del click como elemento para demostrar al resto de tus conocidos cuán sensible eres a las injusticias. Activismo del malo, sentado uno detrás de un ordenador, y apoyando iniciativas únicamente por el qué dirán cuando sepan que le he dado Me Gusta a esto, y no con un interés real de aportar algo para que estos proyectos salgan adelante.

Que después de tres décadas de acceso a la red, solo un 33% acapare todas las comunicaciones, es impensable. Más teniendo en cuenta que precisamente quien más ventaja obtendría sería ese 77% restante, que casualmente corresponde en un 90% a países del tercer mundo.

Antes dar las herramientas para cultivar que el alimento.

Una afirmación complicada de mantener según con qué círculo estés debatiendo. Para un servidor, Internet se ha vuelto un elemento educacional que supera en muchos casos los canales oficiales de un país desarrollado como es España. Tengo claro por tanto que los beneficios de un acceso a internet en los países menos favorecidos debería anteponerse a otros elementos que funcionan únicamente como placebo temporal.


Dicho esto, entra en juego elementos diferenciadores que no hacen más que apuntar a un ciclo de implantación vacuo, apoyado por los OTT por eso de que necesitan aumentar el número de usuarios para seguir estando en la cresta de la ola, y que pone en peligro el negocio cada vez con menos márgenes de los que están en el resto de estratos de la pirámide tecnológica.

Y ese es un problema, porque por mucho activismo, por mucha motivación que se tenga, los únicos que pueden llevar a cabo este cambio son las empresas privadas. Una cadena con márgenes bestiales en la cúspide, y cada vez menores en la planta. Una cadena con distintos intereses, en plena guerra comercial, y ciega a posibles acuerdos que favorecerían el crecimiento de ese 90% de países, generando un futuro mercado que ensancharía sus arcas.