Hablaba esta semana del Placer Culpable, y en especial, de ese placer auto-impuesto por la búsqueda de mayor beneficio material. Como si eso nos acercara más a la felicidad.
Comentaba entonces que a grosso modo, puedo considerar que tengo una vida material plena. Claro está, me gustaría seguir teniendo salud, poder viajar más y tener más tiempo libre. De hecho, esto último era uno de los objetivos que me planteaba para este próximo año, en detrimento del trabajo, fijando unos límites que no debo pasar.
Y puesto que por ahora no necesito nada, voy a aprovechar mi Carta a los Reyes Magos para pedir algunos regalos que seguramente serían de buen agrado para la mayoría de nosotros.
5 peticiones que espero ver materializadas a lo largo de este nuevo año, y que sin lugar a duda cambiarían (y para bien) el mundo en el que vivimos:
Índice de contenido
1.- Que se anteponga la libertad al control
Y empiezo por algo que creo es crítico.
En un escenario digital cada vez más fiel reflejo de esas naciones totalitaristas que hasta ahora reprochábamos, el reconocer los errores y volver al camino correcto, debería ser el principal objetivo de nuestros países.
La democracia basa precisamente su poder en el acceso a la información por parte de toda la sociedad, y esto no debería cambiarse por las aspiraciones del gobierno de turno, ni mucho menos, por la excusa de la lucha contra el terrorismo.
Porque no, una sociedad de control no es más segura que una sociedad no controlada. Lo es menos, de hecho.
Si hay algo que me gustaría ver cumplido este nuevo año es precisamente observar como la ONU vuelve a tomar el papel que en su día dio sentido a su fundación: la de proteger los derechos de toda la humanidad, anteponiéndolos a cualquier otro interés.
Y eso en la era en la que vivimos pasa por asegurar la neutralidad de la red y del enlace, y luchar contra la censura, sea del tipo que sea, así como la privacidad de las comunicaciones.
2.- Que se rompa con la hegemonía de los jardines vallados
El campo de batalla de los próximos años es precisamente el del control del contenido. Un contenido que como explicábamos recientemente, está aún disperso en la red.
Aquí el reto radica precisamente en encontrar el equilibrio entre ofrecer las garantías (económicas y sociales) adecuadas para que los generadores de contenido no se vayan a jardines vallados (como el mundo app o las propuestas de gigantes como Facebook o Apple), y por otro lado, asegurar que Internet no se vuelve un mero canal de comunicación, lo que conllevaría ineludiblemente la victoria de las app stores y el gobierno de las grandes corporaciones.
Un entorno de comisiones continuas, que sin lugar a duda sería pan para hoy, hambre para mañana, como ya ha ocurrido con esa internet 2.0 que hace algunos años nos vendieron como la panacea, y hoy en día, requiere que pasemos por caja.
3.- Que la educación sirva para aprender y no para adiestrar
Es lamentable que en pleno siglo XXI sigamos con este tipo de problemas. Con todo lo que hemos avanzado, con la facilidad y democratización informativa que estamos viviendo, sufro cada vez que veo cómo el Sistema mantiene la educación como una herramienta de control más.
Un pueblo mejor formado es un pueblo más cívico sin necesidad de dirigir y condicionar su conocimiento.
Me gustaría ver que a partir de ahora vivimos en un mundo en el que la educación reglada tiene como cometido formar personas capaces de labrarse su propia opinión, de usar las herramientas (digitales o analógicas) disponibles para obtener su propio criterio.
Y lo más importante: que esto, en una sociedad de la inmediatez y del activismo de click facilón, sea lo habitual y no la excepción.
4.- Que las herramientas digitales democraticen el acceso neutral a la información
Viene de la mano del anterior. De poco sirve que demos rienda suelta a todos esos maestros y profesores que de verdad se han metido a ello por vocación; que de verdad quieren servir de acompañantes en el desarrollo de nuestros jóvenes y no vienen a recitar lo que un libro dice; que están dispuestos a plantarle cara a un sistema educativo desfasado; si esas herramientas digitales que tan alegremente usamos en el día a día, nos están condicionando.
Sea interesadamente o no, lo cierto es que aprender a usar las herramientas digitales exige además entender a qué nos enfrentamos.
Y hablamos de ello cuando nos referimos a las burbujas de filtros, y a esa paulatina separación de las tripas de internet.
También, claro está, del condicionamiento puramente racial, imposible de erradicar en su mayoría.
De ahí que por un lado haya aún mucho camino por mejorar, con compañías generando cada vez jardines más vallados, y por otro, esa necesaria presión social por pensar out of the box e intentar llevar la herramienta al máximo.
5.- Ahora te toca a ti
Y dejo este último punto para que entre todos completemos la carta, obviando (o no, según cómo se afronte) problemas que son aún más complejos de solucionar, como la desigualdad social o el hambre en el mundo.
La idea es que entre todos fijemos un quinto regalo que nos gustaría ver materializado a lo largo de este año, y que simpatice con las necesidades sociales de la mayoría.
Con ello, esperemos que los Reyes Magos de Oriente se pasen por esta humilde morada y les de por alegrarnos el día a algunos de nosotros. Con que tan solo consigamos alguna de estas peticiones, habremos ganado muchísimo.
¿Se anima?
¡Feliz año nuevo!
Bueno, puestos a ser utópicos a mí lo que me gustaría de verdad es que el ser humano estuviera libre trabajo para poder dedicarse a aprender y evolucionar mentalmente. Eso significaría, evidentemente, que algo tendría que trabajar por nosotros para proveernos de alimentos y herramientas que lo hicieran posible. Y ese algo serían los robots que habríamos creado previamente.
Si el mundo existe para entonces, quizá en el 2116 eso sea así.
Traté este tema en uno de los últimos Especiales sobre La Crisis del Trabajo. Mi corolario en este sentido es que hoy en día la tecnología está destruyendo más puestos de trabajo de los que crea.
Y esto a la larga es bueno, ya que librará (hasta cierto punto) de las tareas más rutinarias y aburridas al ser humano, que podrá dedicar ese tiempo, como bien dices, al cultivo de la mente, o a ver fotos de gatitos en el Internet del futuro (todo es posible…).
El problema viene por tooodas las generaciones que van a estar en el medio, y que descubrirán que no han sido preparadas para un escenario en el que el trabajo ya no es necesario.
Ahí está el verdadero hándicap en esta transición. Que se va a saldar con muchas víctimas. Porque para llegar a ese escenario de abundancia habrá que eliminar el sentido de la moneda (esta está asociada al valor del trabajo, y cuando el trabajo no aporte valor…), de la necesidad de ser útil en la sociedad, de la hegemonía del trabajo como forma de vida.
Son elementos muy asentados en las raíces de nuestra sociedad. Tanto que hará falta como mínimo un siglo (yo incluso diría que bastante más) para verlo materializado. No por capacidad técnica, que seguramente ya tengamos de sobra, sino por incapacidad de afrontar un cambio tan crítico por parte de nuestra civilización.
Más razón que un santo…