El 8 de Junio escribía el artículo: “Una mirada a ese mundo en el que las corporaciones campan a sus anchas“, en el que exponía el peligro que suponían los tratados TTIP y TISA de cara a los derechos digitales, gubernamentales y corporativos en el Atlántico.
En él, hablaba de pasada del TPP, el “Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica”, que afecta a los 12 países que vemos en la imagen, y cuyas negociaciones han sido semejantes a las que estamos viviendo en el Atlántico con TTIP y TISA. Esto es, a puerta cerrada, con el máximo de los secretos, sin dejar que ni siquiera los ministros interesados tuvieran acceso a él, y firmado unilateralmente por los interesados en sacarlo adelante.
Un ejemplo de pura democracia. De esa libertad de expresión que denota el marchito sistema capitalista, y que a algunos, que aun así seguimos creyendo que hay luz al final del camino, hace hervirnos la sangre.
La verdad es que no había tocado este tema desde entonces, pese a que las primeras reuniones (conocidas) datan del 2010 (EN), y un compañero de la Comunidad, que para colmo se ha vuelto recientemente Patrono de la misma (si aún no es miembro de la Comunidad, sepa que dentro de poco le explicaré de qué va todo esto), me pedía por el canal privado que mantengo con ellos, un artículo en profundidad, centrado en la parte digital del tratado.
Y es que pese a que dedicaré las próximas palabras a los puntos cruciales del TTP respecto al futuro digital y tecnológico que nos depara, no hay que olvidar que ante todo este tratado es un movimiento más en pos de dotar de mayor poder a las grandes corporaciones, desequilibrando el ya de por sí tenso equilibrio económico.
Medidas como la obstaculización del acceso a medicamentos genéricos (en favor de las grandes farmacéuticas, al obligar al paciente a comprar medicamentos patentados que siempre son más caros), la prohibición de usar contenido con copyright en el ámbito educativo (a no ser que se paguen las tasas) o la ruptura de la regulación que muchos países imponen con productos alimenticios modificados genéticamente (por ejemplo, no obligando a que el envase informe de que se trata de un producto de este tipo), son algunos de los puntos fuertes que dejaré fuera del mismo, pese a que sin lugar a duda nos afectan a todos.
Y centraremos el debate en los tres pilares en los que se asienta digitalmente el tratado. Tres tentáculos que como verá, solo menoscaban los derechos, la seguridad y privacidad del usuario, internauta y consumidor de tecnología:
Índice de contenido
1.- Afecta al acceso a la información
El TPP vuelve a penalizar tanto el enlace como el acceso a contenido disponible públicamente. Es el enésimo intento de la industria discográfica, editorial y audiovisual por adaptar el entorno a su dinosáurico modo de funcionamiento, evitando así tener que ser ellos quienes deban adaptarse a las necesidades de su consumidor.
La idea es sencilla:
- Se podrá pedir unilateralmente el borrado o bloqueo de contenidos en internet SIN orden judicial (más información (EN)): La neutralidad del enlace que fue negada en Europa también acabará por llegar a estos otros países. Y además, se supone que afectará en cualquier ámbito (incluidas redes sociales y plataformas como Youtube o WordPress).
- Aumenta entre veinte y cuarenta años el límite de tiempo en el que una obra puede estar protegida bajo derechos del consumidor, fijado hoy en día en 50 años (más información (EN)): Una iniciativa que abandera Disney, y que previsiblemente le permitirá mediante triquiñuelas legales mantener el control de sus obras INDEFINIDAMENTE.
- El precio de las obras culturales (y médicas, como hemos visto) aumenta: aludiendo a esas supuestas pérdidas que la industria tiene por la piratería.
Pérdidas debidas a su incapacidad de afrontar un cambio de paradigma como el que ha supuesto internet.
2.- Afecta a la libertad de uso tecnológica
Se prohibe la modificación o eliminación de “Candados Digitales” en productos tecnológicos, como smartphones, videoconsolas y ebooks (más información (EN)).
Esto de nuevo criminaliza la modificación de software y hardware pese a que este producto ha sido comprado por nosotros. Una extensión de esa “licencia de uso” que parece querer desplazar al derecho que antaño teníamos con los bienes comprados.
Ese producto por el que hemos pagado no nos pertenece al completo. No es solo que en caso de modificación perdamos la garantía, sino que además podrían denunciarnos por modificar algo que, recalco, hemos comprado y supuestamente es nuestro.
Aunque el fin sea precisamente alargar la vida útil del mismo ahí cuando el proveedor haya decidido que le toca comprar una nueva versión.
3.- Afecta al usuario
En tanto en cuanto, se criminaliza la posesión y uso de contenido con derechos de autor (más información (EN)), aunque sea para uso personal o educativo (no de negocio).
Una medida que pone en jaque el acceso a la información, ya que teóricamente estaría prohibido que en una clase se leyera un extracto de una novela, o que se realicen obras derivadas (como un estudio académico) sobre algo que esté protegido bajo derechos de autor, a no ser que el actual poseedor de los mismos lo acepte.
Esto afectaría también a los enlaces en internet, teniendo que pedir al administrador del sitio permiso antes de enlazar contenido del mismo, pese a que este contenido esté disponible públicamente.
¿Qué ocurre en caso contrario? Se habla de imponer hasta penas de cárcel y sanciones económicas con “grandes multas” (así de específicos son…).
Además, obliga a los proveedores de servicio a identificar frente al organismo oportuno a los infractores de derechos de autor (más información (EN)), de lo que se desprende que éstos deberán almacenar información que permitiera a terceros identificar al usuario que ha descargado un contenido protegido, o bloquear por defecto contenido tachado como inadecuado, como quisieron imponer en Reino Unido con la llamada infantilización de Internet.
De qué debería preocuparse
Y si me pregunta a dónde llevará todo esto, le diré lo mismo de siempre. Proyectos por regular de forma tan abusiva el apartado tecnológico han acabado, habitualmente, en saco roto.
Muchas de las medidas que el TPP propone simplemente son inabarcables, escritas por auténticos dinosaurios de la industria que no entienden absolutamente nada de cómo funciona la red.
Hay no obstante puntos, como el aumento del tiempo de duración de los derechos de autor y la obligación de identificar a usuarios que supuestamente están cometiendo delitos intelectuales, que sí deberíamos considerar un peligro real, ya que son a fin de cuentas herramientas para mantener mayor control en el ciberespacio.
Recursos con los que atacar en un momento dado, sea el fin el que comentan u otro que en ese momento sea más afín a sus intereses.
Porque el verdadero debate sobre la privacidad, el verdadero riesgo al que estamos expuestos, no es el que piensa.
Gracias por el artículo, Pablo. Es tremendo el famoso tratado. ¿Así que intervenir mi teléfono será penalizado? Atroz. Aquí en Chile, se ha hablado mucho de las patentes farmacéuticas, pero nada de las limitaciones que tendremos en internet y en nuestros dispositivos. Aunque te agradezco el artículo, he quedado un poco desolado.
No es para menos Jaime. Son de ese tipo de movimientos que desde fuera nos revuelven el estómago.
Un ejemplo perfecto de cómo, en líneas generales, estamos dirigidos por completos analfabetos digitales.
Confiemos no obstante que todo se vaya al cuerno como al menos históricamente ha pasado con acuerdos de este tipo.
Saludos, y buen finde!
Es un atrocidad lo que pretende el TPP. Pone en riesgo las bases del desarrollo de Internet y busca explotar aún más al ciudadano… que digo ciudadano, al consumidor porque la calidad y dignidad de ciudadanos que cada uno tenemos cada día se ve más amenazada.
Dudo que alguien te pueda llevar la contraria Fernando. Es difícil defenderlo, al menos de cara al ciudadano.