Continuando con el repaso de lo que la feria de electrónica de consumo de Las Vegas no está dejando
Dedico la entrada de hoy a la otra tendencia de la que ya os hablaba ayer: el internet de las cosas.
Y creo que es interesante ya no solo por el lobby que hay alrededor de todo lo que lleva aparejado la palabra smart, sino porque por primera vez, se empiezan a dar algunos movimientos que hacen entrever un cambio de era, y una limpieza del mercado.
Al igual que estamos viendo el ámbito tecnológico social de internet, y en contra de las necesidades reales de conocimiento al que recurren las empresas para formar una plantilla diversificada, el CES de este año sirve para darse cuenta de la importancia por parte del mercado (que una cosa es la tendencia, y otra es que esta llegue al mercado) de la especialización de dispositivos. Una especialización que se hace palpable con el apoyo de un ecosistema rico en sensorización, con el surgimiento de verdaderos ordenadores que caben en una tarjeta SD (EN), y con el paulatino abandono del smartphone como pilar de la acción hacia otros dispositivos que beben de su capacidad, y transforman la interacción en algo más intuitivo.
Pulseras y relojes inteligentes, que ya habían llegado, bien sea mediante crowdfunding, o en alguna que otra feria de años anteriores, parecen estabilizarse en esta, perdiendo el miedo a la simplicidad (lo simple es más) y optando por delegar lo que hay que delegar en el móvil. El caso de Pebble (EN) es un ejemplo claro de esa tendencia, que decidió en su día usar pantalla de ebook en blanco y negro, aumentando así la duración de la batería a varios días, frente al resto de empresas (EN) mucho mejor establecidas que siguen sin ver el norte.
A las gafas de Google, se unen nuevos nombres (EN), con mayor o menor acierto (una inmersión mucho más marcada a cambio de un dispositivo cuanto menos algo molesto, y que paradójicamente apostó por tener un cable en vez de conexión inalámbrica), y así podríamos seguir con automóviles (ES), con domótica y en general con cualquier wearable o utensilio sensible de ser smarterizado.
El otro punto de vital importancia para el IoT es la comunicación, pilar del ecosistema necesario para sensorizar y obtener las ventajas estratégicas que de ello se desprende. La salsa que todo dispositivo conectado necesita para estrujar su potencial. Y sin duda las grandes compañías (las únicas que pueden mover ficha en este terreno) han sabido explotar su potencialidad, con propuestas como HomeChat de LG (ES) que opta por la comunicación humana con dispositivos mediante el aprendizaje de la lengua y la API abierta a aplicaciones de terceros de Line, o Samsung Smart Home (ES) que como viene siendo habitual centraliza los esfuerzos en la interconexión de todos los dispositivos de la marca. A esto, quedaría por unir Allseens alliance como propuesta más abierta (y por tanto con más sentido) para este tipo de cometido.
Y para terminar, una de las consecuencias transversales derivadas de los nuevos mercados: la aparición de figuras más cercanas al mundo startup que rivalizan, o incluso lideran su sector. Grandes empresas de la talla de Google, Apple o Samsung incapaces de adentrarse con buen pie en nuevos sectores donde un pequeño atesora todas las miradas, acierto tras acierto. Sobre el futuro de estos, incierto, ya que a fin de cuentas un grande acaba por tener más ventajas respecto a los pequeños (un ecosistema, la inercia de mercados anteriores, buena distribución de la cadena,…), pero cuanto menos interesante por la presión constante que meten. Solo el tiempo dirá si estamos ante el surgimiento de nuevas figuras todoterreno.