No es la primera vez que hablo por estos lares de mi afición al séptimo arte. Soy un verdadero apasionado del cine y la televisión, y como cabría esperar, he destinado buena parte de mi vida a consumir este tipo de contenido.
Primero por los canales clásicos, más tarde con la piratería (no por gusto, sino por falta de canales oficiales), hasta que empezaron a llegar las propuestas de tarifa plana. De la ilusión al desengaño (una cartera más bien mediocre, y la necesidad de pagar a varios para consumir parte del contenido que quería visualizar), y de ahí a la picaresca.
La primera Raspberry Pi que tuve la destiné a montarme un centro multimedia, que funcionó a la perfección hasta que llegó a mis oídos el dispositivo de Google.
El Chromecast v1 acabó en mis manos poco después de que fuera presentado, hace ya algo más de un año. No se vendía por España, y tuve que pedirlo por Amazon en un pack conjunto con unos amigos ingleses.
Desde entonces, he dedicado alguna que otra entrada a mis descubrimientos sobre cómo optimizar la experiencia cinéfila. El como Chromecast + Plex es hoy en día la mejor combinación que conozco, y funcionaba con ello feliz de la vida hasta que hace un par de semanas mi madre me volvió a atacar con el tema de las películas. Ya sabe, el clásico:
«Hijo, ¿cómo hago para ver esta película que no lo consigo?»
Se me ocurrió que quizás agradecería que aprovechando mi viaje a Asturias le instalara el Chromecast, y yo esperarme a ver si en el próximo evento de Google (de aquella faltaba semana y media) se presentaba la segunda versión. Rumores había, y cuando el río suena…
Dicho y hecho.
El mismo día del evento, Pablo pedía su Chromecast 2, que es prácticamente igual que el primero, aunque con algún añadido que si le interesa trataré en profundidad cuando me llegue (la fecha que me da Google es el 18 de Octubre Edit a día 8 de Octubre: Acaba de llegar a casa). Básicamente:
- Compatibilidad con WIFIs ac: Que oye, era una molestia únicamente en la instalación inicial (todos los dispositivos que tengo ya funcionan en el rango de 5GHz, y para parear el Chromecast tenía que conectarme a la WIFI compatible con frecuencias anteriores). Entiendo que ahora ya no habrá ese problema.
- Compatibilidad con vídeos 4k y 60fps: Lo primero ni me va ni me viene. Mi televisor es Full HD de 40″, así que no voy a notar diferencia. Como mucho, el tema de los FPS, si es que lo tercero acaba despegando.
- Aplicaciones nativas y juegos en multipantalla: Todavía un mercado despreciable, pero que quiero probar por ver qué tal evoluciona. Y el rollete de que cada uno con su smartphone tenga un mando me parece un puntazo, sinceramente.
Todo en un precio muy pero que muy comedido: 39 euros, gastos de envío incluidos (ES).
Y junto a él se presentó el Chromecast Audio (ES), del mismo precio, que hace más o menos lo mismo pero enfocado al sonido.
Un dispositivo que a priori consideré absurdo, y que este fin de semana, a raíz del feedback de mi madre, me ha parecido un absoluto acierto.
El verdadero valor del Chromecast radica en dos puntos claves
El primero es sin duda su simplicidad. Lo instalas, agregas la extensión en Chrome, y a partir de entonces tan solo tienes que activarlo desde un dispositivo «inteligente» para enviar contenido a ese pedazo de televisor «tonto» que tenemos en casa.
Mil veces mejor que una Smart TV. Mucho más barato que el Apple TV o el resto de dispositivos semejantes.
Y por contra, la absurda necesidad de tener una WIFI con conexión a internet, que hace que un dispositivo que teóricamente solo tiene que comunicarse en LAN no funcione si por el motivo que sea no tienes línea. Es el único pero que le puedo poner, y que me lleva a pensar que hay por detrás algún tipo de conexión a los servidores de Google (si no, no me lo explico).
Descontando esto, para alguien que consume prácticamente a diario contenido audiovisual, es un verdadero placer, pero es que para mi madre, que lo más tecnológico que hace en su día a día es escribir en el WhatsApp, es un milagro.
De pronto, descubre que con apenas unos clicks, esa película que se ha bajado puede verla cómodamente en el salón. Sin jaleos de carpetas y lápices electrónicos. Sin copiar y pegar. ¡E incluso puede hacerlo mientras su pareja ve el fútbol! En ese televisor que no era inteligente, y sin jaleos con formatos de archivo incompatibles.
Porque este es el segundo factor crítico que me hace considerar el Chromecast uno de los mejores dispositivos del mercado. Y es que gracias a estos dos modelos, de pronto podemos actualizar al siglo XXI aparatos tan habituales en los salones de prácticamente cualquier casa como es el televisor y la cadena de música (ES).
Que por 39 euros, esa minicadena que en su día costó riñón y medio, pasa a estar conectada, disponible desde el smartphone, la tablet, el portátil o el PC.
Que recordemos que seguramente la calidad de sonido de esa minicadena, aunque tenga 20 años, no tiene absolutamente nada que envidiar a las nuevas (o puede que hasta sea bastante mejor que las de ahora), y pasa por míseros 39 euros a ser un elemento con el que puede interaccionar con la biblioteca digital que ya tenga.
Y es posible que como le ocurre a mi madre, esa minicadena esté conectada al audio de toda la casa, y de nuevo, por 39 míseros euros pasa de ser un elemento que hace tiempo que ya no usaba a estar disponible nuevamente.
Ahí es donde creo que merece, y de qué manera, que haya un dispositivo como el Chromecast en el mercado. Para recuperar tecnologías que ya están en la mayoría de hogares y darles una segunda vida.
Y de paso para facilitar el cambio al mundo digital a todas esas personas que como mi madre se han quedado de una u otra forma en el camino.
Sencillez y ruptura de la obsolescencia programada. Todo eso en un mercado que parece despreciar todo lo que no se haya construido hace menos de un par de años.
No será la primera vez que regalo un Chromecast (ahí lo dejo :)), y todavía no he conocido a nadie que no le haya sacado provecho.
En el caso del Chromecast Audio, sé que para mi uso personal no me renta (no tengo cadena de música, ni soy un sibarita del sonido), y entiendo que tiene un público objetivo más restringido (no todos los oídos valoran el explotar al máximo la calidad que puede ofrecer una minicadena frente al sonido estéreo de los dispositivos actuales), pero sí le veo sentido para recuperar esos aparatitos que se habían quedado olvidados en el fragor de la revolución digital.
En todo caso, ole por Google, que ha dado en el clavo… otra vez.
Esperemos que empiece a ser la tónica del sector. Porque esto de sacar el polvo a lo ¿viejo? mola.
Todo genial hasta que he leido lo de tener que estar obligatoriamente conectado a internet…. prefiero tener cables por el suelo a depender de las conexiones tercermundistas de movistar con «microcortes» cada rato
Hombre, yo te puedo decir que en mi casa anterior tenía también microcortes, y nunca he notado problema en este sentido con el Chromecast. Lo que sí te obliga es a tener conexión (es decir, que si hay un corte de línea en tu edificio o barrio por avería, por ejemplo, el Chromecast no va a funcionar), pero que se te caiga 20-30 segundos cada cierto tiempo no va a cortarte el visionado.
O al menos a mí no me ha pasado nunca.
Saludos!