El otro día estaba caminando por la calle del pueblo donde crecí con mi madre, y en un momento dado la susodicha entró en una mercería para comprar algunas cosas.
Al salir, me contó que al parecer aquella mercería había pertenecido a los padres del dueño actual (quien nos atendió) que, curiosidades de la vida, no era ni su hijo. Un buen día cuando salieron del local se encontraron un bebé en la puerta, y en la España de los años cincuenta, teniendo el dinero y las ganas suficientes, legalizaron su situación y lo criaron como su propio hijo.
Pero voy al tema que me disperso.
Compraron un buen día ese local, y el negocio iba tan bien que acabaron por comprar todo el edificio y abrir otra tienda unas calles más abajo.
Hoy en día, sin embargo, ¿qué clientela puede tener esta mercería más allá de las personas como mi madre, ya entradas en edad, o algún cliente ocasional y puntual que necesita algo de emergencia?
Es más, ¿cuántos de los que estáis por aquí sabéis coser (o lo hacéis habitualmente)? Yo soy el primero que tengo que callarme.
Que con esto en mente, ¿será un negocio rentable cuando estas personas ya no estén y tengan de clientela a ocasionales nuevas generaciones?
Estaba pensando en esto cuando, por Facebook, leía a un compañero que dejaba una actualización del tipo:
“Haz consumo en tu barrio”
¿Dónde? en mi zona no hay ni tienda de juegos de mesa, la única tienda de videojuegos es el GAME, las dos tiendas de informática me timaron, ninguna tienda tiene hama beads salvo un megachino con 10 colores que no solidifican bien y la única ropa que hay es ropa de cincuentona.
Además que solo hay bares y restaurantes Casa Paco que lo más apasionante es el menú del día y un “chino”, además de las franquicias.
Eso sí, las toallas que me compré en una tienda de aquí hace seis años… 10/10…
Pero vamos, salvo lo del día a día para una familia sin aficiones fuera de leer libros y ver la tele, en [un barrio de Madrid] no hay NADA salvo el que es mi nuevo estudio de tatuaje.
Me quejo porque soy muy especial, pero es que es así, tengo que coger metro para todo
Lo interesante del tema, más allá de la necesidad, en este caso, de salir de su barrio para comprar prácticamente cualquier cosa de entretenimiento y trabajo que le gusta, eran los comentarios de otros conocidos con situaciones más o menos parecidas.
Supongo que a muchos de nosotros nos gustaría consumir más en local, pero la realidad es que es complicado hacerlo cuando los grandes retails ya no solo tienen como es normal un catálogo mayor, sino que incluso tanto a nivel de precio como de garantías suelen (y digo suelen, ojo) competir en clara ventaja, hasta el punto de bajar los beneficios tanto que el negocio, a corto plazo, no sea sostenible.
Y esto, claro, entra en conflicto con los intereses propios del consumidor, y genera el caldo de cultivo perfecto de retroalimentación nociva:
En la tienda de barrio me sale más caro y/o no tienen todo lo que necesito, ergo compro online.
Y al comprar online, asfixio aún más a la tienda de barrio, lo que hace que estas tiendas o directamente cierren, o pierdan parte de las ventajas (cercanía, inmediatez, trato personalizado) que les permiten competir contra los grandes retailers.
¿Ves a dónde voy?
La duda, en vista de este panorama es, ¿cómo demonios rompemos la cadena?
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Sobre la digitalización online de la tienda de barrio
Soy consciente de que esto que voy a contar no tiene por qué ser la única panacea. Y es más, puede que según qué negocio ni siquiera sea una opción.
Pero es que por más vueltas que le doy la mejor manera de salir de ese bucle pasa por digitalizarse.
¿Por qué? Porque a malas, lo que estás obteniendo es un canal nuevo de venta online, que además compite de forma directa con, precisamente, los grandes retailers (a un click de distancia).
Quizás no en músculo financiero, por supuesto, pero con el apoyo y confianza que puede generar el saber que es un negocio de barrio, y que por tanto de cara al consumidor tenemos asegurado un trato personalizado.
Ya conté en su día cómo en el pueblo de Madrid donde vivimos la mayor parte del año el supermercado que hay se digitalizó (ellos mismos, sin consultores ni ayuda de terceros) hasta el punto de que, con el COVID, casi mueren de éxito al no poder dar servicio a la demanda que tenían.
Con algo tan sencillo como es aprovechar un canal de WhatsApp, y sobre todo una agenda de contactos de casi todo el pueblo, para semana tras semana ir informándonos de todo el género que les llega, pudiendo hacerles pedidos directamente desde la aplicación.
- ¿Coste en desarrollo? 0 euros.
- ¿Coste de implantación? El tiempo (en horas, en prueba y error) que les haya costado dar el cambio.
- ¿Resultados? Un negocio que en plena pandemia, y en plena democratización de los grandes retailers online, están facturando lo que no está escrito pese a que hayan decidido tener abierto solo por las mañanas.
Y ya a otro nivel te contaba recientemente el caso de otra tienda (esta de equipaje deportivo) que tras un año de implantación de varias campañas con micro-influencers y afiliados han obtenido en tres meses medio millón de facturación.
- ¿Coste de desarrollo? Seguramente varios miles de euros.
- ¿Coste de implantación? Cuentan casi seguro con un equipo externo de marketing, así que las horas de trabajo diario gestionando todas esas colaboraciones con medios y microinfluencers.
- ¿Resultados? Como contaba en el artículo, más de la mitad de los ingresos ya provienen de canales online.
Que es cierto que hablamos de dos negocios en diferentes niveles de digitalización (el primero en una fase inicial, que probablemente ya sea suficiente para ellos, y el segundo en una fase bastante más avanzada), pero creo que reflejan cómo los procesos de digitalización pueden suponer ya no solo un soplo de vida a negocios que están cada vez en peor situación a nivel competitivo, sino una nueva vía para reconvertirse y ser más rentables.
Y sí, seguramente haya otras maneras menos tecnológicas de mantener la posición aunque sea con los clientes del propio barrio. Pero es que las acciones de digitalización tienen que ir ALINEADAS con el resto de acciones de negocio.
Que no hablamos de cerrar la tienda y abrir una tienda online, sino de que, para cada negocio, valorar qué acciones tácticas tienen sentido, implementarlas, y pasado un tiempo prudencial (un año vista, habitualmente), valorar si han salido rentables o no, iterando o expandiendo según resultados.
¿Que es fácil decirlo y más complicado hacerlo? Por supuesto.
Pero esto aplica a cualquier negocio. Si fuera tan fácil ser empresario, todo el mundo lo sería, ¿no crees?