Hablaba ayer, en la primera parte de este artículo, sobre la revolución estéril de la tecnología, criticando (para bien, en su mayor parte) el discurso del sociólogo polaco Zygmunt Bauman.
Si no lo ha leído, párese un momento y hágalo, que le espero…
¿Ya está? Bien, pues continuamos con el tercer pilar que me parece oportuno señalar, y que viene de la mano de la socialización digital.
La asimetría digital
Apenas tratado por Bauman, y crítico (a mi forma de ver) para entender el escenario donde nos movemos.
La identidad de una persona es generalmente tergiversada en el tercer entorno:
- De forma consciente: mostramos la mejor parte de nosotros, llegando incluso a escenificar la idealización que tenemos de nosotros mismos, y no la realidad gris que conforma nuestra identidad. Las redes sociales sirven entonces de catalizador para mostrar aquello que queremos que los demás entiendan que somos nosotros. Y lo peor de todo es que funciona.
- Debido a las limitaciones técnicas: Esas mismas limitaciones que nos permiten dibujar un Yo específico (y obviar aquellos Yo que no queremos mostrar en público) tergiversan la información, de manera que o todo es blanco o todo es negro, o Te Gusta o no te importa. La simplificación de interacciones en la red lleva a situaciones complicadas, como la de comprender adecuadamente el inmenso abanico de respuestas asociadas a darle un like a una actualización (¿Lo haces porque te gusta, o porque te ha hecho gracia? ¿Te estás riendo entonces de la actualización o de quien la ha escrito? ¿Qué significado tiene el Me Gusta en una publicación que te entristece o que te hace sentir mal?).
- De manera totalmente inconsciente: El simple hecho de que ahora la información que consumimos esté dirigida a un target individual, hace que nuestra realidad no tenga porqué ser la misma realidad que la del resto.
Y a este punto, por su complejidad, me parece oportuno dedicarle un espacio aparte.
El caso es que frente a la actualidad diseñada por un equipo de redactores y dirigida a toda la sociedad de hace unos años, la actualidad de nuestra era es una actualidad creada por algoritmos y dirigida a un público unitario.
Su News Feed de Facebook puede estar ahora mismo mostrando contenido que no tiene absolutamente nada que ver con el que muestra mi News Feed, y así con el del resto de lectores que está ahora mismo, casualmente, leyendo este artículo. Sea Facebook, sea Twitter, sea una búsqueda en Google.
No hay simetría informativa. Tenemos justo lo contrario, lo que hace que por ejemplo un servidor pueda estar muy actualizado en novedades tecnológicas, y sin embargo, no tener ni idea de cómo ha quedado el partido de ayer.
Inclusive para la misma información, estos algoritmos a los que hemos dotado del poder de decidir qué consumir y qué no, puede que a usted se la muestren desde una óptica (porque entienden que es más cercana a su forma de pensar) diametralmente opuesta a la mía.
Las burbujas de filtros son, para colmo, tan sutiles, que llevan a desengaños. Situaciones en las que una persona no entiende cómo otra no se ha enterado de algo que se ha repetido hasta la saciedad en su entorno. Porque el círculo ya no es absoluto sino relativo a cada persona.
Kevin Hoffman hablaba sobre ello en un artículo de Medium (EN) hace ya algo más de un año, aludiendo a que cualquier tecnología tiende a individualizar al sujeto, inclusive aquellas diseñadas para socializar, como son en principio las redes sociales o fueron en su momento los periódicos de papel, y Juan (ES) lo sacaba en su blog hace unas horas, precisamente al hilo del mismo tema que estoy tratando ahora aquí con usted.
Y creo que el problema viene de que frente a la figura de los periódicos o de la televisión, la hipersegmentación ha hecho que el discurso alrededor de un tema, que habitualmente alimenta la socialización, se haya licuado hasta el punto de no ser sencillo de encontrar.
Al menos, claro está, que la información sea tan viral que existe ese nexo común. Cuando la mayoría de “plataformas digitales” se hacen eco de la noticia, aunque sea desde una u otra óptica.
El control de la comunidad
Zygmunt adentra otro principio que me parece muy interesante: la del control de la comunidad.
Las redes sociales han tejido un significado de comunidad que es antagónico con el que teníamos hasta ahora:
La diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionadas. La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales.
Es decir, que lo que para muchos es socialización no deja de ser una mera comunicación egocentrista. “Comunidades” creadas alrededor de un individuo, y no por la unión de varios.
Justo un tema que llevo tiempo intentando luchar en mi propia Comunidad, y que espero hallar en el espacio que Patreon me ofrece para estar en contacto con los patronos.
Porque si al final, alrededor de mi solo tengo a gente que me sigue, es como si continuamente hablara conmigo mismo, y entonces, ni hay aprendizaje, ni hay comunicación.
Lo que suele faltar en redes sociales es precisamente lo que haría de éstas un escenario más sociable: Nos falta discrepancia de opiniones.
Algo, por otra parte, que deberíamos encontrar con cada vez más asiduidad, si estas redes fueran creadas por defecto abiertas (dependientes de estímulos externos) y no cerradas (dependientes de nuestra interación), habida cuenta de la descentralización informativa que vivimos, de que es ahora cuando el usuario tiene las herramientas adecuadas para labrarse su propio criterio.
Pero claro, siempre es más cómodo hablar con uno mismo que buscar la controversia.
Salir de la zona de confort, pensar out of the box, requiere fortaleza (y un poco de sadismo). Ser crítico es duro, y es un camino que según para quién, podría alejarnos de esa supuesta felicidad que nos ofrece la ignorancia.
Y sin ello, las redes sociales son un mero entretenimiento. No cumplen con la labor social a la que se les ha asociado.
Son, como decía Bauman, “una trampa placentera“. Un espejismo de sociabilidad, pequeños silos de confort.
Para añadir al comentario de tu anterior artículo, en el contexto que planteas las redes sociales no son más que otra herramienta de enajenación del individuo.
Hay un uso positivo de la sociabilidad digital. El problema radica en que tanto el cómo están desarrolladas, como los usos que habitualmente le damos, no giran en torno a ese principio social que a priori les da sentido, sino hacia el egocentrismo y la comunicación con uno mismo.