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Negocios Seguros
A principios de Marzo escribía sobre la posibilidad de que el día de mañana nuestra identidad pudiera ser verificada mediante patrones de comportamiento.
El cambio conlleva mucho más de lo que a priori parece, habida cuenta de lo que supone ceder parte de nuestra privacidad por la extrema usabilidad que otorga este sistema de verificación (básicamente tenemos que ser nosotros mismos para identificarnos en un servicio o dispositivo).
En el artículo comentaba que ya estaba empezando a usarse en ámbitos específicos como el corporativo, y que quizás el mayor problema que tendría un sistema de este tipo para aspirar llegar a la electrónica de consumo sería seguramente la confianza del usuario.
Pues bien, han pasado apenas 2 meses, y Google ya está trabajando en algo semejante (EN).
La idea detrás de Trust API es que el sistema operativo (Android, se entiende) gestione la identidad del usuario, de manera que el desarrollador solo tiene que fijar un nivel de confianza para usar su aplicación.
Identidad
Es decir, que lo mismo para utilizar una app de transporte urbano necesitamos cumplir los requisitos biométricos y de comportamiento suficientes para un nivel bajo de confianza, mientras que para entrar en nuestra app de banco, éstos requisitos sean los suficientes para el nivel alto de confianza fijado por el desarrollador.
El primer resultado de esa futura feature sería, a grosso modo, el fin de las contraseñas, que han demostrado ser un acercamiento aceptable pero insuficiente, al igual que el del segundo factor de autenticación, que es suficiente, pero muy molesto (poco usable).
El segundo resultado es que de facto aceptaríamos que Google gestione nuestra identidad basándose no solo en todo el conocimiento que ya tiene de nosotros, sino también en relación a los hábitos frente al dispositivo y elementos biométricos que nos son innatos.
Es más, se pierde entonces el sentido de dispositivo personal, habida cuenta que teóricamente Google podría identificarnos frente a cualquier dispositivo.
Lo cual de por sí da un miedo que no veas.
Lo cual de por sí seguramente acabe materializándose, y lo mismo de aquí a unos años nos parece lo más normal del mundo.
Madre mía la que nos espera…
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