Como bien sabéis, estoy de vuelta después de una semana en uno de los seminarios más intensos de mi vida, celebrado en las increíbles instalaciones de Universitas Telefónica en Barcelona (en serio, in-creíbles).
Allí, además de las tareas clásicas del seminario (trabajo en grupos, charlas, sesiones de SEP y deporte) se habló mucho sobre el futuro de la red, y por ende, del tercer entorno. Coincidía además la cita con el 25 aniversario de la web, por lo que no dudé en dedicarle una entrada (arriba enlazada) en tal señalado día sobre mis propias inquietudes al respecto.
Volviendo al tema, tuve la ocasión de poder hablar con algunas de las mentes que estaban detrás del Manifesto Digital (EN), así como diferentes personalidades del sector, tanto técnicas como de gestión, y recopilar todo ese basto conocimiento para trasmitir en este artículo algunas de las curiosidades que he estado observando.
La privacidad, ese derecho que algunos intentamos defender en cuerpo y alma desde hace años, empieza a llegar al grueso de la sociedad.
Hay quien lo achaca a esa ya llamada era Post-Snowden, aunque para un servidor, quizás el mayor detonante haya sido la democratización tecnológica que hemos vivido con el auge del smartphone.
Antes de que llegara, las revoluciones en el sector venían de la mano de grandes empresas. Con la apertura a desarrollos de terceros que supuso los markets de aplicaciones en iOS (por ser este el primer producto real que triunfó en el mercado), se dio un vuelco a la industria. Pasamos de depender de una compañía a que la compañía dependiese de una comunidad de desarrolladores externa. El verdadero valor de la electrónica de consumo de nuestra era era depender de la capacidad de la industria de generar incentivos para formar una comunidad estable y fuerte.
Aunque creo que sin duda esta situación es beneficiosa, el cambio supuso dejar de lado la calidad, un bien que por mucho que nos lamentemos es difícil de conseguir en proyectos ajenos a una estructura más corporativa, y queda por tanto aislada en pequeños núcleos (aciertos) de proyectos y startups con una fuerte formación empresarial.
De la falta de calidad, a la falta de privacidad. Y cuando el usuario pasa a ser forzosamente el cliente (el pago por datos), aparece una industria oscurantista, donde la explotación de datos se hace de forma opaca al consumidor. Falta calidad, nuevamente. Una calidad que ofrecerían las herramientas de control de sus propios datos al usuario, al igual que ya ocurre con el control del pago con dinero.
Por eso, me gustó sobremanera que desde Telefónica, el discurso se centrara en recuperar la confianza (la calidad, a fin de cuentas), y no tanto (aunque también lo he visto) en machacar a los reguladores y su poca gestión del mercado de las OTT.
Es importante señalar que hay negocio unido a la privacidad. En un mundo regido por gobiernos que no dudan en controlar a sus ciudadanos usando la tecnología. En un mundo dominado por unos Over The Top que hacen y deshacen con los datos de sus usuarios lo que les viene en gana, falta que alguien se levante y ofrezca una red donde el usuario pueda gestionar fácilmente su privacidad ¿Serán las telco? ¿Serán los proveedores? Qué más da. Lo que no podemos esperar es que salga del sector servicios (por el simple hecho de que hoy en día son ellos los más beneficiados). La cuestión es devolver el poder al usuario. Que ese usuario pase a ser cliente gracias a la confianza que le da el producto, no forzándolo a serlo.
P.D.: El viernes se celebraba la 6ª Sesión Anual Abierta de la AEPD (Agencia Española de Protección de Datos), y su director, José Luis Rodríguez Álvarez, decía una frase que que creo que resume perfectamente el discurso que deberíamos seguir:
“La confianza en algunos servicios de Internet está dañada, y sólo puede repararse con más privacidad y más garantías para el ciudadano.”