consumo bitcoin

Ya sabéis cómo está el patio últimamente.


En cuestión de unas semanas hemos pasado de la fiebre del oro con las criptodivisas, a echar pestes de ellas.

Los gurús de turno, esos mismos que antes recomendaban “invertir” en bitcoin y compañía, de pronto ahora alertan de la peligrosa volatilidad que tienen las criptodivisas, y se limpian las manos con todos los pobres incautos que han salido escaldados en el último bajón del mercado crypto.

La realidad, sin embargo, es que:

  • Por un lado, y al menos con el poco histórico que tenemos del mercado crypto (menos de un par de décadas), esto es totalmente normal: Es más, con el bitcoin se suele producir un bajón cada tres o cuatro años, bien sea por que, por cómo está diseñado su algoritmo, cada cierto tiempo el coste de minar bitcoin se duplica (un factor clave para revalorizar la moneda), bien sea, como ha ocurrido en este caso, por movimientos políticos (China volviendo a amenazar con prohibir el bitcoin en su territorio para empoderar su propia criptomoneda).
  • Por otro, es justo en estos momentos donde tiene más sentido comprar, ya que el coste es muy inferior. Claro que, como comentábamos hace unos días por el grupo privado de mecenas, a lo único que podemos esperar la plebe (esto es, tú y yo), es a enterarnos a posteriori, y por tanto, más que invertir, a especular.

De hecho qué casualidad, oiga, que una compañía como Tesla se hubiera adelantado a la gran caída cerrando la posibilidad de que los clientes comprasen sus coches con bitcoin.

Cualquiera podría decir que Elon Musk sabía que el bitcoin iba a bajar, ejem ejem…

Lo peor de todo esto, más allá del ya esperable abuso de acceso a información de las élites (por mucho que se regule, siempre va a ocurrir), es la excusa que ponían para ello.

De pronto, se habían dado cuenta de que el coste de minar bitcoin era altísimo. Y eso entra en conflicto con esos ideales medioambientales de la compañía californiana.

Sorprendente que el bueno de Elon se diera cuenta ahora y no cuando su compañía “invirtió” 1.500 millones de dólares en Bitcoin. O cuando aceptó pagos en esta criptodivisa…

Claro está, que por aquel entonces su precio no hacía más que crecer.

Business is business, ya tu sabeh :D.

¿Qué hay de verdad en el excesivo consumo energético y medioambiental del Bitcoin?

Pero bueno, que vamos a dejar de lado movimientos puramente económicos, y nos vamos a centrar en la tesis que defiende Elon.

El Bitcoin consume muchísima energía por el simple hecho de existir.

Y como es de esperar, hay una parte cierta en esta sentencia.


Según el Cambridge Center for Alternative Finance (CCAF), una entidad que podemos considerar bastante neutral en tanto en cuanto no parece tener interés ni en que las cryptos se estandaricen, ni en que desaparezcan, consideraba en uno de sus últimos estudios que el coste de minado del bitcoin (es decir, el trabajo de los servidores que permite que la plataforma bitcoin siga operando y generando nueva moneda) representaba el 0,55% del consumo mundial de electricidad (EN). Es decir, alrededor (según la fuente que consultes) de los 129 Tb/hora.

Para poder contextualizar este número, es importante señalar que, por ejemplo, el consumo de un país como Noruega representa alrededor del 0,5%.

Por lo que podríamos decir, en efecto, que el bitcoin consume más que todo lo que consume un país del primer mundo al año, como es Noruega. Y dicho así, pues oye, da como mínimo para pensar.

Ahora bien, el diablo, como en otros tantos casos, está en los detalles.

El consumo en sí no nos da mayor información si no lo es comparándolo con la fuente energética de donde sale.

Y aquí es donde empiezan los problemas, ya que la mayoría de los detractores de la crypto basada en blockchain han partido de la base de que toda esa energía proviene de energías fósiles. Principalmente, del carbón.

De ser así, en efecto estamos hablando de una moneda ya no solo con un gasto energético muy considerable, sino encima muy dañina para el medioambiente.


La realidad, sin embargo, es que hay una clara tendencia por parte de los mineros a conseguir la energía de sistemas renovables.

En diciembre de 2019, un informe sugirió que el 73% del consumo de energía de Bitcoin era carbono neutral (EN), en gran parte debido a la abundancia de energía hidroeléctrica en los principales centros mineros del suroeste de China y Escandinavia.

Por otro lado, la CCAF, que ha tenido en cuenta un universo de análisis mayor, estimó en septiembre de 2020 que la cifra se acerca al 39% (EN).

Tengan razón unos u otros, lo cierto es que el coste medioambiental sería significativamente menor.

Y hay otro dato más que me parece importante señalar.

Si lo comparamos con la que históricamente ha sido la reserva de valor por antonomasia (el oro), los números ya se desmadran.

Hoy en día se calcula que el consumo del minado de oro asciende a 475 millones de gigajulios al año, y tiene un coste anual de 105.000 millones de dólares.

¿El del bitcoin? 183 millones de gigajulios (casi una tercera parte) y conlleva un coste de 4.500 millones de dólares anuales (unas 20 veces menos).

Sin olvidar que, a estas alturas, supongo que sobra decir que el minado de oro es “un pelín” más contaminante y nocivo para la naturaleza (por eso de tener que levantar la tierra y destruir todo lo que haya encima y a su alrededor) que tener una granja de ordenadores en un edificio.

En fin, que hay, como mínimo, que tener en cuenta estos datos a la hora de hacer declaraciones como las que últimamente estamos viendo.

Por supuesto hay muchas otras cualidades intrínsecas del bitcoin, y en definitiva, de buena parte del resto de criptomonedas, que podemos achacarles, como es la volatilidad a la que están expuestas.

¿Pero justo el consumo energético del bitcoin y el impacto medioambiental asociado?

No lo tengo tan claro, sinceramente.

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