La semana que viene tengo un viaje de trabajo a Bratislava (lo comentaré en la newsletter del lunes, pero ya le adelanto que presumiblemente no habrá contenido en esta Santa Casa estos días), y motivo de ello, le escribí un tweet en abierto a la aerolínea (en este caso Iberia) para cerciorarme de que me permitirían viajar con una batería de 20.000 mAh en el equipaje de mano.
Los chicos estuvieron a bien en enlazarme a la página donde dejan claro la capacidad máxima de las baterías que podemos meter en el avión. Les agradecí la pronta respuesta, y ahí se acabó todo. O al menos, eso pensaba.
Unas horas más tarde recibía un MP de su parte pidiéndome que les diera el feedback oportuno, como puede ver en la imagen superior.
Le cuento todo esto porque precisamente esta misma semana Twitter ha decido actualizar su política de mensajes directos (ES), que desde ahora mantiene dos niveles distintos de MPs: Los que vengan de gente que sigues, y los que provengan de perfiles desconocidos o grupos de perfiles, con el claro objetivo de controlar el abuso que históricamente se está haciendo de estos sistemas de comunicación.
El SPAM es ya uno de los principales problemas de las redes sociales
Ya por 2013 un servidor alertaba de que más de la mitad del tráfico web mundial venía dado por bots, por puros automatismos. Por aquel entonces, el tráfico proveniente de personas representaba apenas un 38,5%. El año anterior era un 49%.
No he encontrado datos más actualizados, pero la evolución, casi 5 años más tarde, no ha podido ir más que in crescendo.
Esto no significa que estemos dirigiéndonos a un ecosistema tecnológico por definición nocivo, sino simplemente que el impacto de paradigmas como el Internet de las Cosas y la inteligencia artificial están cada vez más presentes en el mismo, y junto al resto de acciones llevadas a cabo por la máquina, generan un volumen mayor que el que generamos los propios usuarios de carne y hueso.
Ahora bien, al aumentar los automatismos, cobran cada vez más protagonismo las mecánicas de crowdturfing, como comentaba recientemente, y en líneas generales la tergiversación del ecosistema social.
Hace 20 años formado casi en exclusiva por el correo electrónico y los chats/foros (entornos por definición descentralizados), y ahora por la hegemonía cada vez mayor de grandes plataformas agregadoras: las redes sociales.
- Facebook, Instagram, Youtube… son cada vez más páramos autogestionados por máquinas. Desde aquellas creadas por el propio servicio para automatizar labores de mantenimiento y control, pasando por las de todo su ecosistema de servicios de terceros, hasta el uso que los usuarios le damos en base a dichos servicios.
- La Wikipedia, por ejemplo, baluarte del más puro éxito en un proyecto de crowdsourcing, mantiene ese pulso mundial como la biblioteca del saber humano más grande jamás creada precisamente gracias a todos los bots que sistemáticamente recorren sus entrañas editando su contenido, e incluso llevándose la contraria entre ellos.
- Y podría seguir hablando de todos y cada uno de los elementos que conforman la red de nuestros días: desde las plataformas publicitarias regidas por feudos automatizados, pasando por la propia infraestructura de Internet, por la tecnología que hay detrás de todos y cada uno de los servicios que se ofrecen en ella (esta página incluida, por cierto)…
Pero vayamos al grano.
El consentimiento explícito y la pre-moderación de Twitter
La cuestión es que de todas las plataformas sociales “importantes” del momento, la de Twitter es la que más libertad ha dado al usuario para abrazar los beneficios de los automatismos. Y unido a ese carácter ágil e inmediato que tiene la red de microblogging, ha sido pasto histórico de la nueva remesa del SPAM y la propaganda digital, antiguamente enclaustrado en los entornos descentralizados del momento (correo y chats/fotos, ya sabe).
Es muy fácil crear un bot que sistemáticamente publique contenido de forma automatizada definiendo en apenas unas líneas de código los inputs y los triggers, dejándolo colgado en algún servidor 24/7, y yéndose a dormir un rato mientras el sistema opera sin descanso.
En la charla que impartía hace un par de semanas sobre “Generación de Comunidades en torno a una Marca Personal“ explicaba cómo, sin caer en el abuso, la combinación de contenido automatizado con contenido programado por uno mismo y contenido lanzado en caliente en el momento es una de las maneras perfectas de tener una presencia digital estable en Twitter.
Pero recalco lo de “sin caer en el abuso”, porque la línea entre lo que podemos considerar éticamente (y hasta legalmente) aceptable, y lo que ya no lo es, es muy sutil.
Volviendo al ejemplo anterior, Iberia en este caso me ha pedido tras una comunicación (un trigger que depende de mí) lanzarme un MP automático. Y quiero pensar que es el último que recibiré de su parte. Cosa muy distinta ocurre cuando la comunicación se empieza de manera unilateral por parte del perfil emisor, y que para colmo es reincidente y periódica.
A los de marketing les encanta llamarlo “campañas de comunicación”, pero lo cierto es que además de resultar antinaturales (que levante la mano aquel que nunca ha recibido un mensaje impersonal de bienvenida cuando le ha dado a seguir a un perfil), según la nueva política de Twitter, en claro movimiento para cumplir la GRPD que se nos viene encima, podría ser ilegal.
La mayoría de servicios de terceros (de forma nativa Twitter no ha permitido nunca su automatización) han decidido o mirar hacia otro lado, o directamente desactivar la posibilidad de que sus usuarios puedan crear dichas campañas.
Sin embargo, Audiense (EN), una de las herramientas que más utilizamos con nuestros clientes en SocialBrains (ES), nos avisaba el lunes que habían decidido parar su Asistente de Reglas (el servicio que permitía automatizar las comunicaciones mediante MP, entre otros canales) y poner en producción uno denominado MP Broadcast, que viene a hacer prácticamente lo mismo pero dentro de los límites legales de Twitter (y de la GRPD), pidiendo consentimiento explícito al receptor.
Puede parecer un mero formalismo, y hasta cierto punto lo es, pero la gracia de todo esto es que seguramente de aquí a unos meses todo lo que nos llegue por MP de un emisor desconocido no nos sea por defecto notificado. Y en todo caso, la notificación estará varios niveles por debajo de una notificación de un perfil conocido.
Un pasito más de cara a controlar la mala praxis en materia comunicativa. Con el ojo puesto en las mecánicas de SPAM de la industria del cibercrimen, por supuesto, pero también, de paso, de todas esas estrategias de comunicación grises llevadas a cabo por el equipo de marketing de turno en nombre de compañías ampliamente conocidas por todos, y que no hacen más que enturbiar la profesión y la confianza que el usuario puede depositar en los canales digitales.