Gracias a Fernand0 (ES) llegaba a la pieza de Rachel Andrew para A List Apart titulada The High Price of Free (EN), que creo que da en el clavo en varios aspectos.
La pieza empieza remarcando cómo las barreras de entrada en la producción digital han bajado lo suficiente como para que sean casi anecdóticas.
Puedes montar una página web sin gastar ni un solo euro, tirando de un CMS autoalojado como puede ser WordPress.com o Blogger, utilizando un dominio que gratuitamente te da ese servicio, e incluso, rizando el rizo, apostar por un servidor propio que te salga gratis los primeros meses, como de hecho empecé yo.
Si en vez de una página nos conformamos con un perfil en alguna red social o con una cuenta de Youtube, más de lo mismo.
Y en la práctica los costes, conforme el proyecto crece, son más bien bajos:
- Por algo menos de unos 10 euros al mes (ES) tienes un hosting o un VPS más bien potente, suficiente en todo caso para el 90% de las necesidades de un proyecto digital.
- A nivel de software, WordPress, que como ya expliqué en su día es la mejor opción para casi todos los proyectos digitales que me suelo encontrar, es gratuito. Y cuenta con una inmensa comunidad de desarrolladores que ofrecen plugins y plantillas que o bien son gratuitas, o cuestan muy poco (en torno a los 40 euros, por poner un número).
- A eso súmale los 15 euros al año que te costará de media el tener un dominio propio, con sus propios correos (que puedes gestionar gratuitamente desde el propio hosting y/o mediante un proveedor de correo en la nube, también gratuito). Incluso es probable que el propio proveedor de hosting, con su contrato, te de uno gratis.
- Para la difusión del contenido, “estar” en Google es gratis, y compartirlo en redes sociales/foros y compañía, también.
- Y sobra decir que la producción de contenido, sea del tipo que sea, si tú te lo guisas y tú te lo comes, también se puede producir a coste 0.
Ahora bien, por un lado estamos obviando que además necesitamos un ecosistema tecnológico propio (ordenador/smartphone, conexión a Internet, contrato de luz…), que producir ese contenido y montar/mantener nuestra casa digital requiere de conocimiento (no todo el mundo sabe de desarrollo, de diseño, de producción audiovisual, de SEO, de marketing, de social media…), y de que todo eso depende a su vez de todo el trabajo que han hecho terceros para generar un ecosistema tecnológico que a día de hoy cuenta con esas barreras de entrada tan bajas. Ya no solo para desarrollar las tecnologías que nos permiten a día de hoy estar comunicados y democratizan la gestión de contenido en la red, sino por todos esos tutoriales y herramientas que terceros producimos para explicar cómo llegar a ello.
Y esto compete tanto a páginas webs, como en definitiva a cualquier negocio digital. Plataformas y servicios de intermediación como puede ser Amazon en el retail, PayPal en los pagos digitales o Steam en el mundo de los videojuegos, democratizan el acceso a este tipo de proyectos. Detrás de algo como un casino online de la talla de William Hill (ES) o un juego como Gris, por hablar de dos proyectos que he analizado recientemente, hay una serie casi ilimitada de sistemas, protocolos y servicios de terceros que hacen posible proyectos como éstos.
En definitiva, que el coste de sacar adelante un proyecto en Internet es alto. Altísimo.
Y paradójicamente, seguimos empeñados en pensar que Internet es gratis.
¿Quién paga entonces el coste de Internet?
Así llego a la parte de la pieza que me gusta. Esa en la que Rachel comenta que:
We know that not paying speakers and not covering speaker expenses causes events to become less diverse. The ability to give time, energy and professional skills free of charge is a privilege.
Lo que viene a decir que esas barreras de entrada que aparentemente son tan bajas a nivel presupuestario, están de algún modo limitando el acceso a esa generación de contenido únicamente a aquellos que como un servidor pueden permitirse dedicar horas a ello.
Que tener una página web la podría tener cualquiera de los que estáis por aquí. Pero tenerla requiere el desembolso de un coste (principalmente de expertise y dedicación en tiempo) que desincentiva a las clases menos pudientes, incapaces de afrontarlo.
Lo que de facto genera un Internet más elitista.
Y entiéndeme ese elitista como algo que es más malo que bueno.
Hace poco te comentaba en mi informe de transparencia del mes, que además aprovechaba para hacer un repaso de cómo ha ido el año a nivel de este proyecto, que un servidor sacaba de media (prorateando por ingresos del año) unos 600-700 euros al mes por PabloYglesias.
Puede parecer mucho (algunos en este país no llegan tan siquiera a esto), pero lo cierto es que si contamos el tiempo que me cuesta diariamente sacar adelante este proyecto, está claro que no me sale rentable. Y eso obviando el tiempo que ya he invertido (llevo 7 años con esta página, y te puedo asegurar que los cuatro primeros no vi ni un euro), que entonces me pongo a llorar.
Y hablo de ingresos, ojo, no de beneficios. Porque, de nuevo, pese a que el coste de producción en Internet es muy bajo, el coste de crecimiento créeme que es mucho mayor. Tanto como que hay meses que no solo no he ganado y he consumido las mismas o más horas del día en ello, sino que realmente he perdido dinero.
Y lo sigo haciendo, como bien dice la buena de Rachel, porque hasta ahora he podido permitírmelo. Porque me sirve de escaparate para conseguir nuevos clientes, y porque estoy en otros proyectos que son los que me ponen un plato de comida en la mesa cada día, e incluso me permiten cubrir esos costes extra que a veces requiere este proyecto.
Eso, que un servidor y muchos otros hacemos porque de verdad creemos que hace falta que alguien lo haga, es en sí mismo un problema, ya que al final el discurso medio de Internet está siendo creado por personas que por regla general o no vivimos de ello (ergo, pertenecemos a una clase media económica, social y cultural específica), o bien viven de ello, a sabiendas que el negocio publicitario está sujeto por su propia idiosincrasia a mecánicas de tergiversación (artículos publicitarios que se esconden bajo artículos patrocinados, contenido de marca publicado como contenido original…).
Por eso en su día me animé a sacar adelante el proyecto de micromecenazgo de esta página, al que le he ido paulatinamente metiendo más y más beneficios para incentivar a que todos aquellos que me leéis habitualmente y creéis que esto que hago merece la pena apoyarlo, os animéis a hacerlo.
No suelto otra vez el royo de todo lo que obtienes a cambio (que si acceso al grupo privado de Telegram, que si dos artículos extra a la semana, que si la newsletter de seguridad del miércoles, que si…), porque quiero que te quedes con lo principal.
En Internet todo tiene un precio.
Si tú no lo estás pagando, o bien eres el producto (publicidad), o bien alguien lo está haciendo por ti (como es el caso de esta página).
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