Ha pasado tiempo desde que diera mi charla sobre comercio electrónico en la UCM, y sin duda, el panorama ha cambiado.
Por aquel entonces, el bitcoin acababa de desplomarse, después de esa campaña, fomentada en mayor o menor medida por intereses económicos, que señalaban la posible dependencia de la criptomoneda de la industria del cibercrimen.
Y seguramente parte de razón había en las acusaciones. Y eso que el sector acababa, como quien dice, de empezar.
En estos últimos años hemos visto cómo la industria del crimen se ha diversificado y profesionalizado, siendo uno de los mayores vectores la proliferación del ransomware. De aquellas primeras muestras de Cryptolocker (ES), pasando por su evolución CTB-Locker (EN), hasta el más reciente Locky.
Piezas de código encargadas de infectar nuestros dispositivos, cifrar los datos almacenados y pedir un rescate por los mismos, que generalmente, se hace vía criptomoneda.
Pero ¿por qué ocurre esto así? ¿Y qué medidas se pueden tomar para paliar los efectos negativos del mal uso de las criptomonedas sin afectar en demasía a la propia ideosincrasia de las mismas?
El valor de las criptomonedas radica en su arquitectura
Criptomonedas como el bitcoin están basadas en tecnologías que permiten, a la hora de realizar un transacción, dejar un registro del mismo.
El problema radica en que debido a su atomicidad, resulta bastante complicado recuperar un registro sin conocer las claves del emisor y el receptor, y al no haber un órgano centralizado, la privacidad juega a favor de todos, industria del crimen incluida.
Es, de facto, uno de los mayores hándicaps que tiene la criptomoneda para volverse un elemento común de la ciudadanía. Hay un interés tácito en que la moneda física desaparezca, pero no a favor de una criptomoneda descentralizada, sino a favor de una moneda digitalizada, como son las actuales tarjetas de crédito y débito.
La razón es obvia: En el sistema tradicional de intercambio de bienes, existe un órgano central (ejemplificado en los bancos de cada nación) que controlan el flujo de dinero. Digitalizando la moneda lo que obtenemos además es un tracking continuo de hábitos de consumo de la ciudadanía, que creo que a estas alturas sobra decir que tiene un valor incalculable en manos de bancos, empresas de servicios, agencias de seguros,…
Por contra, la mayoría de criptomonedas tienen como ventaja que su valor no depende de un bien tangible (el oro, los bonos,…), sino justo lo contrario. Tecnologías como BlockChain, que están detrás de monedas como el bitcoin, obtienen el valor del propio uso que se le de a la moneda (trabajo de minería necesario para mantener el sistema), y podrían, en manos de un banco central (presuponiendo que este banco fuera capaz de gestionar un porcentaje significativo de toda la arquitectura), ser tergiversadas según fuera necesario.
Nada que no se esté hoy en día haciendo, ojo. Pero al menos sin una manera sencilla de que quedase expuesto el fraude.
El blockchain dota de valor al bitcoin, y sirve, como ya comentamos en alguna otra ocasión, para ofrecer un sistema bastante eficiente, en entornos controlados, de identificación de transacciones, sea para fines económicos o sea para cualquier otro fin.
Pero trasladar la figura de los “contratos inteligentes” (denominación que ha tomado esta característica) a un entorno descentralizado como el actual supone un verdadero reto.
Contratos inteligentes en entornos de criptomonedas
Así llegamos al punto que quería tratar en este artículo. ¿Y si la solución pasara por la emisión de licencias a nivel de cartera?
FinCEN (el organismo que “custodia” las transacciones con bitcoins en Estados Unidos) está trabajando en el otorgamiento de licencias (EN) para la utilización de billeteras digitales y criptomonedas.
La idea no es tanto cubrir todo el espectro comercial (está claro que la cartera que está detrás de un negocio fraudulento como podría ser el servicio de pago por rescate de un ransomware, o una tienda de drogas, no va a pasar por el aro), pero alguien que quiera usar su cartera para fines legales, podría estar interesado en licenciarse, máxime si la legislación acaba obligándolo.
Y el entorno se vuelve un poco menos complejo, al mantener la privacidad de los licenciados y perseguir conductas ilegales.
Por otra parte, perdemos algo de la esencia descentralizada de la moneda virtual, al tener que depositar la confianza en X organismos específicos, pero siempre y cuando se anteponga la privacidad de las comunicaciones, quizás sea el pasito que una moneda como el bitcoin necesita para estar amparada de forma generalizada.
Méxime considerando que debería con ello minimizarse las opciones de ROI de las cuentas de la industria del crimen. Si hay menos universo no controlado y al final resulta que las licencias funcionan como es debido, los cibercriminales deberían estar continuamente cambiando sus sistemas de pago, ya que cualquier transacción que fuera denunciada por una víctima licenciada sería una potencial vía de acceso a las autoridades competentes.
Y el registro que deja una arquitectura semejante es innegociable y absoluto.
Al final, como puede ver, se trata de llegar a un equilibrio entre seguridad, privacidad y descentralización.
Supongo que todos querríamos que los sistemas fueran lo más seguros, privados y descentralizados que se pueda. Pero tenemos que contar, máxime cuando nuestros ahorros están en juego, con la seguridad lógica de los activos y los usos malintencionados que pueda haber.
Si generamos un sistema inexpugnable (seguro, privado y descentralizado), proliferarán los negocios clandestinos, y eso acabará por mermar la seguridad (lógica) de todos.
Por contra, un sistema seguro, privado y centralizado ofrece a priori una herramienta perfecta para el poder, que acabará por pasarnos factura, ya sea a nivel de seguridad (tergiversación de los objetivos iniciales por parte de los que están arriba de la cadena) y como no, de privacidad.
Un sistema no seguro o uno que conlleve una nula privacidad no debería ni siquiera estar contemplado, ya que son activos que en este tipo de sistemas, junto a la integridad, deberían estar asegurados.
Queda por tanto encontrar ese tenso equilibrio que aporte más de lo primero sin perder mucho de lo segundo.
¿Qué le parece la idea?
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Interesante articulo, sin embargo pienso que la cuestión de criminales va más allá de si los bancos centrales tiene o no un control sobre el flujo de monedas; un ejemplo es HSBC que lavó millones de dolares del crimen organizado en México y sin embargo sigue operando sin ninguna restricción.
Sí, sí, por supuesto. Aquí atacamos a la tecnología, pero es solo uno de los múltiples frentes a considerar. Eso es innegable.
Aunque a los que nos tiran las conspiraciones nos encantan ver como culpables a grandes corporaciones, bancos, lobbies y a los malos de 24, algunos vemos en la realidad algo más complejo.
La regulación monetaria es necesaria en un sistema capitalista para evitar que se desestabilice, o, que, incluso los lobbies y los malos de 24, se hagan con el control dle mismo… O por lo menos limitarlo. En los miles de años que se lleva acuñando monedas, han habido múltiples crisis que nos han llevado a la actual regulación, y, tras cada crisis, se han puesto medidas para evitar que se repitan… O esa es la intención, puesto que la siguiente crisis será inevitable desde el momento que no se puede crecer hasta el infinito.
La aparición de monedas virtuales no sugetas a las reglas del resto de monedas pone en riesgo la estabilidad del sistema, no con el uso actual de las mismas, si no en el hipotético caso de ponerse al nivel de las otras.
El sistema actual de pago con tarjetas a través de la red permite un tracking, posiblemente necesario, para todos, el tracking que es posible realizar, y que en películas nos lo han vendido desde siempre como pulsar una tecla y tienes el historial completo de hábitos de consumo no se ajusta a un escenario real, puesto que para poder acceder a la base de datos de un banco es necesario tener acceso al banco, algo que no es posible si el banco no lo autoriza, puesto que medios para que no se pueda acceder tienen y ponen, pues posiblemente es el sector más securizado en internet. Ya no hablemos de saber en el mismo click si se ha comprado un kilo de naranjas o una tele de plasma. Abrir la puerta a que la policía accediese cuando lo necesitase sería abrir un enorme boquete para el robo de datos… Vamos, eso es lo que yo creo.
Ese mismo tracking es el que facilita a usuarios, bancos y comercios, poder saber aquellos datos de la transacción necesarios para poderlo revisar. El cliente saber cuando y donde ha pagado, el vendedor si le han pagado y los bancos y pasarelas de pago ser capaces de saber si la transacción económica se ha realizado correctamente.
Desde mi punto personal de vista, el punto donde es más fácil hacer traking lo tenemos en el punto final, es decir, el comerciante, que tiene información limitada del cliente, puesto que tiene el código de transacción, que anonimizaría al cliente, pero tiene el nombre del cliente y los 4 últimos dígitos de la tarjeta, lo cual permitiría tener los hábitos de los clientes que paguen con tarjeta. No tengo muy claro si es legal hacer dicho análisis, y, me da la sensación, que no se hace mucho…
Una moneda virtual es como el dinero que llevas en el bolsillo, si este desaparece de tu bolsillo no tienes forma de saber que ha pasado, vas recordando, he comprado esto y lo otro, total, los 50€ que llevaba en el bolsillo, es decir, no queda rastro. El banco no se entera y el comerciante lo tiene muy difícil de hacer tracking, de echo, si no comprueba debidamente el cambio, ya no tiene forma de arreglarlo. Por supuesto no queda ningún otro registro que puedan usar los malos de 24. La idea es que la moneda virtual permita exactamente lo mismo, pero en este caso, ¿qué seguridad podemos tener para que no nos roben? Personalmente: Ni idea.
Ciertamente, no existe regulación, pero si se sabe cuanta moneda va a haber en circulación, pues el algoritmo de generación prevé el número de bitcoins que va a tener actualmente y en el futuro. Esto va en contra de una regulación de los bancos centrales que deciden, en teoría, por la estabilidad cuando abren o cierran el grifo del dinero.
El enlace del fincen no parece más que un brindis al sol, habla de la indefinición de moneda o no moneda y que si quieres pagar su cuota deberás portarte bien. El ejemplo que pone me parece, con todos mis respetos, de lo más absurdo, hacer transacciones de compra de bitcoins con tarjetas fraudulentas no tiene sentido, la transacción no la aprueba el que está en posesión de la tarjeta, si no la entidad que la ha emitido y mantiene, quien decidirá si acepta la transacción o quien la denegará en el caso de que la tarjeta esté robada, caducada etc etc. Personalmente, tras leer el artículo veo mayor preocupación de como hay que catalogar legalmente el bitcoin que en su propia seguridad, al final, la anterior caída del precio del bitcoin fue debida al robo del dinero de muchas carteras de bitcoins de no recuerdo que empresa (pero referente en el mundo de los bitcoins), mañana será otra y pasado otra, puesto que unas y otras empresas tienen fallos en la securización de los sistemas y los protocolos tienen bugs que serán explotados por criminales para volver a robar.
En cualquier caso, si el uso actual de forma mayoritaria es el fraude, es más bien por los riesgos que entraña su uso, que son más fácilmente asumibles por aquellos que cometen actos ilegales, pero que nadie se engañe, hace mucho que se cometen delitos y robos a través de la red o fuera de ella, gracia me ha hecho que e el artículo citen como empresa seria a wester unión, que no dudo de su seriedad, si no del uso que se le ha dado a esta empresa para el fraude, al igual que para los bitcoins, puesto que en mi opinión, también es una moneda muy seria.
Así pues, por mucho que queramos controlar algo diseñado para no ser controlado no tiene mucho sentido, para controlarlo habría que encontrar algún fallo en el diseño criptográfico y romperlo, con eso se tendría el control y el final de la criptomoneda, que no del cibercrimen, que pueden seguir usando wester unión y muleros (por poner un ejemplo), como se ha hecho toda la vida.
Como reflexión final, cuando algo amenaza al poder, el objetivo es acabar con él, una moneda que escapa al control y manipulación por parte del poder es una amenaza que hay que destruir. El poder siempre utiliza argumentos como los que yo he citado para impregnar el miedo en la sociedad como respuesta a la amenaza. Dicho sea de paso, cuando le interesa hace todo aquello que ha dicho que no hay que hacer, y, si fuera necesario, utilizará las herramientas necesarias para que se legisle en su favor. Todo esto no quita para que este tipo de monedas sigan estando en pañales y en medio de una enorme incertidumbre. Si ya mucha gente tiene dudas de que puede pasar si pone su número de visa en internet… ¿Cómo va a usar bitcoins?