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Como seguramente muchos a los que os va a llegar esta pieza sabréis, llevo ya unos cuantos años utilizando como báscula en casa la Xiaomi Mi Scale 2.
Es, como dije en su día (y lo sigo pensando actualmente) la mejor que hay en cuanto a calidad/precio. Por lo que vale te da mucho más que la mayoría.
El caso es que parece que no debo ser el único que piensa lo mismo, ya que a la pieza siguen cada poco llegando comentarios y preguntas de otros interesados, hasta formarse en algunos casos un interesante debate con la eterna pugna que hay entre el usuario de a pie y los profesionales de la salud (médicos, dietistas…).
Un tema que de nuevo también hemos tratado por esta santa casa, y que recalcaba en la misma pieza. ¿Son fiables los datos que obtenemos de un dispositivo de estos?:
- Sí, siempre y cuando lo tomemos como datos puramente cualitativos: Es decir, con la idea de conocer nuestra evolución a lo largo del tiempo, e ir poco a poco mejorando los resultados.
- No, si tenemos algún problema serio, o por mediciones aisladas: La Mi Scale 2 cuesta hoy en día unos 56 euros (ES). Por este precio no podemos esperar la misma fiabilidad que va a tener un estudio médico hecho en un laboratorio. Además, el simple hecho de que por ejemplo me haya pesado justo después de venir de andar 16 kms ha influido en que mi porcentaje de agua sea inferior al que realmente el resto del día tengo, y previsiblemente también a que pesara los 76,7kgs, cuando realmente andaré por los 77-78.
Es aquí donde quería llegar.
Porque si juntamos los datos de una báscula como esta, con el resto de wearables que cada vez son más comunes en nuestro día a día, y sumamos a la ecuación una sociedad que por regla general no tiene conocimiento alguno de nutrición y salud, tenemos bajo mi humilde opinión el cóctel perfecto para el desastre.
Sin ir más lejos actualmente peso alrededor de 80 KGs, y eso, para mi constitución (soy más bien corpulento, con espalda de nadador) es un peso que perfectamente podría estar dentro de la normalidad. Me sobrarán a lo sumo dos o tres kilos.
El caso es que la Mi Scale siempre me dice que estoy en la franja de sobrepeso, casi a punto de sobrepasar a la de obesidad.
A alguien como a mi que entiendo que esto se debe a que la Mi Scale, como todas las básculas de electrónica de consumo en el mercado, basa sus datos en el IMC, una medida que solo tiene en cuenta la altura y el peso (y no por tanto la constitución), me la sopla.
Pero ¿qué le pasará a una chica que pese a que está adelgazando esta báscula siempre le diga que está gorda? No porque en efecto lo esté, sino porque está basando sus mediciones en un criterio fácilmente informatizable a la vez que profundamente inexacto… pese a que lo que va a ver la chica es un claro: te siguen sobrando unos cuantos kilos.
Estos días por Hipertextual (ES) hablaban con los creadores de varias aplicaciones de nutrición, y entre el esperable “mi APP ha sido creada aplicando todo el expertise de nutricionistas de renombre y por tanto a mi esta problemática no me aplica, PERO…”, hay de pronto un cántico a la realidad que cito por estos lares:
Uno de los requisitos principales del mundo del emprendimiento es detectar quién es el público objetivo de su negocio. ¿Cuál es el de las aplicaciones de alimentación?. “Ahora mismo tenemos muchísima información y la gente no es tonta. Puede que ayude a gente que tiene mucha información, pero no necesariamente para cambiar el hábito”, explica Zumaquero. El Coco, por ejemplo, busca dirigirse al grupúsculo de nuevas familias o gente de mediana edad que quiere comer mejor, aunque sus datos muestran una variedad de perfiles.
Para el grupo de nutricionistas, por ejemplo, estos sistemas van dirigidos a todo ese grupo poblacional que “no tiene ni idea de alimentación y se ha visto influido por las técnicas de marketing engañoso de la industria”, que no quiere decir necesariamente que lo dejen de comer. Los que están metidos en el mundo de la alimentación, explican, “no van a descubrir nada nuevo”.
Lo que me lleva otra vez a la reflexión de antes.
¿Qué impacto pueden tener estas “nuevas” herramientas en malas manos?
Porque ya por todos es conocido esos casos aislados de personas (Enrique Dans el primero) que han descubierto que tenían un principio de problema cardiovascular gracias a la medición del pulso continua de un Apple Watch. Como también la enorme cantidad de falsos negativos que han abarrotado algunas consultas médicas basándose en esa supuesta fiabilidad de medición en dispositivos que, recordemos, siguen siendo de electrónica de consumo, no médicos.
E iría más allá: ¿Si tu producto entra, aunque sea de forma diagonal, en las conductas y hábitos relacionados con la salud de tus usuarios, qué responsabilidades tienes sobre el mal uso que hagan esos usuarios de tu producto?
- Porque esa Mi Scale puede fomentar con sus valoraciones sesgadas que una persona encuentre argumentos de autoridad externos y supuestamente neutrales para empeorar una enfermedad como la anorexia o la bulimia.
- Porque una aplicación de nutrición como las que comentan en Hipertextual puede conducir a una persona que tiene un problema médico a consumir unos productos que no son aconsejables para su salud, argumentando que en efecto son más saludables que el resto.
Y ya sé que aquí entra nuevamente el hecho de que la culpa la tiene el ejecutor, no la herramienta (un cuchillo sirve tanto para cortar el pan como para rajarle a uno el cuello), pero al igual que la industria del cigarrillo ha tenido y tiene que seguir pagando por vender un producto nocivo (nadie te obliga a fumar, ojo), lo mismo el día de mañana parte de la responsabilidad que ahora se asume es del usuario se traslada a la propia industria de la cuantificación tecnológica de salud.
Pese a que se encuadre en electrónica de consumo. Simple y llanamente porque a cada paso se está volviendo el primer acercamiento real y masivo de la sociedad con un supuesto feedback neutral de hábitos saludables.
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