En XatakaCiencia (ES) han preparado uno de estos especiales en varias entregas sobre el caos en la tecnología, un artículo de investigación extenso perfecto para guardar en un Read it Later y disfrutarlo con calma a la noche.
De todo lo hablado, me quedo con una pequeña parte, y en especial con las palabras de Clay Shirky en su libro Excedente cognitivo, en referencia a «la cuota de caos» necesario (el porcentaje de disrupción que somos capaces de soportar en la sociedad) para favorecer la evolución sin hacer peligrar nuestro statu quo:
Vamos a dividir este problema en unos cuantos escenarios distintos. Uno podría ser “tanto caos como podamos soportar”: dejemos que un revolucionario intente cualquier cosa que quiera con la nueva tecnología, sin tener en cuenta las normas culturales o sociales existentes o el daño potencial que pudiera ocasionarse a las instituciones sociales actuales.
Otro escario sería el de la “aprobación tradicionalista”: el destino de cualquier nueva tecnología se pondría en manos de gente responsable de la manera de hacer las cosas en cada momento. Sería como dejar a los monjes que decidieran el modo de usar la imprenta o a la oficina de correos que determinara qué hacer con el correo electrónico.
Un tercer escenario, llamémosle “transición negociada”, supone una discusión equilibrada entre radicales y tradicionalistas: los radicales pueden proponer usos de la nueva tecnología, y entonces negociar con los tradicionalistas la forma de aprovechar lo nuevo al mismo tiempo que se conserva lo mejor de lo viejo.
Partiendo de que el supuesto dos es innegociable (para muestra los continuos ataques de los diferentes lobbies de la industria para mantener su control tradicionalista frente a nuevas figuras que revolucionan su sector), supongo que el truco estará entre el primer y segundo supuesto.
El autor del libro se decanta por el primero, amparándose en un fundamento que me cuesta rebatir: La sociedad tiende a mantenerse constante, por lo que será un lastre siempre para favorecer la evolución alejada como mucho de la incrementalidad. Si dejamos vía libre al revolucionario, la mayoría de ideas acabarán en saco roto por el propio peso de las desventajas, pero no por la presión conservacionista que todos tenemos en nuestro interior.
Mientras tanto, incluso en el escenario de “tanto caos como podamos soportar”, los radicales no serían capaces de crear más cambios que los que puedan imaginar los miembros de la sociedad. Hace cuarenta años que tenemos Internet, pero Twitter y YouTube tienen menos de cinco años, no porque la tecnología no existiera antes, sino porque la sociedad aún no estaba preparada para aprovechar estas oportunidades. El límite superior de “tanto caos como podamos soportar” es, pues, el tiempo y la energía que se requieren para la difusión social. Las nuevas ideas tienden a difundirse lentamente por las vías sociales; la difusión social no sólo está relacionada con el tiempo que pasa, sino también con las maneras en las que la cultura afecta al uso de nuevas ideas. (…) Las cuestiones relativas a la cultura y al contexto se aplican a la difusión de todas las tecnologías en cierta medida, pero especialmente a la tecnología de las comunicaciones, dado que el tejido conectivo varía con el tipo de sociedad que se conecta, y la clase de sociedad que se conecta varía con su tejido conectivo.
Un estudio que me hace cuestionar mis propios fundamentos (tengo que reconocer que antes de leerlo, era más partidario del tercer caso), generando una nueva incertidumbre (un nuevo caos) donde antes sólo tenía cordialidad.
Ahora seré un poco menos feliz… Viva la ignorancia.
P.D.: Y sí, hablamos únicamente de tecnología, aunque bien podría extrapolarse a otras facetas sociales… ¿Política dicen por el fondo? 🙂
En todo caso no me parece racional pensar que la sociedad sea la que regula la velocidad de los cambios. Creo que las innovaciones deben cumplir con ciertas características para que la sociedad las adopte. El hecho de que la tecnología permitiera twitter o youtube hace tiempo son simples anécdotas, puedo citar el ejemplo de los automóviles o del iPhone y su inmediata adopción. Creo que la tecnología y la innovación por si solas no tienen sentido hasta tanto no se les dé una utilidad clara y la utilidad no depende de las sociedades sino de la imaginación de las personas,
Hombre, en eso estoy de acuerdo. La tecnología y la innovación tienen que tener un trasfondo. De hecho creo que la propia innovación no puede darse sin él, aunque al final resulte ser distinto o hasta contrario del objetivo inicial.
Muy interesante lo que propones. Es complicado de analizar, puesto que ahí queda patentes mil y un inventos que en la práctica resultaban más productivos que los tradicionales, y no han sido aceptados por la sociedad. Es difícil entender la innovación sin la variable social, ya que a fin de cuentas, somos nosotros quien va a disfrutarla (o sufrirla).