Tiempo ha (qué rápido pasa todo…) estudié bastante el fenómeno de las criptomonedas, en general de la economía virtual y la arquitectura descentralizada
Dicho sea de paso que yo de economista valgo poco más que nada, y que si algo me atrae de este mundo (además de la eterna pugna por llevar las finanzas personales saneadas) es la importancia que la tecnología está tomando en todos los procesos críticos del sector.
Parte de ese estudio se tradujo en una charla que di en la Universidad Complutense sobre la evolución del mercado, desde el trueque hasta las monedas virtuales, pasando por temas que ya tratamos hasta la saciedad por estos lares, como el de la economía colaborativa.
Economía SWIFT frente a economía BlockChain
El bitcoin es quizás la criptomoneda más conocida a nivel mundial. Y es curioso porque por primera vez en siglos, estamos ante un soporte económico cuyo valor proviene de un sistema descentralizado, frente al de la moneda tradicional y su paulatina digitalización (tarjeta de crédito/débito).
Hasta entonces, la moneda tenía valor por el sistema de confianza depositado en los bancos. Estas entidades realizan transferencias internacionales utilizando (mayormente) un sistema denominado SWIFT, que normaliza las comunicaciones y gestiona la seguridad y la integridad de todo lo que se haga entre sus fronteras. Hablamos por tanto de una organización centralizada. Un organismo que gestiona la comunicación, y varios organismos que mantienen la confianza del mercado en la moneda gracias habitualmente a bienes o recursos materiales.
Frente a este paradigma, surge el protocolo BlockChain, en el que la moneda en sí no tiene valor alguno (una moneda virtual como tal ni existe), sino que su valor viene dado por la tecnología y recursos necesarios para mover esa abstracción hacia diferentes cuentas (diferentes carteras virtuales). De hecho, una moneda virtual no se posee. Lo que se posee es una cartera virtual (parejas de claves públicas/privadas) y las transacciones que se hayan efectuado.
Lo bonito del caso es que estas transacciones ocurren de manera descentralizada. No hay un organismo tipo SWIFT que ampare la seguridad e integridad de los datos compartidos, sino que es la propia tecnología de bloques la que asegura que estos aspectos se cumplan. La que mantiene el historial de comunicaciones.
Se rompe por tanto la intermediación, o según como se entienda, la intermediación se produce de forma abierta y masiva, diluyendo sus principales inconvenientes (reparto desigualitario del control, peajes que hay que pagar), lo que hizo que al principio las monedas virtuales como el Bitcoin fuesen consideradas por algunos críticos (lobby bancario, principalmente) un riesgo a su modelo de negocio.
Nada más lejos de la realidad.
El Banco de Inglaterra liberaba un paper (EN) en el que se preguntaba si la economía estaría ya preparada para transmitir la credibilidad (confianza) del dinero “tradicional” al virtual. Es decir, utilizar el protocolo blockchain para expedir virtualmente monedas “blancas”, que cada banco acuñaría con su propia moneda (Europa euros, EEUU dólares, Inglaterra libras,…).
Por EEUU se preguntan básicamente lo mismo. FedCoins (EN) sería el resultado, y sobra decir que Europa está estudiando el fenómeno, haciendo hincapié en los hándicaps que hay que superar (EN).
La cuestión es todavía más compleja de lo que parece, ya que al igual que pasó con el P2P, el blockchain no tiene por qué estar únicamente encasillado en este mercado.
De camino a la Democracia de Dispositivos
El protocolo de bloques encadenados únicamente define una manera íntegra y segura de realizar comunicaciones entre dos puntos descentralizados, con o sin igual arquitectura, manteniendo un registro público y seguro de toda las transacciones hechas. Y aquí radica precisamente su potencial, ya que lo vuelve de facto interesantísimo para entornos tan caóticos como el de la economía, y también como el del Internet de las Cosas.
Dos elementos, sean cuales quiera que sean, buscan comunicarse entre sí por un medio como es Internet. Y cada uno es de su padre y de su madre.
Podríamos estar ante un smartphone intentando comunicarse con una lavadora, ante una cámara de vigilancia enviando información a una webapp, ante un servicio realizando de intermediario entre un beacon y un mupi en un centro comercial. Cada uno con su propia arquitectura, su propia forma de comprender el mundo que les rodea, y unidos, ahora sí, por bloques encadenados estandarizados.
En un panorama tan adaptativo y masivo como el que se nos presenta, queda patente que no es posible apuntar hacia la centralización. Como mucho, a una suerte de sistema híbrido, que recoja las ventajas de uno y de otro (habría que ver también los riesgos), pero las piezas empiezan a encajar.
Así es como más pronto que tarde este crecimiento exponencial de dispositivos y servicios conectados tendrá que llegar a la llamada Democracia de dispositivos. Un billón de bocas y oídos automáticos comunicándose todos con todos, de manera totalmente descentralizada. Cada uno con su lenguaje, pero interpretando el de los demás, y a sabiendas de que en cualquier momento un nuevo “individuo” que hasta ahora desconocíamos puede entrar en la conversación.
Y el término no lo ha acuñado un servidor, sino IBM en un reciente paper (EN).
¿Será el protocolo blockchain el futuro de las comunicaciones descentralizadas? Pues sinceramente, apunta maneras. Cada bloque nuevo contiene el historial completo de las transacciones anteriores (podría usarse de libreta de direcciones como ocurre hoy en día con la gestión de dominios de internet, pero de forma descentralizada y pública), y el sistema, aún considerando que no es 100% infalible (EN), parece lo bastante seguro como para depositar la confianza en él (a fin de cuentas, no es menos seguro que un sistema basado en la confianza que otorga un organismo centralizado).
Lo que no quita que se compatibilice con otros para según qué objetivos y recursos tengamos (hay que recordar que una arquitectura blockchain precisa de un trabajo en recursos relativamente alto (minería de bloques) que permite la lectura y escritura del historial cifrado).
Como mínimo, el futuro parece la mar de interesante, ¿verdad?
P.D.: Pido perdón de antemano por la cantidad de material adjunto que he compartido en el artículo. Pero creo que el tema merecía la pena :).
¿Democracia?. La Blockchain será cualquier cosa menos una democracia. Primero que todo descentralizada, no hay ninguna autoridad central en la que se deposite toda la confianza del funcionamiento del sistema; es abierta y transparente, cualquiera puede entrar en la red como minero y participar en la producción de la moneda y validación de las transacciones; es libre, cualquiera puede gestionar su propio dinero, realizar transacciones y manejar la privacidad de sus finanzas. Una democracia en el mundo de los dispositivos electrónicos seria una muy mala idea. Imaginen que unos dispositivos “inteligentes” legislativos y unos servidores centrales reguladores dictaran como funcionan los dispositivos ciudadanos: se le obligaría a obtener una licencia para poder ejecutar sus acciones (licencias del estado), a que precio pueden pagar a otros dispositivos por ejecutar una acción (salario mínimo), a que precio pueden ofrecer sus servicios a otros dispositivos en la red (tablas de precios), que software tiene permitido instalar (control del sistema educativo), cuanta energía deben consumir al día (control de los recursos naturales) y reportar todas sus acciones al servidor central regulador (regulaciones y protección al consumidor), los dispositivos podría ser desconectados de la red centralizada. Los dispositivos ciudadanos no podrían tomar ninguna de estas decisiones por si mismos sin antes haber sido aprobado por los dispositivos “inteligentes” legislativos y haber reportado en la base de datos del servidor central regulador.
La confianza en blockchain la da el propio sistema, que no difiere tanto del nivel de confianza que daría una entidad centralizada (cada una tendrá sus ventajas e inconvenientes, pero en todo caso anda por ahí).
Y ten en cuenta que gestionar una red centralizada para billones de dispositivos que son de su padre y de su madre (cada uno de diferentes fabricantes y por ahora sin estandarización clara) complica aún más las cosas Bitcoinero.