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little brother

Hay una escena en Years and Years, esa pedazo de miniserie (6 únicos capítulos, si no la has visto ya tienes trabajo) que en su día consideré de las mejores series distópicas del momento por su cruda realidad, que ejemplifica bien el tema del que quería hablar en esta pieza.

La trama de la serie gira en torno a los acontecimientos que hay tras el Brexit.

Con un Reino Unido (y en mayor o menor medida el resto del mundo) virando hacia movimientos populistas, y creando poco a poco y de forma «democrática» una dictadura que, entre otras cosas, recupera de los nazis (o de la Unión Soviética para no molestar a nadie) la idea de campos de concentración para extranjeros y refugiados (ya sabes, los de fuera vienen a robarnos nuestro trabajo…).

Cuando parece que a los refugiados no les va a quedar escapatoria, llega la redención: los exiliados consiguen anular las torres de bloqueo de señal que poblaban el campo de concentración en el que los tenían metidos. Ahora, gracias al poder de sus móviles, grabando cómo los militares les estaban tratando en esas instalaciones, con una brutalidad criminal que rayaba la limpieza étnica, lograrían hacer oír su historia entre el público y derrocar al gobierno. 
Imposible no ver el paralelismo con las situaciones, en este caso de nuestro presente real.

Volviendo a nuestros días, dos policías de Buffalo, en el estado de Nueva York, fueron suspendidos de empleo y sueldo. Un vídeo grabado por un periodista in situ mostraba cómo un agente lanzaba al suelo de forma completamente gratuita a un señor de 75 años, éste empezaba a sangrar por la cabeza tendido en la acera y ninguno de las decenas de funcionarios del orden allí presentes hizo nada para socorrerlo.

El informe inicial del departamento decía que el anciano «tropezó y se cayó», y ha sido sólo después de que se conociese la filmación (y tal vez de su amplia repercusión en redes sociales) que el alcalde de la ciudad solicitó (EN) al cuerpo policial que se cambiase el informe y se le retirase el permiso a los dos verdaderos responsables del incidente, pero la presión ha sido tal que ahora irán a juicio por agresión (EN).


El tema lo analizaban con bastante profundidad estos días por Magnet, y me recuerda mucho a la base teórica que en su día, años ha, compartíamos por estos lares hablando sobre el impacto que tendría el Little Brother: El que de pronto cualquiera de nosotros tuviera siempre en el bolsillo una cámara capaz de inmortalizar cualquier injusticia frente a nosotros.

La cosa es que esto da para hablar largo y tendido, porque en efecto abre la veda a que injusticias que antes venían dadas por parte de los que supuestamente tienen el deber de hacer cumplir la ley, ahora lo tengan algo más jodido para cometerlas.

A la mente se nos vienen esos policías norteamericanos que, casualmente, apagan sus cámaras cuando van a hacer algo que no deberían hacer. Y como son policías su palabra va a misa.

Gracias a los smartphones la cosa va poco a poco equilibrándose, y casos como el de Buffalo probablemente pasen de ser una anécdota a la realidad.

Ahora bien, no todo tenía por qué ser bueno.

Y es que la democracia, como su propio nombre indica, es democrática. Y esto supone también que de pronto millones de personas, cada una con sus propios intereses, tienen la facultad de crear grabaciones que podrían estar tergiversadas.

Y no, no me refiero a deep fakes. Al menos todavía. Me refiero a que según cómo grabemos algo, puede parecer una cosa o parecer otra.


Vuelvo otra vez a tirar de hemeroteca y pensar en esas colas de gente esperando para comprar en el confinamiento y cómo, según utilicemos un objetivo normal, o un teleobjetivo, podría parecer que en efecto la gente estaba respetando el espacio de dos metros de distancia (lo que estaba ocurriendo en la realidad), o que estaban todos juntos (las fotos que utilizaron algunos para sembrar más odio por redes sociales).

Que está bien por supuesto que tengamos esa herramienta al alcance de cualquiera, pero es precisamente esa capacidad de servir de altavoz la que muchos están aprovechando para, en nombre de la democracia y libertad de expresión, verter mierda malintencionada en los discursos sociales.

Twitter es un gran ejemplo de ello. Hace poco, y mira que lo evito, entré en una discursión con unos amigos madrileños que se hacían eco de una de estas colas kilométricas de gente. En el vídeo, grabado con un smartphone y con la voz de quien fuese su dueño (no sale en ningún momento), comparaba esto con la difícil situación que nuestros amigos venezolanos están pasando en esa dictadura que tienen como país.

Yo, que vivo también en Madrid, sinceramente no he llegado a ver esas colas kilométricas. Y tirando del hilo al final descubrí que precisamente esa cola se montaba porque ese establecimiento en particular, junto con una asociación de vecinos, estaba REGALANDO comida.

Que claro, sin el contexto pareciese que en Madrid la gente no tenía acceso a suministros básicos… cuando la realidad es que esto se debía a otro tema (en España y en todo el mundo si te regalan algo la gente hace la cola que haga falta).

Así que un hurra por esa democracia smartphone, o por ese Little Brother, pero sin olvidar que porque esto lo publique Perico el de los palotes y no el medio de comunicación o las fuerzas del orden de turno, eso no significa que no tengamos que seguir tomando la información con sumo cuidado:

La cámara, sea en vídeo, en audio y/o en imagen estática, apunta hacia donde nosotros queramos que apunte, y bajo las condiciones que a nosotros nos interesa mostrar.


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Articulo exclusivo PabloYglesias