El tribunal de Luxemburgo sienta con el último dictamen un precedente en tanto en cuanto a la gestión del contenido en la red: Los buscadores estarán ahora obligados a desenlazar contenido personal (ES) que cumpla con unas (en principio) estrictas acotaciones.


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Entra en vigor así el derecho al olvido en la red.

La decisión viene a dar la razón a Mario Costeja, un ciudadano que en su momento fue acusado de morosidad por la Seguridad Social, que aparentemente ya había solucionado, y que encontró en internet ese pasado que lo perseguiría por el resto de sus días (y las de su hijo, que al parecer se llama igual).

Lo curioso del caso, y lo que me deja ese regustillo ácido en el cuerpo, es que en vez de tomarla con La Vanguardia (ES), que era el promotor de la noticia, le pareció interesante hacerlo con Google. Y ahí es donde, a la vista de la resolución, tenemos que preocuparnos.

Que ahora Mario Costeja pueda limpiar su buen nombre de las búsquedas en Google por algo que aparentemente está solucionado me preocupa como usuario de Internet. Bien es verdad que como ciudadano, y si nos quedamos en la corteza del asunto, la medida parece protegernos. Pero ahora piense ese futuro inmediato en el que los buscadores ofrezcan no toda la verdad, sino el lado bonito de cada uno (ES).

Miremos un poco más allá, a ese momento en el que el político de turno se puede asegurar que su inoportuna contestación fruto del calor del momento en una red social pueda quedar olvidada. O a aquel que, gracias a su poder, puede utilizar la indexación del buscador como hacha de batalla en un juicio frente a todo usuario que haya decido dejar plasmado en la web algo que al primero no le interesa (aunque sea verdad).

No se lleve a engaño. La decisión del Tribunal Europeo no protege al usuario, sino a los que como Mario Costeja tienen influjo suficiente como para plantar cara a la neutralidad informativa.

Google no dice ni deja de decir nada de una persona. Google (o Bing, o Yahoo, o …) únicamente enlazan contenido. Si ese contenido dice algo de ti que atenta contra el honor, la intimidad o la propia imagen, si de verdad crees que es un ataque hacia tu persona, carga contra el medio, y no contra el intermediario. Porque de lo contrario estamos perdiendo una parte esencial de internet: el derecho de enlazar.


El fin de los buscadores como aquellos agregadores de contenido. Que sí, que estaban supeditados a las burbujas de filtros. Pero esas burbujas las creábamos nosotros, según nuestro historial e intereses, y no bajo demanda de un tercero.

Un servicio que ya no mostrará la verdad que a nosotros nos gusta ver, sino la que alguien ha creído oportuno que debemos consumir. Modificar el “pasado”, obviando la parte fea de la historia.

Y eso es malo, se mire por donde se mire.