emprendedores empresarios

El otro día, de la que volvía de mi sesión matutina de hacer como si corro running, me encontré en una esquina del camino estos dos billetes de 10 euros.


Por supuesto, lo primero que hice fue agacharme para cogerlos.

Con suspicacia, eso sí. Un ojo fijo en ellos, no fuera que se escapasen, otro ojo mirando como un búho a los alrededores. Casi esperando que de pronto alguien saltara de los matorrales con una cámara en mano para avisarme que había sido una broma.

Pero no. Los dos billetes eran reales. Y joder, cuando te pasa esto, por tonto que sea, te llena de alegría.

¡Subidón!

Mi siguiente movimiento fue, con la mano que tenía libre, ir a abrir el bolsillo de mi cortavientos. Y entonces descubrí que el bolsillo estaba abierto.

Ceño fruncido.

Metí rápidamente la mano, para constatar lo que ya me suponía: A ese bolsillo le faltaban dos billetes de 10 euros. Los mismos que me devolvió en la tarde del día anterior el chino al entregarme la comida.


El cerebro hizo entonces su magia: La única explicación posible es que los dos billetes de 10 euros que había encontrado eran míos. Concretamente los que había perdido seguramente hacía veinte minutos, cuando pasé por ese mismo lugar.

¡Bajonazo!

Me volví a colocar los cascos, que con el subidón los había dejado caer por debajo de la braga, y mientras volvía a trote, caí en la cuenta que había recuperado veinte euros. Veinte euros que hacía un rato, y sin saber, había perdido.

Así bajo la faja que hacía las veces de mascarilla, una nueva sonrisa, que me acompañó un buen rato del trayecto.

¡Subidón!

¿Por qué te cuento esta historia?

Pues porque creo que ejemplifica a la perfección el día a día de un emprendedor. Algo que por más que intentemos, es normal que el trabajador por cuenta ajena no llegue a comprender.


Cuando tu negocio depende principalmente de ti, vives cada día al borde del abismo, y eso a la larga acaba creando callo úlcera.

Créeme lo que te digo. Seguramente cualquiera de la sala que esté en esta tesitura puede constatártelo:

Hay días que te levantas pensando que te vas a comer el mundo.

Justo a media mañana un cliente te avisa de que tiene que parar el trabajo porque los números no salen, y caes en ese abismo de negativismo esperable:

Yo para qué demonios me he metido en esto.

¿Merece la pena seguir picando piedra?


Te vas a comer disgustado, y a la vuelta descubres una nueva consulta de presupuesto.

Pues ale, subidón.

Joder, ¡claro que merece la pena!

A ver si con un poco de suerte me entra este cliente y así consigo estabilizarme un poco más

….

Y entonces caes en la cuenta, después de la enésima revisión de la aplicación bancaria, que ese otro cliente aún no te ha pagado, y que ya te debe cuatro meses.

Bajonazo.

¡Con lo bien que viviría con un sueldo fijo!

¿Quién me manda meterme en estos berenjenales?

Si ya lo decía mi madre…

Para terminar la media jornada típica del emprendedor (es decir, 12horas diarias, 84 semanales) con un mensaje en la aplicación de mensajería privada y personal de turno de otro de los clientes, que te agradece haberle devuelto por primera vez en décadas la ilusión por algo.

Un emprendedor más, vaya. Un trabajador por cuenta ajena que ha decidido emprender con algún proyecto propio y ahora bebe de ese néctar envenenado que es el emprendimiento.

La dificultad de lidiar con la montaña rusa emocional del emprendimiento

Este artículo va dedicado principalmente a todos los que habéis sido o seguís siendo emprendedores. Pero sobre todo lo he escrito para que se lo compartáis a vuestros amigos y familiares. Esas personas que tenéis alrededor, que no dejan de ser los pilares en los que lloráis y cogéis fuerza para seguir luchando por esa idea que tenéis en mente.

La vida del emprendedor es complicada no solo porque a nivel puramente regulatorio la cosa esté bastante complicada, y la administración pública sea más un problema que una ayuda.

Tampoco porque TODO depende de ti.

  • Cuando trabajas por cuenta ajena, tú te encargas de hacer tu trabajo las horas que competa, y luego te olvidas.
  • Cuando emprendes, trabajas las horas que tengas que trabajar, y luego sigues trabajando y formándote para conseguir clientes, para dar a conocer tu proyecto, para entender cómo debes tributarlo… Que estudiar marketing online es una buena opción (ES)… que pasa a ser prácticamente necesaria para emprender. Y lo mismo con las ventas, con el hablar en público, con los aspectos legales y fiscales, con los administrativos… Eres el “hombre orquesta”, que debe como mínimo saber un poco de todo, y además aprender a delegar lo que debes dentro de las limitaciones, normalmente considerables, que tengas.

Emprender es jodido porque para hacerlo tenemos que aprender a luchar contra nuestro yo. Ese que constantemente está empujándote hacia la derrota. Ese que te repite una y otra vez que las cosas no van a salir.

Que como dicen por ahí, hay que pensar out-of-the-box. Salir del status quo. Tener pensamiento lateral. Remar a contracorriente. Quédate con el término del vendehumo que más te guste.

Y lo peor de todo es que si nos basamos únicamente en las estadísticas, el muy cabrón tiene la razón (tu Yo, me refiero, no el vendehumo).

¿Cuánta gente acaba viviendo de su propio negocio?

¿Cuánta acaba siendo su propio jefe?

Ya te digo yo que por mucho que repitan el mantra los gurús de turno, muy pero que muy poca.

Que ese chaval que sabe tropocientos idiomas, ha sido consejero de la NSA y de Barack Obama, y al parecer ahora no tiene otra cosa mejor que hacer que enseñarte cómo llegar a su nivel con un curso que vende a través de Youtube Ads, no te está diciendo la verdad.

Como tampoco lo hace ese otro que se saca vídeos en el parque ese de Madrid donde están las maquetas de las principales maravillas del mundo, como si fuera de verdad un nómada digital, y que tiene el método definitivo para ganar dinero en Internet.

O el que te enseña de pasada su chalet y su deportivo (seguramente ambos alquilados una hora para grabar el vídeo) y que ha hecho millones con el trading y la inversión en criptodivisas.

O el niñato ese que factura decenas de millones con dropshiping.

¡Sí, claro! Les va tan bien con su negocio principal, que quieren enseñarte a ti cómo hacerlo… por un módico precio…

La realidad es que emprender es una mierda (“una mierda así de grande”, como dice Èlia), es para colmo una carrera de fondo (no un sprint) y que la mayoría fracasaremos antes de llegar a meta (si es que hay una meta, que esa es otra).

Pero aún con todo:

  • A sabiendas de que a nuestro alrededor parece que todos en Instagram llevan una vida perfecta.
  • A sabiendas de que los números están de nuestra contra.
  • A sabiendas de que el mercado es de todo menos transigente con los autónomos.
  • A sabiendas de que tu madre, o tu pareja, o ese amigo, te están repitiendo continuamente que mejor estudies una oposición y “te dejes de hacer el tonto”.

Emprender es lo mejor que podíamos hacer.

No es para todo el mundo (¡afortunadamente!), pero como cualquier otra droga genera adicción.

Así que hazlo. Y fracasa, pero intenta fracasar sin pringar mucho dinero/tiempo, y vuelve a intentarlo, habiendo aprendido del fracaso anterior.

Porque la alternativa quizás no esté hecha para tí.

Porque no hay nada peor que quedarse con la duda. Con el ¿Y sí?

E intenta encontrar ayuda (emocional, me refiero) en la gente que tienes cerca. Pese a que alguno no llegue nunca a entenderlo.

Geralt de Rivia, un emprendedor (y autónomo) nato

Y si estás en el otro lado, pese a que no entiendas por qué lo hace, parafraseando la canción de The Witcher, deja tu hombro al emprendedor cuando lo necesite.

A veces solo con ayudarle a soltar un poco la presión habrás hecho más de lo que podrías creer.

Que ese emprendedor que tienes delante además sigue siendo persona.

Y que puede estar equivocado en sus premisas (el tiempo y el mercado le dará o no la razón), pero es probable que necesite verlo con sus propios ojos.

Por eso de no quedarse con el ¿Y sí…? que tanto daño le podría llegar a hacer…

Mi madre siempre decía “Quien no llora, no mama”.

Y cuánta razón tenía la cabrona… Pese a que sea el perfil menos emprendedor (para temas laborales, me refiero) que pueda haber.

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