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Hace ya algo más de un año profundizaba por estos lares sobre la tiranía de las mayorías, una realidad que salpica a todo sistema democrático, mediante la cual, por regla general, aquellas decisiones/ideologías de la mayoría tienden a prevalecer frente a las de las minorías.

A nivel macro, es algo esperable y benigno. A fin de cuentas, un sistema democrático se basa en aceptar lo que la mayoría prefiere. El problema viene cuando a medio/largo plazo nos damos cuenta de que sistemáticamente solo lo que la mayoría decide sale adelante. Y puesto que la mayoría, en líneas generales, tiende a pensar lo mismo, se llega a una suerte de exclusión de las minorías que por un lado podemos considerar positivo (los radicalismos suelen perder la batalla), y por otro podríamos llegar a considerar nocivo (no representa al grueso de elementos que conforman el sistema).

La teoría está muy bien, y se aplica con bastante acierto en la amplia mayoría de situaciones, pero no explica entonces el porqué de vez en cuando los radicalismos (y no solo políticos) acaban ganando la batalla.

De eso mismo quería hablar hoy. De la contrapartida a la tiranía de la mayoría, y cómo sirve de pilar para comprender el impacto de las campañas de manipulación masivas que hemos estado viviendo estos últimos años.

La dictadura de las minorías

Nassim Taleb no le dio muchas vueltas a la hora de poner nombre a lo que podemos considerar su teoría (o al menos, uno de los que más ha escrito sobre el tema). Este principio intenta dar explicación al porqué, de pronto, las opiniones de una minoría acaban imponiéndose a las del resto (EN).

Casos como los del Holocausto, por supuesto, pero también el de la comida kosher en EEUU (curiosamente la mayoría de las bebidas de Nueva Inglaterra cumplían en su momento los requisitos para ser considerados kosher (ES/PDF), es decir, seguir las normas alimentarias judías, pese a que el porcentaje de judíos es más bien anecdótico), o de que cada vez más carne europea (ES) se sacrifique siguiendo las normas del halal islámico.

Según Taleb, para que algo así acabe ocurriendo, es necesario que se den dos condicionantes:


  • Dispersión homogénea: Esa minoría debe estar repartida lo más homogéneamente posible en todo el territorio. Si únicamente está presente en unos puntos aislados (guetos), lo más probable es que la capacidad de impactar en el ideario de la mayoría sea casi nula. Algo que en su día ya había definido Granovetter como la fuerza de los lazos débiles (EN/PDF). Pese a la idea preconcebida de que lo que más nos impactan son las opiniones de nuestros círculos cercanos, Granovetter demostró que a nivel global tiene muchísimo mayor impacto las relaciones débiles (conocidos, desconocidos que viven cerca,… los nodos comunitarios a fin de cuentas).
  • El costo de implantación: El segundo elemento en discordia tiene que ver con las barreras de entrada que tiene tomar esa idea/acción a nivel personal. A menor coste (económico, cultural, religioso, social…), más fácil es que lo que propone la minoría acabe trasladándose a la mayoría. Volviendo al caso anterior, creo que a la gran mayoría de personas no nos afecta para nada que se sacrifiquen animales bajo un rito islámico , pese a ser algo crítico para una minoría. Y lo mismo con las bebidas, o con los productos sin gluten.

Bajo estas dos premisas, Taleb llega a la conclusión de que hace falta tan solo un 3-4% de masa crítica para que una idea de bajo costo que cuente con la presión adecuada acabe por volverse mayoritaria. Sin embargo, según un reciente estudio de Coglode, el punto de inflexión se encontraría en el 25% (EN).

25 por ciento

También hay que considerar que mientras Taleb se centraba en casuísticas con un impacto social muy bajo, estos investigadores apuntaban a cambiar hábitos arraigados en los participantes.

Por tanto, podemos considerar que esa masa crítica se encuentra en algún punto intermedio, dependiente en todo caso de los elementos de cambio a estudiar y de la morfología de ese universo de personas (el nivel de clusterización de sus grafos, las relaciones que se dan entre ellos,…).

Volviendo a las fake news

¿Y qué tiene que ver todo esto con las campañas de tergiversación informativa?

Mucho. Muchísimo.

Como ya expliqué en su día, las campañas de propaganda se basan precisamente en apuntar hacia targets específicos de la sociedad que pueden radicalizarse bajo premisas que, habitualmente, son claras, concisas… y profundamente simplistas.


Estos días hemos estado viendo cómo tras la publicación por parte de FireEye de un estudio (EN) sobre la estrategia seguida por Rusia e Irán a la hora de influenciar en el votante de varios países occidentales, las redes sociales, principal canal de viralización de estas campañas, han empezado a tomar medidas de premoderación y expulsión de discursos alternativos claramente tergiversados.

Lo chulo del caso es que la manera de atacar a dichas audiencias se ha basado en la más pura tergiversación de debates verticales. Identificar, por ejemplo, qué porcentaje de la sociedad es susceptible de creerse teorías conspiranoicas sobre las vacunas (EN) o sobre la inmigración (ES), engancharles con ese tema, para luego ir poco a poco redirigiéndolos hacia los derroteros buscados (el enemigo final es X partido político, que se ha mostrado, sea verdad o mentira, radicalmente en contra de tu ideología, por lo que no te va a tocar otra que votar a estos otros).

Una estrategia más antigua que el comer:

La mejor manera de definir a un colectivo es definiendo a sus adversarios de forma trivial (un elemento único contrario a nuestra ideología), ya que así maximizas el impacto de este colectivo (bien desarrollado, casi cualquiera podría sentirse identificado con ellos).

Una radicalización de las minorías, que llega a su cenit cuando paulatinamente dichas minorías, que recalco no tienen por qué tener nada en común, acaban conformando una masa crítica suficiente (entre ese 3 y ese 25% del que hablábamos) para causar revuelo en la sociedad.

Lo justo como para que a los que ni les va ni les vienen sus demandas acaben pasando por el aro, y por el propio peso social, acaben arrastrando a aquellos que lo mismo hasta tenía una idea clara y contraria sobre ello.

El corolario es por todos sabido: De pronto los estadounidenses tienen un despropósito de presidente en la Casa Blanca, y por Europa han resurgido los movimientos de extrema derecha, llegando incluso alguno a tener representación en el gobierno (véase el caso alemán). En España hemos vivido una de las mayores crisis existenciales de nuestra historia, con un porcentaje de ciudadanos demandando la ruptura del país.


Frente a la manipulación, concienciación

No quería terminar sin volver a hablar de lo mismo. Que sé que me repito, pero es que es lo que hay.

La única manera que hay de combatir el impacto nocivo de las fake news es labrando un sentido crítico en el grueso de la sociedad. Ni más, ni menos.

Todo lo que las redes sociales y servicios de mensajería hagan a nivel de moderación o de desarrollo de filtros (ES) en sus sistemas es un añadido, pero ni mucho menos va a servir para erradicar este mal.

Lo que se necesita es que el ciudadano sea capaz de leer una noticia (como es ésta), consultar las fuentes de información (los enlaces que he ido compartiendo en la misma), contrastarlo con otras fuentes que opinan igual y diferente. Y solo entonces, SACAR SUS PROPIAS CONCLUSIONES.

Cualquiera, absolutamente cualquiera, puede escribir en Internet (y en los periódicos, y salir en televisión…). Un servidor mismamente, que no deja de ser un don nadie. De ahí la importancia de acostumbrarnos a ser críticos con todo lo que vemos y leemos. De no creernos a pies juntillas lo que aparece en cualquier lugar, venga firmado por quien venga (incluso el mayor experto sobre un tema puede equivocarse), nos lo haya hecho llegar quien sea.

Hazme caso aunque sea solo en esto último.

E intenta hacerles comprender la importancia de este hecho a aquellos que más quieres.

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