Por esta humilde morada hemos hablado largo y tendido sobre el phishing, en prácticamente todas sus vertientes. Desde su propia operativa, pasando por la relación que tiene con la ingeniería social y la industria del crimen.
Es, junto al ransomware, una de las principales amenazas que nos acosa en la red. Un conjunto de estrategias cuyo principal objetivo es que la víctima realice alguna acción específica, sea o no consciente de lo que está realizando, y quiera o no hacerlo.
El phishing funciona tan bien por la sencilla razón que ataca al eslabón más débil de la cadena, el ser humano. Cuando la única defensa que tenemos es el sentido común (el menos común de nuestros sentidos), la cosa se complica, ya que a este sentido hay que entrenarle, y la mayoría de la sociedad lo obvia tan pronto le ponen delante “una oferta que no puedes dejar pasar“.
Por eso, me pareció profundamente interesante el acercamiento que hacen los dos Premios Nobel de Economía, George Akerlof y Robert Shiller, autores del libro “La Economía de la manipulación” (ES), que estoy estos días devorando, sobre la relación que existe entre el fraude y este elemento tan presente en nuestra civilización.
Tanto como para que el nombre de la pieza en inglés sea “Phishing for phools”.
El sistema económico mundial es un caso claro de fraude
En la película “La Gran Apuesta” (ES), que al menos hasta hace poco tiempo estaba aún en los cines, y que a su vez está basada en la obra homónima de Michael Lewis, pudimos experimentar esa sensación que seguramente atravesó como un rayo a los protagonistas, al darse cuenta de que todo el sistema económico occidental (representado por el estadounidense) estaba basado en la compraventa de un riesgo alto que ya no estaba relacionado con un valor real.
Era, a todos los efectos, un fraude masivo, en el que los bancos negociaban con unos valores que las agencias habían inflado artificialmente, pese a que seguramente todos eran conscientes que por debajo no existía nada.
Ese Steve Eisman tiene que enfrentarse entonces a la compleja tesitura de aprovecharse del momento (defraudar a los defraudadores), meses antes de que todo aquello acabe explotando, o intentar alertar a esos mismos organismos partícipes en el fraude.
Y aunque seguramente la realidad se vivió muy distinta, la manipulación que de uno y del otro lado llegaba debía ser, para alguien cabal y con conocimiento de causa, esperpéntica. Hablamos de que el sistema en el que se basa el intercambio de bienes de todo un país (de prácticamente toda la humanidad) era un completo y absoluto fraude. Se intercambiaba con una moneda que no tenía valor ninguno, pero que el propio sistema económico se encargaba de dotarle, pese a que conforme pasaba el tiempo, se hacía más palpable que su valor estaba disminuyendo.
El resultado final ya lo conocemos. En el 2007 la crisis financiera estadounidense se saldó con la caída de uno de los bancos más grandes del mundo, que había basado su negocio en los créditos subprime (ES). Un engaño que acabó rompiendo por su propio peso. Y 5 años más tarde, una situación semejante asoló Europa, aún hoy en día en alerta.
Godfrey exponía en Mayo del 2013 el fraude económico con absoluta claridad:
Ver en Youtube (EN)
Por supuesto, nada ha cambiado desde entonces.
El phishing económico rige el sistema incluso a nivel de la calle
Lo interesante de la obra de estos dos economistas es su capacidad para hacer partícipe al lector de cómo ese fraude macroeconómico se ha trasladado también al resto de niveles.
Los escaparates de las tiendas, el estudio de los precios, la sobresaturación publicitaria,... Son todo estrategias de engaño, que funcionan por la sencilla razón de que estamos educados para que funcionen.
Generamos, aunque no seamos conscientes, historias y delegamos la toma de decisión a criterios emocionales, no lógicos.
¿Cuántas personas compran bienes (por ejemplo, ropa) para luego sentirse mal y querer devolverlos? Se favorece artificialmente aquellas acciones realizadas desde la emoción (compra compulsiva en rebajas, necesidad de pertenencia a un colectivo,…), y se niegan aquellas realizadas desde la cordura (pensárselo con calma, ser consciente de nuestras propias limitaciones económicas,…).
Hemos sido programados desde pequeños para gastar dinero, cerrando ese círculo tan necesario para el buen devenir de un sistema capitalista: trabaja para conseguir dinero para poder pagarte el ocio que el trabajo te niega.
No es casual que el neg-ocio sea la negación del ocio. Tampoco que desde la revolución industrial, el ocio sea un bien que hay que comprar.
Inclusive, y pese a que ahora somos muchísimo más ricos que hace 30 años, indistintamente en la clase social a la que pertenezca, el tener una mayor o menor riqueza no suele estar relacionado con llegar bien o mal a fin de mes, ya que las necesidades a cubrir saldrán más o menos caras, según el caso.
Es decir, que paradójicamente, con X dinero se cubren X necesidades, pero con 2X dinero no se cubren 2X necesidades, sino prácticamente esas mismas X, solo que a otro nivel.
Y lo mejor de todo: todo este fraude, como decía Godfrey, se hace bajo el amparo de la justicia. Es un timo aceptado socialmente, que llega a posicionar como personas de éxito aquellas con mayores aptitudes para el engaño.
Porque interesa. Y pese a que las estrategias sean semejantes a las que ya hemos visto en la industria del crimen, y en las tipologías de phishing anteriormente enlazadas.
Un engaño que afecta tanto a clientes finales como a las propias compañías, como a la propia sociedad. Continuamente vemos cómo las grandes empresas, sujetas a una regulación en bolsa, sacan músculo en sus informes, manipulando los datos para ensalzar los aciertos y ocultar sus errores a inversores, al propio mercado, a su competencia.
Una estafa que es aceptable dentro del sistema, ya que todos lo hacen
En un entorno en el que la figura del whistleblower está ampliamente perseguida. En ese mismo entorno en el que personas como Snowden deben huir de su país por decir la verdad (sacar a relucir el timo). En esos mismos países en los que se mete en la cárcel a aquellos que han robado por necesidad, y se deja que vayan de vacaciones y hagan uso de los bienes incautados a aquellos otros que roban sistemáticamente por placer, el phishing se ha instalado como una herramienta más, socialmente aceptable.
Un auténtico doblepensar que juzga a una minoría de hechos de los que el resto de la sociedad es partícipe.
Una manipulación que opera también a nivel interno, haciéndonos vivir por encima de nuestras capacidades, siendo testigos de la explotación de Asia y África, de la guerra por el control de los recursos estratégicos bajo cualquier otra excusa, y de la continua sensación de que hay algo que no cuadra.
Aunque al final obviemos a ese sentido común que tan sabiamente intenta alertarnos.
Bueno, es un tema muy amplio y complejo para abordarlo desde un artículo tan condensado. Que el dinero lo corrompe todo es algo tan antiguo como el propio dinero. Inicialmente, la moneda, vino a solucionar un problema en el intercambio de bienes, puesto que el trueque dificulta la compra venta de los mismos. Y supuso un enorme avance social, implantándose y extendiéndose a la mayor parte del mundo conocido en la época.
La aparición de la moneda hizo aparecer el comercio, puesto que los comerciantes, mimados desde sus orígenes por el poder por traer a cada población cosas que de otra forma no podían llegar a tener. El comerciante que compraba barato algo abundante en un punto y lo vendía más caro en otra parte en la que eso escaseaba o ni existía, llevándose de este último sitio cosas abundantes a otra parte ¿Especulaba o simplemente era una forma de vida? ¿En que momento pasamos de un punto al otro?
El sistema capitalista funciona si y solo si crece y sigue creciendo. Los que venden, es decir todos, tienen como objetivo seguir vendiendo y vender, a poder ser, más. Las formas en las que se llega a ese fin hace que lo apoyemos o tachemos.
No estoy muy de acuerdo con eso de que estamos programados para gastar dinero… En realidad, creo que se trata de un tema educacional y de como afrontamos los métodos que el que vende utiliza para lograrlo. Por poner un ejemplo, estos últimos años, una de las vueltas de tuerca de estos últimos años han sido los vales de descuentos y los outlets en internet con grandes ofertas que tienen un pequeño margen de tiempo para poder aprovecharse de ellas. Tanto la primera como la segunda son altamente adictivos y no dan suficiente tiempo para evaluar si la compra es o no necesaria, si el descuento merece la pena, o, si el tiempo que debemos invertir para obtener dichos descuentos compensa con el ahorro. Desde mi punto de vista es una debilidad o vulnerabilidad humana que puede “parchearse” con educación.
El mayor problema del capitalismo es que solo funciona si crece y sabemos que no se puede crecer hasta el infinito. El sistema capitalista premia a los que lo hacen bien y castiga a los que lo hacen mal, en una carrera gana uno y los demás pierden, y, por bien que lo hagan todos, gana uno y los demás pierden, no pueden ganar todos. Esto fomenta el esfuerzo pero de forma inevitable genera las desigualdades sociales. Hace que unas sociedades avancen a costa de que otras vayan hacia atrás, o queden a merced de lo que les dicten las primeras.
Al final nos encontramos con que, cuando ya no somos capaces de hacerlo mejor, y otros lo hacen mejor que nosotros, nos vemos presionados por hacer trampas, pero las trampas son una consecuencia del sistema y no al revés.
Como ejemplo final para reflexionar. La base del sistema capitalista es el dinero. En nuestro caso, el único que está capacitado para imprimir euros es el banco central europeo. Que presta dinero a un tipo de interés, es decir, que si presta 100€ es a razón de que se les devuelva 105, por poner un ejemplo. Ahora vamos a simplificar el escenario. Vamos a suponer que hoy, el banco central europeo empieza a emitir dinero, y presta 100€ a 10 personas (que serían todos los que trabajamos con euros) Cada una de esas 10 personas deberá devolver al cabo de un año 105€. Unos lo harán mejor que otros, y unos los devolverán sin problemas y otros no serán capaces. Pasado un año, el dinero a devolver al banco central europeo es 1050€, no obstante, el total de euros emitidos por el mismo son 1000€ por lo tanto, hay 50€ que no van a poder ser devueltos, ya que no existen. Aunque el entorno real es mucho más complejo que esta simplificación, es totalmente extrapolable, y explica por que las mayores reservas de oro del mundo están en posesión de los bancos centrales ¿es una estafa o es el precio a pagar para sostener el sistema capitalista?
Y como segunda reflexión por mi parte, algo que ayuda a justificar el sistema capitalista es dar la culpa a los que hacen trampa o lo hacen mal. Si uno es estafado, asume su culpa y paga el pato, victimas de adicciones, de las debilidades humanas o cualquier otro tipo de fraude, legal o ilegal, moral o inmoral, podemos asumir que hay que pagar el pato. Pero, de no existir eso, el problema sería el mismo. Yo me alegro de que haya gente que aparque el coche en doble fila, o en carga y descarga, puesto que si ya de por si, es complicado aparcar, si todos ellos aparcasen de forma correcta, me sería más complicado aparcar a mi, y, lógicamente, ellos son los que asumen el riesgo de ser multados, se intente o no solucionar el problema del aparcamiento.
Creo que igual va por ahí lo que no te cuadra 😉
Jajaja, buen punto, sí señor. Me ha gustado.
Y pones un ejemplo muy revelador. En efecto, al final de cada año hay más moneda en circulación de la moneda que está emitida, lo que lleva a la picaresca que hablábamos en el artículo.
Muchas gracias Khepper.
No exactamente, no hay más moneda, hay la misma, o… más o menos según los bancos centrales abren o cierran. La gracia está en “inventarse” el dinero…. pero eso es también complejo de entender….