RNE PabloYglesias

A principios de junio estuve en el estudio de RTVE grabando una entrevista para el programa de radio “Mamás y Papás” en calidad de embajador de marca de Ciberprotector (ES), uno de nuestros mecenas corporativos, sobre los retos que tenemos para educar en el uso adecuado y sensato de las nuevas tecnologías a las generaciones que vienen detrás de nosotros.


La cosa es que justo coincidió con el final de temporada, y a falta de saber cuándo van a publicarlo dejo por aquí las respuestas escritas que le di a algunas de las preguntas que me pasaron previamente los periodistas sobre todos estos temas. por lo que han acabado por publicarlo a principios de año. Por aquí tienes el enlace al artículo en RTVE y también al audio del podcast:

Ciberacoso (I): Un miedo real y nada virtual RTVE (ES)

Además, por esas fechas nos pidieron un artículo para el blog HacerFamilia sobre este mismo tema, así que aproveché que tenía esto ya preparado para montar una pieza en formato noticia y enviársela. Puedes leerla por aquí (ES).

¿Control parental o educación digital? ¿Cuál debe ser el trabajo de los padres para proteger a nuestras hijas e hijos de ciberacoso?

Realmente lo correcto sería centrarnos en las dos partes, y sobre todo en la educativa. Y aquí entra en juego un elemento que es, a mi modo de ver, el principal obstáculo que tenemos: La mayoría de adultos no tienen competencias digitales más allá de ser meros usuarios de los servicios masivos.

Que al igual que pasa con los niños, el utilizar a diario WhatsApp o Instagram no te hace ser un experto en estas herramientas, sino un mero usuario intensivo.

Lo que por otro lado es algo totalmente esperable. A fin de cuentas, hace apenas diez años no teníamos smartphones. Hace apenas veinte, en la mayoría de hogares no había acceso a Internet.

Hemos integrado en nuestro día a día herramientas totalmente nuevas en un lapso de tiempo muy pequeño. Y por ende, salvando los contados casos de aquellos que nos dedicamos a esto y que para colmo estamos continuamente formándonos para no quedarnos anticuados, es complicado esperar que la madre o el padre medio sepa cómo educar digitalmente a sus hijos, o qué herramientas debe utilizar para minimizar el riesgo a problemas tan graves, y en parte desconocidos, como el ciberacoso o los fraudes en la red.

¿Poner límites reduce los riesgos de ser víctima de acoso?

Claro, la cuestión, y es aquí donde quería centrarme, es que hay que poner unos límites sensatos.


Que esto no va de prohibir el uso del smartphone o la tablet porque sí, sino de acompañar a los hijos en ese proceso de aprendizaje que AMBOS estamos haciendo.

Que nuestro hijo entienda que somos esa persona a la que acudir cuando tiene una duda o un problema. Y que nosotros entendamos que nuestro papel como padres es dedicar el tiempo y los recursos adecuados para formarnos, o saber en quién debemos delegar, para poder responderle y ayudarle con esas dudas.

¿Qué límites, qué restricciones por tanto debemos implantar en nuestros hijos cuando usan internet?

Aunque un servidor sea asturiano, me vas a permitir en esta respuesta ser gallego: depende :).

Depende de muchos factores. Del uso que le da a la tecnología. De los canales que utiliza con sus amigos. Del tiempo que pasa haciéndolo…

¿Es malo que juegue a diario al Fornite o a cualquier otro videojuego? Pues no. Tenemos que entender que ahora parte de la sociabilidad que antaño hacíamos en el parque se ha trasladado a derroteros digitales.

¿Es malo que juegue sin parar? Pues si esto le está causando que deje de lado sus amistades, duerma peor o baje en los estudios, sí puede serlo.

¿Tenemos que prohibirle el uso del smartphone? No. De hecho deberíamos ayudarle a entender que ese ordenador que tiene en el bolsillo, además de para subir vídeos chorras a TikTok, es la mejor herramienta que ha creado el ser humano para estar bien informados.


Que sepa “hackear la tecnología”, pensar “out-of-the-box” para llevar a esas herramientas al siguiente nivel, aprovechando lo que necesite, y evitando aquello que puede ser peligroso o innecesario.

No hay una sola respuesta. Depende de cada niño. Y depende también de nuestro propio compromiso como padres. ¿Qué podemos enseñarle? ¿Somos conscientes de los riesgos y oportunidades que ofrece Internet?

¿Y existen herramientas digitales que nos puedan ayudar a limitar los usos inadecuados que hacen los menores de las redes sociales e internet?

Por ahí sí:

  • De hecho existen sistemas de control parental nativos en el propio sistema operativo y en la mayoría de servicios de uso masivo (como puede ser el control parental que tiene Netflix o el market de aplicaciones de Android) que nos permiten decidir, por ejemplo, en qué horarios puede el niño utilizar X aplicación o a qué contenido puede acceder.
  • También hay herramientas de control parental desarrolladas por terceros que se encargan incluso de ofrecernos la posibilidad de ver lo que hace o dice el niño por redes sociales y servicios de mensajería. Herramientas que, recalco, son legales siempre y cuando nuestro hijo sea menor de edad.
  • Y por último, tenemos otras herramientas, como CiberProtector, que nos ofrecen una suite de servicios que minimizan el riesgo a que el niño (y en definitiva cualquier usuario) pueda ser víctima de algún tipo de usurpación de identidad o fraude, delegando la seguridad de sus contraseñas en una herramienta específicamente diseñada para ello, con segundos factores de autenticación que hacen que sus cuentas sean más seguras y con gestores de redes virtuales que permiten que el chico se conecte de forma más privada a los servicios que utiliza habitualmente.

Porque, ¿cuál es el riesgo real del vertido de datos e imágenes personales en las redes sociales? ¿Dónde pueden acabar?

Mira, en mis charlas y talleres sobre concienciación de riesgos digitales siempre digo que:

Antes de poner algo en Internet nos planteemos si ese algo, si lo llega a ver nuestro peor enemigo, podría pasarnos factura.

Y si es que sí, no lo pongamos en Internet.

Por supuesto con datos de niños esto es aún más crítico, ya que son menores y como es normal están todavía menos preparados que los adultos para enfrentarse a algo tan terrorífico como el que te usurpen la identidad o tengas que sufrir los efectos de una crisis reputacional.


Que una foto un poco subida de tono que acabe en malas manos puede hacer que de la noche a la mañana todos los niños del colegio te señalen y criminalicen.

La semana pasada vimos cómo lamentablemente una chica se ha suicidado después de que se viralizara un vídeo íntimo con su ex (ES)… Creo que no hay nada más grave que esto.

¿La brecha digital intergeneracional es un escalón insalvable?

Ojo, que aquí, según cómo entendamos lo de brecha intergeneracional, puede llevar a engaño.

La idea de que los millenials (entre los que me incluyo) y la generación Z, simplemente por haber crecido ya en un entorno más digital, somos “nativos digitales” es un error que hay que desterrar.

Tan analfabetos somos la mayoría de adultos en temas digitales como lo son los niños y adolescentes. Simplemente que estos últimos utilizan más la tecnología, y por ende, de hecho, son más proclives a verse afectados por las tergiversaciones de uso anteriormente comentadas.

Y creo que el problema no es tanto entre generaciones, sino entre mundo offline y mundo online. Que de nuevo repito que en apenas 10 años ha cambiado radicalmente la manera que tenemos de comunicarnos por el dispositivo que llevamos en el bolsillo… sin estar preparados para un cambio tan radical en tan poco tiempo.

La educación, sea reglada, sea la propia que los padres tienen la obligación de ofrecer a sus hijos, va como es normal varios pasos por detrás. Y es un problema, sí. Un problema de difícil solución, que nos obliga a tomar atajos (como es el hecho de restringir su uso) y buscar fórmulas maestras y recetas de la abuela en algo que sinceramente no existe.

Aprender y formarse continuamente. Leer y escuchar a los que estamos al pie del cañón con estos temas. Y también, lamentablemente, equivocarse y aprender de los errores, sean nuestros o de terceros.

Perdiéndole de paso el miedo a las nuevas tecnologías, ya que a fin de cuentas nos abren a un mundo de oportunidades. Para nosotros, por supuesto, pero sobre todo para nuestros hijos, que tienen todavía una vida entera por delante.