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Estos días Bloomberg (EN) publicaba un reportaje que ha abierto heridas dentro del sector tecnológico.
Al parecer, varias grandes compañías de desarrollo de apps (Adjust, AppsFlyer, MoEngage, Localytics y CleverTap, que se sepa) han estado utilizando una serie de técnicas cuanto menos “poco éticas”, y en la práctica ilegales, para segmentar más adecuadamente a sus usuarios mediante rastreadores de desinstalación.
¿Que cómo funciona un rastreador de desinstalación?
Pues por supuesto ni Google ni Apple permiten realizar este tracking, y por tanto Play Store y la App Store no ofrecen manera de hacerlo.
Pero echa la ley, hecha la trampa.
Utilizan para ello notificaciones silenciosas (notificaciones que se envían periódicamente a los dispositivos con X apps instaladas para realizar actualizaciones de las que el usuario no necesita estar informado, como puede ser actualizar el timeline de una red social para que cuando éste entre vea el timeline más actual).
La premisa es que dichas notificaciones tienen un fin específico dentro de la aplicación (algo dentro de los límites aceptables por los markets de aplicaciones), pero cuando dicha notificación enviada a un usuario empieza a devolver errores, el administrador puede entender que ese usuario ha desinstalado la aplicación (o ha cambiado de teléfono).
A partir de entonces, y aquí entra la triquiñuela, estas empresas estaban utilizando dicha información para segmentar a esos usuarios y mostrarles publicidad que les seguía en Internet. Ya sabes, el remarketing de toda la vida (buscas en Amazon unas botas, y parece que todo Internet a partir de entonces te quiere vender botas).
Detrás, por supuesto, hay un interés económico loable. A fin de cuentas, puede ser que el usuario haya cambiado de dispositivo y no se haya acordado de instalar nuestra app. Apareciéndonos por todos los lados lo mismo le haces recordar al usuario lo que se ha perdido, y así vuelve a instalarla.
Pero la cosa es que incumple uno de los pilares de tratamiento de datos que tanto Google como Apple obligan a cumplir para aparecer en sus markets. Porque igual que puede deberse a un olvido puntual del usuario, puede también deberse a que en efecto el usuario conscientemente ha desinstalado la aplicación, generalmente porque ya no la necesita.
El problema, no obstante, es que una cosa es saber que esto está ocurriendo, y otra bien distinto es controlarlo. Estas empresas han sido señaladas en base a una investigación que de seguro ha llevado varias semanas. Hacer esto con absolutamente todo el parqué de aplicaciones se me antoja verdaderamente imposible.
Y de cara al usuario, me parece otro ejemplo más del impacto que tiene un tratamiento exagerado de la información que gentilmente compartimos con nuestras acciones.
Ya dije en su día que hace tiempo que el “qué” es más importante que el “quién”.
Que te llames Manolo o Pepita me da exactamente igual a nivel de negocio. Lo que me interesa es la información y el valor que puedo sacar de los datos del uso que das a mis herramientas.
Una información cuyo límite únicamente lo marca la creatividad de quien está detrás.
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