Por Cinco Días (ES) comentaban hace ya unas cuantas semanas la jugada que había tenido Tesla al ofrecer vía su app la posibilidad de que el cliente, pagando el módico precio de 2.000 dólares, pudiera ganar medio segundo de velocidad de aceleración, y que por tanto el Model 3 con motor dual consiga alcanzar los 100 km/h. en 3,9 segundos, en vez de en los 4,4 que marcaba hasta ahora.
El cambio viene dado por una actualización online. Simplemente desde la app móvil iríamos a la página de Upgrades, seleccionaríamos “Acceleration boost“, y haríamos el pago mediante el TPV virtual. A los pocos minutos el coche se actualiza y ¡voilà! Ya hemos ganado medio segundo de aceleración.
El caso de Tesla por supuesto no es el único, pero es quizás el que más titulares acapara.
BMW cuenta con desde hace tiempo con una tienda online (EN) en la que podemos upgradear nuestro vehículo.
- ¿Quieres un asistente de luz en carretera? Pues pagas 190 euros y ya está.
- ¿Información del tráfico en tiempo real? Un euro al mes.
Y también cuentan con paquetes. El Connected Package Profesional, que al parecer es el más vendido (o simplemente es la estrategia de marketing de turno para incentivar la compra de éste frente a los demás) tiene un coste anual de 210 euros, e incluye la mayor parte de servicios remotos de la plataforma BMW Connected a falta, hasta donde yo sé, del Asistente Personal.
Lo interesante de ambos acercamientos es que constatan un hecho que cada vez será más la norma: El coche como producto evolucionará en prestaciones una vez haya salido del concesionario.
Que se acabó eso de tener que pasar sí o sí por fábrica o por taller nuevamente si queremos incluirle algún añadido.
A fin de cuentas, cada vez más lo que tenemos cuando compramos un coche no es una pieza de mecánica muy sofisticada, sino más bien un ordenador con ruedas.
El coche como servicio no va únicamente de actualizaciones de software
Y fíjate que dejo de lado la otra pata de esta reflexión: Lo de pagar por uso y no por pertenencia.
Sin ir más lejos, precisamente estos días leía que el ayuntamiento de Utrecht anunciaba que junto al estudio de arquitectura Marco Broekman trabajan desde 2016 en un nuevo modelo de vecindario (EN) formado por 6.000 viviendas que estarán distribuidas en 200 edificios y que serán construidas en un área empresarial de 242.811 metros cuadrados.
¿Que qué tiene que ver esto con el mundo del automóvil?
Pues que entre sus prestaciones, y con la idea de crear espacios urbanos para los ciudadanos y no para los vehículos, Merwede desarrollará un sistema de transporte público que conectará el barrio con los principales puntos de Utrecht y del resto del país. Por último, y respecto a los coches, la idea principal pasa por poner a disposición de los vecinos una flota comunitaria que permitirá hacer uso del coche de forma compartida.
Un Car Sharing como el que ya tenemos en muchas otras ciudades europeas y americanas, solo que llega no de parte de una compañía privada, sino con la gestión directa del propio Ayuntamiento.
El coche pasa entonces a ser una commodity. Un servicio que utilizas cuando lo necesitas, ahorrándote de paso el mantenimiento, y sobre todo siendo muchísimo más eficientes (medioambiental, económico, logístico y socialmente hablando) en su explotación.
¿Este escenario es positivo para los clientes?
Sinceramente creo que tiene más puntos fuertes que débiles, pero como todo en esta vida, ni es la panacea a todos nuestros males ni tampoco representa el fin de la industria y la pérdida de derechos del consumidor que algunos vaticinan.
Que los coches de ahora puedan mejorar con el paso del tiempo es algo intrínsecamente positivo. El hardware (la mecánica, para que nos entendamos) tiene un ciclo de vida específico, pero el software puede ir paulatinamente aprovechando en base a la inteligencia artificial sensores y demás elementos del vehículo para que en efecto en unos años, y en base a las manidas actualizaciones del sistema, de pronto nuestro vehículo sea más eficiente.
Y esto, en una industria de la que depende la vida de millones de personas, es una gran noticia.
A cambio, por supuesto, hablamos de dispositivos conectados a la Red, y por ende, expuestos a potenciales riesgos globales. Nada que por estos lares no hayamos hablado largo y tendido.
La duda, no obstante, es qué impacto tendrá en el negocio de una industria que está envuelta en un apasionante proceso de transformación.
El fabricante de vehículos de hace apenas dos décadas era eminentemente industrial. Y sin embargo hoy en día una de las marcas líderes a la hora de fijar el rumbo futuro de la industria (Tesla) podemos catalogarla como estrictamente de software.
Si el modelo de negocio pasa de vender vehículos, a ofrecer servicios, podría llegar el caso en el que la parte de mecánica del vehículo llegase al usuario completa, pero que para su disfrute y de forma artificial la compañía capase sus prestaciones por software.
Que ojo, lo que hemos visto hasta ahora es justo lo contrario (el software encuentra una manera de explotar más eficazmente la mecánica con la que ya cuenta el vehículo, y por tanto, ofrece al conductor mayores prestaciones a posteriori), pero business is business, y si el ciclo lógico de innovación debe está subjetivado a los intereses puros de negocio, puede que acabemos por ver algo como lo anteriormente comentado.
Eso y que en el momento en el que parte de la funcionalidad depende de un intangible como es el software, que además debe conectarse y trabajar de forma centralizada con servidores de la compañía, limita bastante la capacidad de que el cliente pueda modificar a su antojo la operativa informática del vehículo. Lo cual, como decíamos, puede ser entendido como una pérdida de derechos del consumidor.
A fin de cuentas si el sector automovilístico hereda parte de la ideosincrasia del informático, lo hace tanto para bien como para mal.
Un ordenador no deja de ser una máquina capaz de hacer cualquier proceso de cálculo limitado al factor temporal y al hardware con el que cuente. Es por tanto el software quien nos ofrece la posibilidad de destinar esos recursos para un juego, para una hoja de cálculo o para navegar por Internet.
Pues exactamente lo mismo con los vehículos. El coche como servicio es una realidad. Ahora falta ver cómo madura, y hacia qué derroteros acaba tirando la industria.
Artículo previamente publicado en HackerCar (ES).