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La semana pasada se vivió una de esas micro-crisis en el mundillo Linux que para el grueso de la sociedad habrá pasado desapercibida.
De hecho menos mal que no publiqué esta pieza el jueves, ya que al poco nos enteraríamos de nuevos movimientos.
El caso, y por resumirlo todo bastante, es que Ubuntu, una de las distro de Linux más utilizadas, anunciaba que en su próxima versión 19.10 dejarían de ofrecer compatibilidad con nuevos paquetes de 32-bits (EN). Es decir, que todo lo que se hiciera a partir de entonces ya no sería compatible con arquitectura x86, abandonando así la histórica i386 y apostando por los x64 de la actualidad.
Esto, ojo, lleva en el roadmap desde 2014. Simplemente la gente no se había llevado las manos a la cabeza hasta estos días, momento en el que al fin se iba a pasar a la acción.
Y de nuevo, para el grueso de usuarios de Linux esto no afecta mucho más allá que cualquier otro cambio evolutivo en la filosofía de versiones de su distro. Sin embargo, éste en particularpone en jaque a un porcentaje que aunque minoritario tiene mucha capacidad de hacer ruido: los gamers.
Los primeros en lanzarse a la guerra mediática fueron los chicos detrás del proyecto Wine, un must para todos aquellos usuarios de linux que necesiten o quieran poder correr aplicaciones de Windows en el SO.
El problema es que como bien decía Rosanne DiMesio, un Wine hecho de cero en 64bits no puede ejecutar programas de 32 bits (EN).
Y si Ubuntu abandonaba los 32 bits (o mejor dicho, dejaba de actualizar los paquetes de 32 bits), a Wine no quedaban más que dos opciones:
- O dejar Wine tal cual en Ubuntu, al no poder actualizarlo, y a sabiendas de que esto tarde o temprano haría que se dejase de funcionar.
- O no ofrecer Wine en Ubuntu. Drástico, sí. Pero quizás lo más sensato.
Pocos días después sería Valve (EN) quien se pronunciaría alertando sobre el impacto crítico que tendría el gaming en Linux (EN) la decisión de Canonical.
Básicamente Steam para Linux tiene desde hace un tiempo una especie de Wine propio llamado Proton, que viene integrado por defecto en Steam, y que permite correr juegos de Windows.
Por supuesto, si el sistema operativo deja de dar soporte a 32 bits, Proton dejaría de poder actualizarse y por tanto se pierde esa retrocompatibilidad con el catálogo de Steam.
Además tenemos Mesa, uno de los stacks gráficos de Linux que Steam utiliza. Y de nuevo, sin soporte para 32 bits en Ubuntu, Mesa no podrá ejecutar aplicaciones de 32 bits con aceleración por hardware, lo que lo hace inservible para videojuegos.
Todo para llegar a la decisión final de Canonical (EN), que anunciaba a mitad de semana que la compañía «cambiará su plan y brindará determinados paquetes de 32 bits i386 para Ubuntu 19.10 y 20.04 LTS«.
Vaya, que expanden el tiempo de uso de 32 bits otro mesecillos más para esos escenarios que requieren sí o sí usar esta arquitectura.
Todo esto a sabiendas que son precisamente estos paquetes los que más inestabilidad y problemas de seguridad arrojan en Ubuntu.
Una búsqueda del equilibrio entre necesidad de uso y factores puramente evolutivos.
Tarde o temprano habrá que abandonar las arquitecturas x86. Y cuando eso ocurra ganaremos en Linux mayor seguridad… a cambio de perder esa retrocompatibilidad tan manida.
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