El olvido. Qué importancia cobra cuando no lo tienes, ¿verdad?
El olvido ha sido históricamente un efecto secundario de nuestras limitaciones de almacenaje de información. Simplemente ha estado allí al igual que la muerte y las enfermedades, el miedo o la alegría, anclado a factores biológicos y prácticos.
El olvido es una cualidad que nos identifica, y que identifica en mayor o menor medida a un soporte.
Nuestro cerebro es muy eficiente en cuanto a funcionalidad/energía se refiere. Es increíble que incluso hoy en día, conforme menos secretos podemos considerar que encierra, seamos cada vez más testigos del “milagro” que supone haber creado durante milenios un hardware capaz de dotar a un cuerpo de vida, capaz de entender atributos tan complejos como identidad, sociedad, personalidad y sociabilidad, e ir evolucionando al paso que evolucionan las necesidades del individuo y de su entorno.
Pero tiene sus limitaciones. De hecho, y quería dejarlo claro desde un principio, miembros del jurado, son algunas de esas limitaciones las que en última instancia, y como explicaré a continuación, deben ser garantizadas legalmente.
Un mundo de hechos alternativos
Nuestro cerebro aplica atajos para entender el mundo que le rodea. Para ser eficiente en sus tomas de decisiones.
Así, y aunque en la pantalla que tengo delante mía hay al menos 18 caras, mi cerebro sería capaz, con mayor o menor fortuna, de reconocerles a ustedes, y sin embargo, incapaz de describir en profundidad a cada uno sino es teniéndoles enfrente.
Esa capacidad de síntesis del mensaje (quedarse con lo estrictamente necesario, y desechar toda la información circulante) lleva consigo un efecto secundario que en este caso definiremos como olvido.
El olvido, decía, es un efecto colateral de la forma de trabajar de nuestro cerebro. De las limitaciones de almacenaje y entendimiento que éste tiene. Y consciente de ello ha creado una serie de estrategias que nos permite llenar los grandes vacíos de información de la manera más óptima y subjetiva posible.
Así, conforme pasa el tiempo, los recuerdos se moldean a las necesidades del individuo, que quizás prefiera recordar de una manera más positiva un encuentro desafortunado, o por el contrario, se martirice con ello. Pero, y aquí viene la tesis defendida en este juicio, se trata de una SUBJETIVIDAD INDIVIDUAL, no anclada a los intereses económicos y, si me apuran, maquiavélicos, de una organización.
Son por tanto hechos alternativos, interpretaciones de una realidad que fue la vivida por dicha persona, moldeada por su propio subconsciente, y únicamente impactada por los estímulos que otro de los presentes pueda hacerle saber de tal suceso. No hay por tanto intencionalidad en el tratamiento de la realidad.
Ahora veamos el caso de Reminder.
La única verdad de un sistema tecnológico
Reminder, la plataforma social líder del mercado, con cerca de 5.000 millones de usuarios activos, se ha vuelto de facto la única verdad absoluta.
Afecta en tal cuantía al mundo que nos rodea que la valoración de cada uno de nuestros perfiles se ha vuelto una limitación de cara a poder o no acceder a un puesto de trabajo, al alquiler de un piso, a la compra de productos de ocio/lujo y a una casi ilimitada lista de servicios sociales.
No es deber de esta presentación criticar al Programa Limpieza (véase enlace superior para más información) llevado a cabo en nuestro país, y al resto de programas ejecutados en los últimos años por gobiernos de medio mundo, y hasta cierto punto me resulta difícil no estar de acuerdo con que la sociedad creada desde entonces, y el destierro de todos aquellos con un índice K inferior a 1,5, es más adecuada para los que estamos aquí. Pero piensen por un momento los límites (sociales, éticos y judiciales) que hemos cruzado para llegar a ello.
Actualmente Reminder, y por ende, la corporación Amazon, son garantes de la verdad absoluta. Y en su extenso Acuerdo de uso, que pueden consultar en el enlace que acompaña este informe, se reservan el derecho a, y cito textualmente:
Reescribir un Momento adaptándolo a las necesidades publicitarias de nuestros anunciantes, siempre y cuando se mantenga la identidad del hecho no afectada drásticamente.
El problema está entonces en qué considera Amazon “afección drástica”:
¿Que a las 12 pm del día 20 de Junio de hace dos años estuviera consumiendo una botella de agua o una lata de Coca-Cola, es un hecho que no afecta drásticamente a mi recuerdo? ¿Que esta “reinterpretación” se repita cada vez que yo he consumido una lata de una marca competencia de la ya citada, no constituye un cambio drástico en la historia de cada individuo? ¿Y si debido a ello se pierde sutilmente una parte crítica del conjunto de casualidades que me lleva a conocer a mi pareja, por ejemplo?
Lo cierto es que gracias a Reminder, señoría, tenemos la capacidad de saber exactamente qué ocurrió en cualquier momento de nuestra historia pasada. Y ya hay estudios, como los presentados por la doctora Verónica Díaz de la Universidad de Cantabria o la investigación de los Laboratorios de Psicología de Zacatecas del profesor David Rodríguez, ambos enlazados en el dosier que ya tienen en su posesión, que demuestran una correlación directa entre los estados de depresión del individuo y los perfiles de Reminder, entre la presión que ejerce la capacidad de “recordar” absolutamente todo, y cómo ese recuerdo se ve entorpecido por los intereses económicos que la compañía tiene para con su producto.
Sencilla y llanamente porque aunque la tecnología hoy en día nos ofrece la capacidad de recordar el cómo y el cuándo con pelos y señales, lo que encontramos en Reminder es un trampantojo de la realidad moldeado a los intereses únicos de la corporación Amazon, y en segunda línea, a las peticiones de aquellas marcas con mayores recursos económicos.
Estamos delegando por tanto el control de nuestra historia a un solo agente que, como el resto de corporaciones, se mueve únicamente por el interés económico.
No hay verdad absoluta que además sea verdadera en Reminder en el momento en el que el servicio está en manos de una corporación. Pero la administración pública, las universidades y el resto de organismos que conforman nuestro sistema de garantías sociales ha delegado el control de la verdad en dicho servicio, obviando ese “pequeño lastre” que supone no ser estrictamente consciente de qué Momento ha sido manipulado y cuál no, amparados en la comodidad de que los recuerdos de todo el mundo son continua e inexorablemente manipulados para que casen con la lectura única que los algoritmos del servicio esperan ofrecer a sus clientes.
No es justo, señoría, y no debería ser legal. La petición que hago hoy ante ustedes, apoyado por las firmas de más de dos millones de ciudadanos afectados, es la de la separación lógica del servicio comercial Reminder de la administración pública, lo que conlleva en primera instancia la abolición de los límites sujetos al índice K de cada ciudadano, y en segunda, la declaración y el compromiso de no dotar de veracidad legal a los Momentos de Reminder, sencilla y llanamente porque ni la propia corporación es capaz de identificar cuáles han sido manipulados y en qué cuantía, sirviendo estas dos instancias de precedente para futuros juicios.
Muchas gracias.
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Inspirado en la paulatina tendencia a dejar un registro digital de todo lo que hacemos, así como las aspiraciones de Facebook (EN) de “desarrollar la infraestructura social para dar a la gente el poder de construir una comunidad global que funcione para todos”.
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Por último, que sepas que todas estas novelas, junto con la de otros autores, las estamos publicando con el Sello Editorial de Autopublicación Ediciones PY. Si tienes un libro y necesitas ayuda para materializarlo en papel y distribuirlo a nivel mundial, escríbenos.