Antes de nada, un par de disclaimers:
- No soy nutricionista, y tampoco pretendo serlo. Como expliqué en su día, he tardado 30 años en darme cuenta que algo fallaba en cuanto a la alimentación, y conforme voy aprendiendo, como hice en su día con el desarrollo, con la seguridad informática y con la inteligencia artificial, me gusta compartirlo por aquí por si a alguien más le interesa.
- Unido a lo anterior, viene el segundo: Lo que voy a decir no es ninguna novedad. Hablamos de estudios que ya eran públicos hace más de dos décadas, y compartiré para profundizar en el tema un vídeo que ya tiene algo más de un lustro de vida. Sin embargo, sigue siendo un problema que se ha ido agravando, como veremos a continuación, por intereses puramente económicos. La sociedad actual no sabe comer (y me incluyo, ojo). No nos han educado para comer de forma sana, y en cambio, sí lo han hecho para que caigamos en múltiples errores que son los que hoy en día están haciendo que en países desarrollados una de las tres principales razones de fallecimiento sea la obesidad.
Si hay algo de lo que estoy orgulloso de haber conseguido este año es, sin lugar a duda, el haber aprendido a tener una relación más sana con la alimentación. Como comentaba en mi experiencia con este tema, tuvo que darme un susto la salud para que cayera en consideración que, por más que hacía deporte (y créame que hacía y hago bastante) no estaba gordo porque “era mi constitución”, sino simplemente porque no sabía comer.
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La dictadura del IMC
Desde principios de año he tenido una evolución realmente interesante. Hace unos meses comentaba que había pasado de los casi 91 kilos que pesaba en su día, a los 78. Y hoy en día estoy por los 76. Un número que, si le hago caso a mi báscula, me posiciona como una persona con sobrepeso. Pero hay que ser consciente (y aquí viene el primer punto interesante) que todos estos baremos se hacen mediante el IMC, que desde hace años ya se sabe que es una medida que no se ajusta a la realidad de cada uno de nosotros.
Sin ir más lejos, según la dictadura del IMC The Rock (EN) sería una persona con obesidad mórbida. Y creo que queda claro que con un 4% de índice de grasa el señor Dwayne Johnson es de todo menos obeso.
Lo mismo (a menos nivel, claro) me pasa a mi. He sido nadador más de la mitad de mi vida, y por ende, tengo cuerpo de nadador (espalda y hombros muy musculados, cintura pequeña). Aunque para mi talla el IMC diga que debo pesar unos 73kgs, realmente con ese peso estaría delgado, no por ello más sano.
El sedentarismo como principal causa de que estés gordo
Otro aspecto que me parece importante desmitificar es el sedentarismo.
Es cierto que en sociedades como la nuestra el sedentarismo no ayuda. Lo comentaba en mi primera pieza, habida cuenta de que un servidor trabaja desde casa y por ende, cuando usted sale a trabajar y vuelve, al menos se ha movido algo, lo que tiene un efecto positivo en el cuerpo que va más allá del puramente metabólico.
Si lo que queremos (o necesitamos hacer) es adelgazar, hacer deporte ayuda, pero lo verdaderamente importante es cambiar los hábitos alimenticios. Y de verdad, que lo dice alguien que se ha matado a hacer deporte sin cambiarlos para darse cuenta que lo único que conseguía era inflar como un maldito globo. Estaba en forma, pero gordo (qué es posible, ojo), al igual que hay personas delgadas que por dentro son gordas (mala alimentación).
Y además, otro punto a considerar: Hacer una hora de ejercicio a diario, o tres veces a la semana, no es suficiente. Es decir, si usted, como un servidor, tiene que pasar de media ocho horas delante del ordenador, porque hagamos una hora de deporte no “pagamos” el exceso de sedentarismo al que estamos sometiendo a nuestra espalda y a nuestro sistema circulatorio. En cambio, si hacemos parones de 5/10 minutos cada hora, aprovechando para hacer un poco de Yoga o estiramientos, o si nos animamos a trabajar algo de pie (por ejemplo mientras respondemos a esa llamada a media mañana) sí estamos ayudando a evitar los efectos negativos del sedentarismo.
En mi caso lo que estoy haciendo son las revisiones, tanto de informes como de los artículos que escribo, de pie, y a veces aprovechando para hacer unas sentadillas o unos estiramientos. También intento leer mi feed de artículos y responder a llamadas o prepararme una entrevista para algún medio mientras paseo por la casa en vez de ir al salón y tirarme en el sofá.
Son pequeños cambios en la rutina que presumiblemente pueden llegar a alargarnos la vida unos años. No es ninguna tontería.
El lobby del azúcar
Pero vayamos al tema principal de esta pieza, que no es otro de intentar abrirle los ojos con una serie de mitos sobre la alimentación que seguramente siempre ha escuchado y tiene interiorizados.
Cosas como que hay que comer al día entre tres y cinco piezas de fruta, que para adelgazar tan solo necesitamos gastar más calorías de las que consumimos, o que la base de una alimentación sana debe ser la carne y el pescado.
Lo triste de todo esto es que es mentira. Estamos ante concesiones que han tenido que hacerse para estandarizar los hábitos de consumo, explicando de una manera sencilla al grueso de la sociedad cosas que realmente no funcionan así, y que mal entendidas pueden ser hasta contraproducentes.
Y detrás de muchas de ellas está, precisamente, el factor económico.
Un amiga me hablaba estos días del documental Feed Up, que enlazaré al final del artículo, y que viene a profundizar en todo estos temas (y bastantes más), aunque centrado en su impacto en el mercado estadounidense.
No es el primer documental que me pasan de este tipo, y como vengo curado de espanto, tiendo a ser bastante crítico con ellos, ya que la mayoría pecan en caer en teorías conspirativas mundiales que casi parecen más sacadas de una película de Hollywood que de la realidad. Pero la verdad es que éste me ha gustado bastante: Bien documentado (es triste que tenga que decir esto, pero hay cada documental por ahí…), y bastante profesional (pedir objetividad en un producto semejante ya sabe que es absurdo e innecesario).
Feed Up acompaña al espectador en la vida de varios niños estadounidenses con problemas de obesidad, intentando indagar en las razones de por qué la obesidad infantil ha aumentado drásticamente en estos últimos 30 años.
Para ello, recurren al Informe McGovern (EN), uno de los primeros estudios modernos que ya en su día alertaba sobre el peligro que tenía el abuso de dietas ricas en azúcares y grasas, y que curiosamente cayó en saco roto pese a ser ampliamente conocido por todos y cada uno de los organismos que deberían velar por nuestra salud.
En 1995 el principal enemigo de la alimentación sana era la grasa. El Informe McGovern ya dejaba claro que abusar de las carnes rojas (como hace hoy en día la mayor parte de la sociedad) tiene un impacto muy nocivo en la esperanza de vida del ciudadano, y esto mismo se puede extrapolar al consumo de leche, quesos y demás derivados.
¿Qué hizo la industria alimenticia (ejemplificada, en este caso, en el Departamento de Agricultura)? Ofrecer leche desnatada, y lanzar una campaña de concienciación que acabó calando en la sociedad. La gente empezó a tomar más leche desnatada, y por ende, la industria tuvo que empezar a producir mayor cantidad de leche desnatada.
Pero claro, ¿qué pasaba con la grasa que se le quitaba a la leche? En vez de producir menos, lo que se hizo fue producir más queso, y crear de nuevo otra gran campaña mediática incentivando la compra de productos derivados como pizzas y hamburguesas, que como ya se habrá dado cuenta, tienen un alto porcentaje de quesos ricos en grasa.
Aquí viene el primer problema: Hay un glitch entre lo que cualquier organismo alimenticio debería recomendar comer, y el dinero que mueve la industria agraria (que requiere mayor demanda de esos productos).
Y ahí es donde surgen todos los males actuales: Una comida sin grasa sabe mal. ¿Qué podemos hacer para que sepa bien? Exacto. Incluirle azúcar.
Desde entonces hemos vivido una profunda expansión del imperio de los azúcares. Los dulces procesados se venden en jugueterías, en colegios, en prácticamente cualquier lugar, con un marketing y una publicidad enfocada a los más pequeños, asociada además a sus dibujos preferidos, como si fueran cosas buenas.
La publicidad juega al engaño con los productos light. Son productos procesados, por lo que puedes quitar unos hidratos por aquí y subir otros por aquí, que el resultado es prácticamente el mismo. Da igual que un queso tenga 150grms de azúcar o 130grms. El problema es que a diario vamos a comer ese queso, y un vaso de leche que tendrá X grms más, y unas galletas, y 150grms de carne con unas patatas fritas (que también tienen azúcar), más el bocadillo (con pan de sandwich, por supuesto) bien cargadito de azúcar, más todo el pan que nos hemos metido en las comidas anteriores (¿adivine qué lleva?), más los refrescos más quizás una cena light compuesta por un filete de pavo (procesado, por supuesto) y un poco de verdura de acompañamiento.
De las 4-6 cucharadas diarias de azúcar que marca el umbral recomendable, un niño americano come de media unas 41 cucharadas.
En EEUU, para colmo, más de tres cuartas partes de escuelas tienen contratos exclusivos con empresas privadas de comida preparada. No es raro que el menú de cada día esté compuesto por una hamburguesa con patatas, o una pizza más Cocacola, o unos nachos con queso.
Se ha llegado hasta el punto que el gobierno exigió que los alimentos incluyeran más fruta y verdura, y pasaron entonces a considerar la pizza o las patatas fritas como un vegetal. En serio, parece de coña, pero es real (ES).
Y el problema es que no solo se queda en el colegio. No hay publicidad de vegetales y frutas, pero si de McDonalds, PizzaHut y compañía. Y todos estamos impactados por esa publicidad.
Cada vez que el gobierno de turno intenta meter mano a la industria de la comida preparada, la industria se encarga de movilizar al pueblo por medio de los medios de comunicación para hacer ver en ese intento no una ayuda al que ya es el principal problema de salud en países como EEUU, sino como un atentado contra la libertad de consumo. ¿Le suena de algo?
La industria alimenticia están actuando como actuaba la industria tabacalera hace 30 o 40 años: mintiendo, obviando las recomendaciones de salud de la OMS, comprando investigaciones sesgadas (ES) y redirigiendo el discurso hacia uno en el que a quien se ataque no sea a su negocio, sino a los hostigadores y costumbres de los clientes (eres gordo porque eres sedentario…).
Hace años hicieron un experimento (EN) muy interesante. Durante 15 días les dieron a elegir a unas ratas entre agua con azúcar o cocaína. ¿Y sabe qué eligieron 40 de las 43 ratas?
El azúcar es 8 veces más adictivo que la cocaína. Y se vende en absolutamente todos los productos procesados que podemos comprar en un supermercado.
Es algo que un servidor ha vivido en sus propias carnes. A principios de año cada fin de semana el cuerpo me pedía comerme una comida grasosa (una lasaña, un kebab…). Es difícil de explicar, pero desde que como más bien productos frescos, y muchas veces crudos (vegetales y fruta principalmente) no he vuelto a sentir esa necesidad.
No se trata de hacer dieta, se trata de aprender a comer correctamente. Podemos meter azúcar siempre y cuando vaya acompañado de fibra (como ocurre, de hecho, con la fruta). El problema es cuando hay un aumento desmedido de azúcar, cuando éste no va acompañado de otros nutrientes que minimizan su impacto.
¿Qué se puede hacer por remediarlo?
A nivel macro estar bien informado. Que esta pieza le sirva para ello.
Pero lo que de verdad me importa es qué podemos hacer a nivel global. Y ahí creo que tenemos un antecedente en el que nos podríamos basar: la industria tabacalera.
¿Y si se obligará a que, como se hizo con el tabaco, por cada publicidad de comida procesada los medios estuvieran obligados a incluir publicidad sobre sus riesgos y sobre los beneficios de la verdura y la fruta?
Hace tan solo una década la mayor parte de la sociedad adulta fumaba, y desde que conseguimos, a base de exponer los hechos, todo lo malo que era el tabaco para nuestro organismo, se ha reducido su consumo drásticamente. En España ya hace años que no se puede fumar en lugares cerrados. Muchas empresas ya no permiten tan siquiera tomarse esos 5 minutos de descanso para “echarse un pitu”. Simplemente porque se ha conseguido demostrar que una industria que movía millones era mala para el individuo, y por ende, para la sociedad.
¿Podría ocurrir lo mismo con el azúcar? Sinceramente, debería ocurrir. El azúcar es una droga que está ya matando a más personas de lo que mató en su día el tabaco.
Todo ese azúcar extra está transformándose en grasa y creando una sociedad mayoritariamente obesa, lo que de facto aumenta el gasto sanitario, y por ende, repercute en cada una de nuestras carteras.
Y no hablo de prohibirlo, simplemente de exponer la realidad y obligar a la publicidad engañosa que tenemos en la actualidad a que venga acompaña de los efectos nocivos de todos esos productos derivados.
Dejo para terminar el vídeo, que bastante tralla le he metido hoy ya. Que lo disfrute :).
Ver en Youtube (EN)
De acuerdo con tu artículo!
A esta concienciación está ayudando sinazucar.org, fantastica!
Falta aún mucho trabajo. Pero en ello estamos 🙂
Verdad, verdadera.. poderoso caballero es Don Dinero.
Cada consumidor puede ejercer su derecho a elegir y la industria tendrá que ir cambiando. La información y divulgación es imprescindible en ese proceso.
Vaya que si lo es. Y en ello estamos. La cuestión es enseñar a la gente que hay otra manera de alimentarse que además es más sana, más barata y mucho más gratificante…