Si hace unos días os escribía sobre el rechazo de Europa a ACTA y sobre la hipotética vuelta de Megaupload, ahora veo conveniente que hablemos sobre un tema tan candente actualmente como lo es el negocio que se cierne alrededor de los derechos de autor.


Estas sociedades que recogían los ‘royalties’ han sido una manera muy eficaz de proteger a los autores desde el siglo XIX, pero hay que probar otros modelos para ver cuál es el que funciona porque este ya no lo hace

Estas palabras provienen del profesor de Harvard y creador de Creative Commons, Lawrence Lessig, que ha explicado en una entrevista a Europa Press durante su visita a Barcelona para participar en el congreso ‘Digital Law‘ organizado por el Colegio de Abogados de Barcelona (Icab), y al que debo el empuje final para escribir esta entrada.

 

El negocio detrás de los derechos de autor

Organismos como la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), abogan por el control institucional de los productos con derecho de autor, escudándose en una ley que no contempla la libertad digital actual. Además, al tratarse de una institución, monopolizan tanto la planificación como la distribución, lo que en palabras de Lessig, “influyen en el poder para que todo vaya como ellos quieren“, gozan de la potestad de elegir arbitrariamente sus objetivos, y favorecer a aquellos autores que así se deseen (no hay más que ver como un gran sector de músicos no reciben beneficio alguno de la SGAE, mientras otros están viviendo de ello).

Hay que recordar que el copyright está pensado para productos reales, y no digitales, y por tanto, contempla todos y cada uno de los derechos del producto físico, algo que no siempre (de hecho casi nunca) tiene sentido en un producto digital. De esta idea nace Creative Commons, brindando la posibilidad de cualquiera a elegir qué derechos se desean y cuales no, flexibilizando un modelo de negocio acorde con el actual sistema socioeconómico.

Otro aspecto fundamental es el del intercambio de archivos. En la era pasada, un producto gozaba de todos los derechos de copyright ya que la misma producción y distribución del mismo debía ser pagada. Actualmente, existen productos cuya producción en sí no debería aportar beneficio, y la distribución es gratuita, por lo que aplicar las mismas directrices resulta anticuado y hasta cierto punto antilegislativo.


 

El futuro que nos espera

Si bien hace unos años, cuando empezaron a nacer estas instituciones, parecía que todo iba a circular en torno a un negocio interesado en cohibir las libertades del individuo, estos últimos movimientos están poniendo a cada uno en su sitio. Este modelo, decía Lessig, “está agotado, y no encaja con la era digital. Es solo cuestión de tiempo la desaparición de las sociedades privadas dedicadas a la recaudación de los derechos de autor“.

Y todo parece que así será. Al menos eliminando la institución como tal, y permitiendo al autor elegir a qué modelo atenerse, con una legislación flexible en cuanto al intercambio de archivos y el acceso al contenido.