Históricamente hablando la premisa de cualquier obra de terror pasa ineludiblemente por causar en el espectador/lector/jugador/usuario una sensación de miedo o de susto. Y lo que es más importante: de no conseguirlo, la obra probablemente se considere fallida.
Ahora bien, causar miedo o terror, como cualquier otro sentimiento humano, no solo depende del buen hacer de la pieza, sino también de factores que les son autoimpuestos, como es el bagaje cultural y la predisposición de quien la consume.
Para mi madre la mejor película de terror de todos los tiempos fue, como para muchos, El Exorcista (ES). Sin lugar a dudas es una obra maestra, pero ¿podemos seguir considerándola de las mejores… desde el punto de vista actual? ¿Sin contar el posible impacto visual asociado a la reminiscencia de su visionado cuando éramos más jóvenes?
Ya te digo yo que no. De hecho puede que hasta te saque alguna que otra sonrisa.
Lo viví en mi caso con otra de esas películas que tenía subidas a un pedestal: La cuarta fase (ES). La idea de que haya sido rodada como un falso documental cubriendo una noticia hasta cierto punto real ocurrida hace tiempo en un pueblo aislado por la nieve debió coincidir en su día con el resto de astros adecuados (recuerdo verla solo en una casa nueva en una noche de tormenta) para que me cagara vivo.
La volví a ver el año pasado con mi pareja. Y sí, es entretenida… Pero ya está.
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Mirando más allá de los jump scares
El terror, como decía, ha basado históricamente su narrativa en la necesidad de causar… terror. Y para ello, a sabiendas de que no podemos controlar como creadores quién consume nuestras obras y bajo qué condiciones, se ha recurrido a apaños que son universales:
Si de pronto te subo el volumen un huevo y te muestro una escena a gran velocidad, lo más probable es que te asustes.
Y te asustas porque biológicamente estamos diseñados para enfrentarnos a estas situaciones de alerta (un depredador surge de la sabana y nos ataca, perdemos el equilibrio y nos precipitamos hacia un desfiladero…).
A esto en el argot cinematográfico se le llaman jump scares, y no hay más que revisar prácticamente todo el catálogo de terror que existe hasta la fecha para darnos cuenta de que en los menos casos se acompaña con una trama y un estudio fotográfico adecuado para causar ese estado alterado, y en el resto se abusa (¡Hola, James Wan!) desproporcionadamente de este recurso, a sabiendas de que funciona (te asustas de golpe, ergo la obra ha cumplido su cometido, punto).
Pero de aquí a un tiempo han empezado a surgir, incluso dentro del mainstream, obras que debemos catalogar como de terror cuyo objetivo no es realmente aterrorizarnos, sino causarnos una suerte de malestar que se quede ahí latente más allá del tiempo de consumo. Que no hacen uso de los dichosos jump scares, y que basan su premisa en ofrecer al consumidor una dosis de terrorífica realidad.
Hablamos del Terror Moderno.
The Servant (serie)
Este es el caso de The Servant, la serie del bueno de Shyamalan para TV+, y que bajo mi humilde opinión es, junto con See y ya veremos la que nos va a ofrecer Stephen Spielberg en unos meses, de lo mejorcito de la propuesta de Apple. Una propuesta, por cierto, que viene cargada de calidad, pero con un catálogo tan ínfimo (menos de 10 producciones para ver, y no exagero) que supongo que pocos más de los que tenemos durante un año incluido el servicio por habernos comprado un nuevo dispositivo de la manzanita vayan a pagar los 5 euros que cuesta al mes.
Lo cual es una pena.
Pero vamos al lío:
En The Servant acudimos a ver la vida aparentemente normal de una pareja que contrata a una cuidadora para que les ayude con su recién nacido.
Por supuesto, y como puedes ver en el trailer abajo enlazado, todo es pura fachada, y pronto nos adentraremos en un oscuro mundo de mentiras y continua tensión adobado con esporádicos tintes religiosos.
Un exponente de ese Terror Moderno en el que en ningún momento vas a ser sorprendido por un jump scare. Ni tampoco esperes que, de pronto, un monstruo/fantasma/demonio surja para dar sentido visual a lo que ocurre. Y que sin embargo te deja en cada uno de esos 10 capítulos con los que cuenta la serie con una sensación de continuo malestar.
A mi pareja, que algunos capítulos acabamos por verlos en el proyector que tenemos montado en la habitación (TV+ está disponible también en los FireTV, por cierto), la he pillado en más de una ocasión cubriéndose parcialmente los ojos con las sábanas, y yo me he sorprendido también agarrándolas con fuerza… no porque en efecto hayamos pasado miedo (no hay realmente nada que te haga pegar un salto, de verdad), sino porque el genial trabajo que hace el equipo de Shyamalan manteniendo planos conscientemente desenfocados, unido al papel principal que juega el ruido de fondo (el crujir de la madera cuando alguien sube las escaleras, el corte del cuchillo sobre el lomo de un pescado preparado para la cena…) y esos primerísimos primeros planos desencajados de los protagonistas de la obra, crean una continua sensación de que lo que nos están contando, y lo que ocurre realmente en su interior, no está para nada alineado.
Y el resto lo hace nuestra cabeza, dándonos cuenta de que buena parte de la sinopsis de la obra se basa en la más pura crueldad y realidad humana.
The Room (película)
Sinceramente no sé cómo llegue a esta producción independiente de 2019 franco-luxemburgo-belga (no confundir con “esa otra The Room” (ES) que estás pensando), pero la premisa, en cuanto a Terror Moderno, te deja igual.
Una pareja se muda a una casa aislada del mundo, huyendo de una traumática experiencia en la ciudad. Y en esa necesaria limpieza de todas aquellas cosas que los anteriores inquilinos dejaron, descubren que tras una falsa pared se esconde una habitación que es capaz de cumplir todos los deseos de quien los pida, incluido el recuperar a su hijo perdido.
Por supuesto, la habitación tendrá sus propias normas y condiciones, que no irán conociendo hasta que es demasiado tarde.
De nuevo no estamos ante una obra de terror como tal. No va haber sustos, ni tampoco se pretende llevar al espectador a ese estado de alerta continua.
Y sin embargo, este thriller de soft scyfy recurre al mismo lenguaje del Terror Moderno para causar molestar continuo al espectador.
Todo está en calma… pero no. Los protagonistas dicen una cosa, pero sus caras te están contando otra. Y por encima de todo esa ambientación interna y conscientemente agria de la mansión, que me ha recordado que no solo en el cine hemos disfrutado de ese Terror Moderno.
La casa de Hojas (libro)
La Casa de Hojas, de Danielewsky, es en sí mismo un ensayo de como causar terror en novela escrita sin caer en los tópicos literarios del género:
Una historia (la de una casa que por dentro parece ser más grande que por fuera) contada a retazos por la espiral de locura de su descubridor, un famoso fotoperiodista que se muda a la casa con su familia para “descansar”…, y narrada para nosotros por el protagonista de la obra y varios estudiosos que han analizado la información que dejó el anterior inquilino.
Y un ejemplo de guión de cómo en cualquier formato aún hay muchísimo en lo que innovar. Hasta donde yo sé no hay versión digital, y es que parte de su encanto radica en enfrentarse a unas hojas de un libro que han sido escritas por diferentes narradores… en diferentes momentos de su locura. Lo que te va a obligar a saltar de página constantemente, a utilizar diferentes utensilios para seguir leyéndolo, y a que el autor haga uso de una propia metanarrativa que se antoja como el verdadero éxito de la obra: el libro como producto físico es parte crítica para entender la trama.
Para muestra, algunas imágenes de sus páginas:
¿Y si me he quedado con hambre de más?
Y sí, que lo fácil hubiera sido hablar de las producciones de Ari Aster (Hereditary, Midsommar) o de las de Jordan Peele (Us, Get Out), pero quería traer algunas obras que quizás se te hayan pasado desapercibidas.
Algunos señalan también a The Haunting of Hill House como otro gran exponente de este subgénero, pero aunque es cierto que la mitad final de la primera temporada sí encaja a la perfección, temo que alguien que vea los primeros episodios se pierda en esos escasos aunque existentes jump scares y el terror sobrenatural, que recalco, como ya hice en la crítica que publicamos en su día, no son el pilar de la obra, pero que a fin de cuentas son herramientas ya manidas del terror más tradicional.
Incluso algunos señalan a Parasite de Bong Joon-ho dentro de este sub-género, aunque a mi modo de ver la primera película extranjera de la historia en llevarse un Óscar a la mejor película es casi inclasificable.
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Vi la mítica “El Exorcista”, casi me muero con la escena de las escaleras. También me sorprendió cómo era la medicina en aquella época, los estudios clínicos que le hacían a la nena.
También vi “La 4 fase” y me agustió bastante, después me enteré de que era un falso documental y eso me deja aliviado. Me causó mucha pena la historia que había vivido la señora y cómo contaba la historia a su psicólogo.
También recuerdo la genial “Alien”, Hellen corriendo hacia atrás por el pasillo… (y uno queriéndole advertir: por ahí no!)
Es que hablas al menos de dos grandes obras del cine moderno. Que hay que recordar que se hicieron cuando se hicieron… Hoy en día es mucho más complicado llegar a impactar de tal manera
Te endiendo. Aunque no he visto nada en los últimos años, pienso que tal vez el género se haya modificado o esas obras son de otro género distinto al terror.
Por otra parte quizás están hechas para durar una temporada mientras sean rentables y luego quedan en el olvido. Distinto es el caso de no querer volver a ver una película por el trauma que puede ser revivir esa experiencia.
Saludos!