Este fin de semana en España se celebra uno de los momentos más importantes para el futuro del país. El día de levantarse del sofá y acercarse al colegio o centro cultural que toque para realizar el voto.
La mayoría del público de esta humilde morada son, afortunadamente, personas con un criterio propio, por lo que no escribo esto con el interés de imponerle el mío, y no debería serlo en ninguno de los medios que habitualmente consulta.
Por supuesto, yo ya tengo una elección, que he ido tejiendo (y cambiando) no por simpatías con el candidato (de hecho, quizás hubiera sido otro si este factor fuera el único determinante), sino por un conjunto de propuestas que al menos en teoría (falta como siempre ver que en verdad las saquen adelante) reman en la misma dirección que mis inquietudes.
Y espero que usted haga exactamente lo mismo.
La importancia del candidato
El éxito de un sistema democrático como el que tenemos radica en la heterogeneidad de las opciones planteadas. En que al final, quien suba al poder, sean un grupo lo más amplio posible de partidos, y no únicamente uno, como históricamente ha pasado en este país.
Llegamos a estas votaciones con las gráficas (siempre sesgadas) que darían como ganador al PP, seguido por tres partidos prácticamente en igualdad de oportunidades.
Ese mismo partido cuyo dirigente, actual presidente de España, no se ha dignado a participar en ninguno de los debates (ES) celebrados con el resto de candidatos, más que en el “tradicional” cara a cara con el representante del partido opositor. Que no ha dudado en plantar una pantalla de plasma (ES) delante de los periodistas en dos ruedas de prensa distintas para evitar preguntas incómodas. Un partido que ha visto oportuno proponer nuevamente como cabeza de lista a una persona que sin duda tiene mucha experiencia, pero que ni sabe hablar inglés (ES), y cuya oratoria (incluso en su idioma natal) entraña algunas dudas muy a considerar (ES/video).
Porque aunque como bien dije, el candidato no debe ser el factor determinante de cara a tomar una decisión de voto, pero sí lo es, para bien y para mal, un factor más a considerar, precisamente porque esa persona representará a España en el resto del mundo, y el resto de países asociarán a España las aptitudes y actitudes que tenga ese futuro dirigente.
Es, de hecho, el mal de esta tipología de democracia que tenemos. El que al final, y salvando muy contados casos, en este país se vota al partido y no a quienes están detrás, que son elegidos históricamente a dedo.
La importancia del partido
Pero este fin de semana es tan importante no solo porque de él se desprenderá la imagen del país en los próximos cuatro años, sino porque además está en juego el futuro del propio país, tanto de puertas para afuera, como de puertas para adentro.
Llegamos al 20D con dos partidos tradicionales, dos nuevas propuestas y una caída del tercero histórico en discordia. Hubiera sido mejor que en vez de cuatro (lo siento IU, pero este año lo tenéis aún más complicado) fueran cinco, o seis, o siete,… pero al menos son más de dos.
Hay, de facto, una posibilidad de cambiar el futuro del país. De actualizarnos como mínimo al nivel europeo, ya no solo con un dirigente que no tenga que quedarse sentado en la silla mientras el resto de representantes de otros países dialogan entre ellos, sino también de tener por una vez un partido que entienda qué es internet, y cómo hay que trabajar para hacer más próspera la industria (sea o no tecnológica):
- Que considere la educación, la sanidad y la investigación una apuesta de futuro y no un gasto que hay que suprimir.
- Que acepte la heterogeneidad religiosa y social de esta nación, y persiga eficazmente las puertas giratorias, la corrupción y los beneficios unilaterales de las instituciones.
- Que aporte un discurso adecuado a la hora de presionar a las compañías de servicios digitales (ES) extranjeras a operar bajo la legislación en materia de privacidad y seguridad de Europa, sin atacar a éstas con peticiones absurdas como la que hemos vivido hace relativamente poco con el canon AEDE o la ley SINDE.
- Que apueste por las energías renovables (ES), por la sociedad de la abundancia, antes de apostar por el lobby energético.
- Que demuestre su compromiso por flexibilizar la jurisprudencia en materia digital (ES), y no se gaste miles de millones en herramientas de control masivo cuyo uso atenta contra los derechos humanos recogidos en la Constitución, y que nos dirigen ineludiblemente a una sociedad de control.
- Que entienda el paradigma laboral actual, y sepa generar un crisma adecuado que favorezca la economía colaborativa y el emprendimiento. Y no solo con palabras, sino con hechos. No porque sea mejor que otros modelos laborales, sino porque hay un porcentaje de la sociedad cada vez mayor que la está demandando, ahí justo donde el sistema actual falla estrepitosamente.
- Que en su propuesta haya una firme determinación por impulsar el sector tecnológico (ES), posicionando a España como un país apetecible para los negocios.
- Que encuentre garantías suficientes para que todos aquellos de los de mi generación que se han ido fuera por falta de oportunidades a un nivel aceptable puedan volver a su país, y porque yo no encuentre excusas para irme fuera.
La importancia del voto
En definitiva, a demostrar que España, que pese a todo, sigue estando en el grupo de países más favorecidos, va a tener como representante a un presidente (y a un partido) que además de luces, sea capaz de generar un escenario competitivo adecuado. ¡Un representante que nos represente realmente, demonios!
Cosa que no ha ocurrido en los últimos años, y que no ocurrirá sino hay un cambio político.
Así que si usted ya lo tiene claro, replantéese nuevamente si su opción viene desde el conocimiento y la razón, o desde la mochila histórica y el temor a lo nuevo y desconocido.
Y si todavía no lo tiene claro, párese hoy un rato a revisar la propuesta de todos (PP incluido, que conste), y sea crítico con todo lo que lea para así labrarse su propio criterio.
Pero por todo lo que más quiera, no se quede en casa este 20D, y salga a votar.
Porque no votar es favorecer a los partidos de “la vieja política”. Esa de las puertas giratorias, de la corrupción más barriobajera, de la reforma unilateral de leyes, del ahora cómprame un iPad y ahora pídele a Pepe que nos haga una web por medio millón de euros, del “y tu más”, de las cuentas en Suiza. Y eso, si las encuestas no están equivocadas (que todo podría ser), es votar al PP.
Porque no votar es robarles también el voto a todos aquellos jóvenes que se han ido fuera, y a los que casualmente, no les han llegado las papeletas para votar por correo (ES).
La abstención es una opción, claro está, pero es importante que sepa que gracias a ello favorece el bipartidismo.
Hubo cambio en las municipales. Hagamos que lo haya también en las generales.