emprendedores


Sara Pérez, colaboradora del departamento de marketing de IOR, me escribía hace poco para pedirme algunas recomendaciones que le podría dar a un empendedor digital. Alguien con una startup enfocada al mercado de apps.

La pieza resultante la han publicado recientemente en su blog (ES), así que como es habitual, dejo por aquí mis palabras y una pequeña reflexión al respecto:

Un servidor haría hincapié en la importancia de conocer el nicho de mercado al que te diriges. Parece que hoy en día todas las apps deben tener un mercado generalista, pero lo cierto es que esto entraña grandes problemáticas a la hora de escalarlo (mucha inversión en publicidad). Es una de las máximas en las que trabajo con aquellos proyectos que asesoro. El contar con una audiencia muy específica (con una masa crítica aceptable, claro) es algo que valoran positivamente los potenciales inversores, habida cuenta de que resultará más sencillo posicionarla, y como no, monetizarla.

Luego el resto está en el propio equipo. Ideas tenemos todos. El problema, y por tanto el verdadero valor, reside en la implementación. Ergo, en las personas. Crear una app móvil o una web es solo una herramienta, no un fin en si mismo. Muchas veces pecamos de dar a la tecnología más valor del que realmente tiene. Hay que acudir a los objetivos buscados, que normalmente son el dar solución a uno o varios problemas concretos de esa audiencia, y solo una vez los tengamos bien fijados y entendamos qué necesitamos para solventarlos, liarnos con la pata de desarrollo. No todas las ideas necesitan una app. No todas las ideas necesitan una web. El proceso va de la conceptualización del problema, a la idea, para acabar en la implementación, no al revés. Pese a que lo que se valora, aparentemente, sea solo esto último.

En última instancia, me parece importante señalar que desde fuera el mundo de las startups parece increíble, pero en la práctica, y como en el resto de emprendimientos, es un camino repleto de obstáculos. Sin ir más lejos recuerdo cuando estaba desarrollando SecTrip, y más adelante con SociWare, cómo me las vi y me las desee para conseguir financiación. Si es tu único trabajo (algo que, de nuevo, se valora mucho a nivel de inversión) y/o tienes que pagar a un equipo, al final de los seis meses que tienes cubiertos económicamente te acabas pasando cuatro buscando financiación y dos desarrollando producto, para luego volver a empezar con la búsqueda de financiación. Si esta pata la tienes más o menos cubierta, partes con ventaja.

La idea, como ves, era sintetizar en “algo más de 5 líneas” (parece que me dan cuerda, jaja) la base de lo que entiendo que un emprendedor necesita saber a la hora de desarrollar un producto digital.

La implementación

En mi experiencia, la mayoría (y me incluyo) pecamos de intentar dotar a la tecnología de más valor del que realmente tiene. Es normal, ya que a fin de cuentas los emprendedores de apps solemos tener un bagaje técnico, y por ende, disfrutamos con los entresijos del código.


Ahora bien, hay que entender que lo que de verdad da éxito a un proyecto digital es que éste sea capaz de solucionar un problema real de nuestro target de una forma lo suficientemente óptima como para dar sentido a las barreras de entrada que supone tener que utilizar dicha herramienta.

Conseguir esto es lo verdaderamente difícil, y por tanto, lo que dará valor a nuestro emprendimiento. Y es difícil porque requiere que nos paremos a repensar una y otra vez qué estamos intentando solucionar, cómo lo estamos intentando y cuál es el resultado del intento.

El equipo

¿El resto? Contar con un equipo que sea de verdad solvente, y esté, en la medida de lo posible, absolutamente comprometido con el proyecto (ES). Los casos de éxito típicos de un chaval que ha hecho una app y se ha vuelto multimillonario son la excepción en un mercado en el que por regla general vas a fracasar bastantes más veces de las que aciertas.

La financiación

Lo que me lleva al último punto: la financiación. Porque lamentablemente no todos tenemos detrás a una familia o a un excéntrico filantrópico que nos vaya a suministrar dinero periódico sin rendir cuentas. Así que ahí entra la capacidad de convocatoria que tengamos, las triples F de cualquier emprendimiento, y cómo no, los posibles inversores/BA y compañía a los que podamos asaltar.

Y digo que esto es un problema porque al final, sobre todo cuando se está empezando y necesitas capital semilla, pasas más tiempo en busca de financiación que realmente el tiempo que pasas desarrollando el proyecto.

Eso es algo que puede acabar quemando, así que es importante tenerlo en cuenta, obviar a todos esos gurús que cuentan lo bien que les va todo en la vida, y poner los pies en la tierra.

Y por último…

Si tenemos cubiertas estas tres patas, y sobre todo, somos (y podemos permitirnos ser) CONSTANTES, las posibilidades de acertar sin lugar a duda aumentan.


Y si esta vez el proyecto acaba en saco roto, entender que esto es algo normal, intentar no caer en la espiral de mierda a la que te van a dirigir amigos y familiares (lo hacen inconscientemente, no se lo tomes muy en cuenta), y aprender del fracaso. Tarde o temprano lo acabaremos consiguiendo.

Como dije en su día, al menos para un servidor lo más jodido de emprender es el típico “te lo dije” que sale de la boca de tu pareja o tus padres cuando después de intentarlo durante meses los números ya no son sostenibles.

La parte buena es que emprender digitalmente tiene menos costes asociados, y por ende, tenemos un colchón mayor que el por ejemplo tiene un empresario que monta un local físico o una oficina.