En el artículo que escribía este sábado para el CIGTR hablaba brevemente, siguiendo la estructura del medio, de la entrada (ES) publicada por Javier Cao sobre la infoética, la ciencia que estudia los aspectos éticos que surgen del desarrollo y aplicación de las tecnologías de la información.


Hablo por tanto de tecnologías de la información y no de informática, porque lo que en verdad me parece interesante es que conforme más pasa el tiempo más difusa se vuelve la línea.

Hay dos columnas vertebrales que asientan como nunca antes todo ese ecosistema informativo: La sensorización y la contextualización.

La sensorización nació en su momento como un sistema para monitorizar fábricas industriales. Cumplía así una suerte de abstracción entre el operario y la acción. El operario recibía la información y la máquina trabajaba, separando el canal y ofreciendo por tanto a cada elemento los input y outputs que precisaba. Con la bajada espectacular del precio del hardware y los avances en micro y nanotecnología, hemos pasado de sensorizar únicamente sistemas industriales a monitorizar cualquier aspecto social, de la necesidad a la posibilidad de materializar estadísticamente cualquier acción medible.

Primero bajo la arquitectura cliente/servidor de Internet, y ahora bajo la democratización del IoT y la llegada de esta nueva generación de wearables. La sensorización como vehículo de la relación con las tecnologías de la información. Gamificación como ese engranaje entre el valor informativo y las prestaciones prácticas de lo monitorizado.

Una contextualización, por tanto, que permite ya no solo ofrecernos aquello que queremos saber en el lugar y en el momento en el que lo necesitemos, sino incluso establecer patrones y adelantarnos a los acontecimientos. Gestionar la salud del consumidor, sus hábitos, y devolverle justo lo que precisa, aunque aún no lo sepa.

Estamos en ese punto. Business Inteligence como plataformas de ayuda a la tomas de decisiones de una empresa, lifelogging y monitorización sanitaria bajo la apariencia de relojes y pulseras, publicidad dirigida al individuo que sale a la calle, y te encuentra ahí donde estés, recordándote lo que deseas tener.

El individuo como un sistema medible. Unos input y unos output que pueden ser gestionados de una y otra manera. Un poder inimaginable si lo unimos con el estudio de la sociología, con todo lo que la psicología y conducta de masas nos puede enseñar. Un campo virgen sembrado de un potencial inimaginable. El análisis de un ecosistema complejo simplificado a su máxima expresión por la inmediatez de las matemáticas.


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Aquí es donde entra la importancia de la infoética. Del pararnos y pensar si el camino que seguimos es el correcto. Si debemos o no permitir que los avances tecnológicos eclosionen en un nuevo mundo donde el individuo sea uno más de la cadena. O si por el contrario, aspiramos a seguir siendo el centro de la misma (con permiso del planeta y los seres vivos que viven en él), utilizando la tecnología como una herramienta para mejorar la vida del colectivo, abstrayendo lo complejo en sencillo, gestionando eficazmente el tiempo y los recursos de los que disponemos.

Porque de no pararnos, corremos el peligro de ir hacia lo primero. La sociedad del control, esclava de la tecnología.

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