Se filtraba hace unas horas en El País (ES) la normativa que a priori está preparando la Comisión Europa para gestionar los negocios digitales.
Hay varios frentes abiertos. Desde el esperado fin del roaming, pasando por la regulación convulsa de las OTTs, la discriminación de servicios que algunos proyectos como Internet.org pretendían realizar a cambio de ofrecer conectividad de forma gratuita y el tema del que quería hablar hoy: el control de los datos que viajan por los cables de las cableras.
A grandes rasgos, y para ponerle en antecedentes, desde la creación de internet se marcó que esta debía existir bajo una neutralidad que evitara que un miembro de la cadena de suministro de la red pudiera decidir qué consume y qué no el resto de la cadena.
Es un tema verdaderamente complejo de analizar, habida cuenta que bajo este paradigma las Over the top (las empresas de servicios como Google o Facebook) han operado hasta ahora sin tener que acogerse a una legislación en materia reguladora a la que sí están expuestas las telcos, y que unas sin las otras no pueden vivir.
Éstas últimas demandan que los mismos controles que les afectan a ellas se apliquen al sector servicios (y hasta cierto punto tienen razón), y además, que para mantener su negocio, es necesario que puedan abrir o cerrar más el grifo, segmentando qué servicios tendrán mayores privilegios como principal atractivo de cara al cliente.
Es decir, que por ejemplo un Movistar permita que Netflix funcione más rápido en su red que en la del resto, o que el gasto de ancho de banda de este servicio sea 0 (frente a la competencia, que sí supondrá un gasto de ancho de banda a considerar en la factura de cada mes).
Algo que genera un internet a dos velocidades en el que los grandes agentes (aquellos con la capacidad de llegar a acuerdos ventajosos) contarían con aún mayor incentivos para realizarlos, en detrimento de las propuestas más nuevas y/o humildes.
Un entorno en el que prima ser ya un pez gordo, y en el que los nuevos tendrán todavía más dificultades (sus servicios podrían funcionar artificialmente más lentos o costar artificialmente más que los de la competencia) para competir contra aquellos que ya están asentados en el sector.
La ruptura, por tanto, de la neutralidad de la red.
Las dos Europas
En un principio Europa anunció su apoyo a la neutralidad de la red, y después de revisar la normativa filtrada, hay algunos puntos que parecen mantenerse, como el que asegura que ningún operador podrá bloquear, ralentizar o discriminar el tráfico de internet, que cualquier acuerdo de tasa cero de ancho de banda para X servicios solo podrá estar vigente en la campaña promocional (esto es, durante un periodo finito de meses) y tampoco podrá utilizarse una vez ese cliente haya consumido sus datos, o que no se permitirán acuerdos por los cuales un servicio específico vaya a poder ir más rápido en su red que la competencia.
Pero el mismo informe adelanta algunas excepciones, y es aquí donde a algunos nos chirría.
A saber, la normativa no se aplicaría en tres contextos:
- En caso de orden judicial: algo hasta cierto punto aceptable presuponiendo que la legislación es neutral en su veredicto (no hay intereses políticos o comerciales en sus juicios), abriendo la puerta a que un servicio considerado ilegal pueda ser bloqueado a nivel de operadora. Y matizo esto último, ya que lamentablemente hay demasiados intereses en algunos entornos (véase lo que ya hemos vivido con el sector de los derechos de autor) que no les tiembla el puso en pedir el cierre de servicios enteros por el mal uso puntual de los mismos o por simple incapacidad de adaptación a las necesidades de los nuevos clientes, matando moscas a cañonazos.
- En caso de necesitar garantizar la integridad y seguridad de la red: Un punto algo más difuso, ya que expone la decisión únicamente del lado de la operadora, que puede ver interferido de algún modo su negocio con el interés comercial que de una decisión así se desprende.
- En caso de congestiones: Otro aún más difuso, y que ha sido motivo de queja por algunos expertos del sector.
Porque, ¿qué considera una teleco «congestión»? ¿Dónde está el límite entre una congestión y un uso aceptable de la red? Servicios de streaming y visionado audiovisual, por su propia idiosincrasia (son más pesados), son más susceptibles a causar congestiones, ¿y esto no favorecería al resto de servicios?
Como punto positivo es que en este caso, de poder aplicarse a una situación específica (la teleco debe alertar de la situación antes de tomar medidas), el bloqueo o reducción del ancho de banda disponible debe hacerse por igual a todos los servicios de esa tipología, y no a algunos en específico (no podríamos por ejemplo reducir la velocidad de Netflix y no la de Wuaki, al ser servicios de streaming).
Otra cosa será ver cómo se fijan esas tipologías en un entorno repleto de ecosistemas digitales (¿es Facebook una red social? Sí. ¿Y una plataforma de streaming audiovisual? También. ¿Y un portal de noticias? También..¡Ouch!.). Porque quizás a mi, como dueño de una cablera con intereses comerciales en el streaming audiovisual, prefiera decir que la congestión se debe a redes sociales, impactando nocivamente en algunos de mis competidores sin afectar a mis propios servicios.
De ahí que el asunto no parezca que vaya a tener un buen final.
El valor de una red neutral
Entiendo que haya que regular el sector, pero algunas excepciones apuntan a dejar puertas abiertas que parecen servir únicamente a los intereses de una parte de la cadena.
Nada nuevo bajo el sol, ya lo sé. Pero criticable, a fin de cuentas.
Esa misma pieza de la cadena con el suficiente poder como para interferir en decisiones tan críticas como lo es esta, excusándose en la pérdida de negocio que ha supuesto mantenerse durante años haciendo exactamente lo mismo, centralizando toda la operativa bajo lobbies y monopolios tan absurdos como disparatados.
No se trata de defender una utopía comunista, sino de proteger un entorno que ha demostrado permitir la cohabitación de esa evolución económica necesaria con la base positiva del capitalismo occidental: el que una buena idea, llevada a cabo con tesón, entusiasmo y buen quehacer, pueda acabar rompiendo el statu quo del anterior sector.