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2020 está siendo un año, cuanto menos, curioso…


Por primera vez en la historia nos enfrentamos una pandemia que ha forzado a toda la humanidad, en mayor o menor medida, a confinarse en sus casas. Lo que ha supuesto y está suponiendo una reinvención del paradigma social y económico que teníamos hasta la fecha.

Ya hemos hablado por aquí de su impacto a nivel de privacidad y libertades, de cómo el coronavirus redibuja el futuro de la globalización, y cómo no, también el golpe en la mesa que ha supuesto a la hora de redefinir la figura del teletrabajo e impulsar movimientos tan radicales (económicamente hablando) como es el hecho de que cada vez más países estén tanteando entregar dinero a sus ciudadanos bajo formatos semejantes a los de la renta básica universal.

A medio largo plazo hay escenarios que directamente no volverán al paradigma de antes. Esa llamada Nueva Normalidad que presumiblemente nos va a conllevar considerar de otra manera eso de hacer turismo, de tomarnos más en serio la higiene de manos y cara, y de aceptar nuevas normas sociales en actividades que antes hacíamos sin preocupaciones, como puede ser el ir a comer a un restaurante, salir con nuestros amigos o asistir a eventos.

Y es esto último precisamente lo que me incita a escribir este artículo.

La semana pasada me confirmaban que un evento de ciberseguridad al que iba a asistir como ponente en Barcelona había sido cancelado. Una fecha marcada en mi agenda que, de hecho, ya había sido postergada por la organización, y que al final no tendrá edición este 2020.

A Èlia, de hecho, han sido cuatro los eventos internacionales que le han cancelado (y bastantes más nacionales), con lo que supone esto para un profesional que aunque sea en parte vive de ello, y es de esperar que lo que queda del año se acabe por cancelar (o posponer, mejor dicho) los que aún están en espera de ver cómo evoluciona la pandemia.

¿Qué ha hecho? ¿Quedarse de brazos cruzados? Pues no. Ha montado sus propios eventos. Una suerte de cursos exclusivos de una semana con muy pocos participantes (15,20 máximo según el formato) que le está permitiendo hasta facturar más que si hubiera participado en los eventos multitudinarios donde tenía que estar.


Algunos organizadores han optado y optarán directamente por cancelar sus eventos, perdiendo por tanto todo el trabajo de gestión y logística hecho hasta la fecha, y otros han optado u optarán por hacerse de forma digital.

Y es aquí donde surgen los problemas: porque montar un evento digital no es ni de lejos lo mismo que hacerlo presencialista. Cada escenario requiere de unos formatos y una estructura que los hacen totalmente incompatibles entre sí.

Algo que a mi manera de entender ya deberíamos haber asumido hace tiempo. Ver el streaming de una convención que se está celebrando de forma presencial es, básicamente, un suplicio a no ser que estemos ante un evento cortito (una hora, hora y media a lo sumo), y cuente con un buen equipo de producción para que se sienta “vivo” en una pantalla.

Que hacer un evento digital no va únicamente de poner una webcam y un micro y darle al play. Hay que recordar que quien te está viendo está en su casa (¡o en la playa!), no acorralado entre los muros del recinto donde se celebra el evento sin más que hacer que escucharte. Con literalmente millones de estímulos externos a golpe tan solo de un click.

Es, por todo esto, por lo que el año de los webinars se está saldando también con el hastío general de la audiencia. De pronto decenas de eventos que iban a realizarse presencialmente, se hacen de forma digital, sin tan siquiera haberse parado a pensar que este medio requiere su propia conceptualización. Y otros muchos han aprovechado la ocasión para subirse al carro de los eventos digitales, cuyas barreras de entrada económicas son en líneas generales muchísimo más bajas (siendo estrictos con una cuenta gratuita de algún servicio de videollamada y conexión a internet estable ya se podría montar algo).

La importancia de la diferenciación

El tema ya roza lo absurdo con las ferias. Las compañías que utilizan estos eventos para presentar sus productos o servicios, de pronto, se han quedado este año sin fecha y lugar para hacerlo, y cada una ha salido por soleares intentando copiar a los grandes referentes de cada sector, con resultados, en líneas generales, bastante mediocres.

En la industria del videojuego, a falta del E3, han surgido decenas de pequeños eventos digitales que se prorrogarán durante todo el verano, a cual más aburrido.


De la semana pasada solo asistí al de Ubisoft, y porque regalaban un juego. Hasta el punto de tener que dar algo para animar a la audiencia a aumentar el contador de viewers hemos llegado.

Sin embargo hay luz tras el túnel, y algunos han sido listos a la hora de aprovechar su expertise para diferenciarse. Este es el caso de Devolver Digital, que ha lanzado su evento de presentación de nuevos títulos… ¡como un videojuego!

Ver trailer de Devolverland Expo (ES)

A falta del E3, Devolver Digital nos ofrece la posibilidad de descargar la feria virtual Devolverland Expo de forma gratuita desde Steam (ES), que ha creado Flying Wild Hog, y que se define como un “simulador de marketing” en primera persona.

Estuve una de estas tardes disfrutándolo (me llevó cerca de una hora completarlo, pero porque me paré bastante buscando detalles), y lo cierto es que este acercamiento me ha parecido además de creativo un rotundo éxito.

En el juego la experiencia de marketing, un shotter en primera persona, asistimos a un evento de videojuegos que se parece mucho al E3, y que casualmente ha sido cancelado, al parecer por una pandemia mundial (distopía de la buena, jeje). Accederemos al recinto, que está protegido por numerosos sistemas de seguridad, y tendremos que ir sorteándolos uno a uno para poder acceder a los stands donde veremos el tráiler de cada título.

Para ello, nos armaremos con una pistola lanzadora de camisetas (y quizás consigas algún arma más cerca del final del juego :)), tendremos que resolver algún que otro puzzle sencillito (tampoco esperes tener que estrujarte la cabeza mucho), y encontrar algunos coleccionables que están por ahí ocultos en todo el recinto del evento. ¡De hecho hay hasta un jefe final!

En fin, una expriencia para pasar un ratito entretenido, que de hecho ha conseguido que me comiera todos los trailers de sus próximos títulos. Algo que ya te digo yo que en un evento al uso no hubiera ocurrido ni de lejos.


Y decía que el tema ha funcionado porque no hay más que ir a la página de comentarios de Steam para observar cómo la gente se ha picado con eso de conseguir todos los logros que esconde el título: Que si encontrar por supuesto todos los coleccionables, que si pasártelo sin que te encuentre ningún robot de vigilancia, que si completarlo sin que te pille ningún láser…

Que como pasa con todo, Devolver ha dado en la tecla en esto de encontrar la diferenciación.

Y está claro que este tipo de iniciativas no aplican a todos los eventos. Hablamos de una desarrolladora de videojuegos, y por tanto con experiencia precisamente en este tipo de desarrollos. Pero no deja de ser un ejemplo perfecto de que a veces, lo más obvio, es además lo que mejor funciona.

A la mente se me viene la inmensa posibilidad que tiene para un evento del sector hostelero el enviar a las casas de sus participantes una caja con productos degustación para que todos los disfruten “en sociedad” delante de la pantalla.

O las posibilidades que tiene montar un evento de networking… utilizando una plataforma de interactividad en 3D.

En fin, que hay mucho más recorrido en esto de diseñar experiencias digitales efectistas que el webinar de turno. Más que nada porque a base de repetir la misma receta, lo mismo conseguimos ser intrascendentes entre el océano de eventos similares.

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