Abayomi tiene 12 años y vive en Nigeria. Y hoy está entusiasmado ya que es el día de “conectarse” en el colegio. Una vez a la semana, Abayomi junto con sus amigos recibe durante casi una hora una tablet. Se forman grupos de cuatro alrededor de una, y se van turnando para utilizarla, aunque eso es lo menos importante ya que todos participan por igual.
En el otro lado del charco, Iara, de 31 años, brasileña, coge su móvil como cada martes para ver si su hija, que está estudiando en la ciudad, le ha enviado algún mensaje. Camina cerca de 12 kilómetros por una carretera no asfaltada para llegar al pueblo más cercano, que tiene un repetidor instalado, y aprovecha la espera para intercambiar leche y huevos por algo de pan y pescado.
¿Qué tienen en común estas dos personas?
Si a Abayomi o a Iara les preguntásemos si “están conectadas a Internet”, te dirían taxativamente que no. En cambio, si la pregunta fuese si “están conectadas a Facebook”, la respuesta sería afirmativa.
Y no son un caso aislado.
Un reciente estudio de LIRNEasia (EN) así lo atestigua. Tanto en Indonesia, como en Philipinas, Tailandia o Birmania, hay al parecer más gente conectada a Facebook que a Internet. De hecho el caso de Tailandia es anecdótico, con un 45% de la población que dice estar conectada a Facebook, y tan solo un 28% a Internet.
En América Latina, todavía existen algunos LanHouse que prometen acceso a esta red social (como antes fue a MSN y a Orkut), como si fueran estos servicios ajenos a la red.
Un 11% de la sociedad Indonesia afirma categóricamente que están conectados a Facebook pero no a Internet. En Nigeria habría un 9%.
Y ya el colmo de los colmos son los porcentajes que se barajan cuando la pregunta es “¿Facebook es Internet?“.
¿Qué significa esto? Por el artículo enlazado, se preguntan si Facebook está haciendo mal su trabajo. Un servidor opina justamente lo contrario. Facebook está consiguiendo justo lo que quería.
Para un % significativo de la sociedad, Facebook es sinónimo de Internet. Facebook es la puerta de entrada a la información. Y todo gracias a iniciativas como Facebook Zero, como internet.org, una genial maniobra expansionista por llevar “la Internet de Facebook” a los países que no tenían Internet.
Igual que está pasando con los dispositivos móviles, para muchas personas, el primer contacto que tienen con la tecnología, con la información digital, se produce mediante Facebook. Facebook es el nuevo Google del tercer mundo. El acaparador de la información, el gestor de los servicios a los que un Nigeriano puede acceder.
Por supuesto, desde Facebook Zero se puede acceder a la Wikipedia. Pero se hace desde Facebook, y esto es lo verdaderamente importante.
La carrera por llevar conectividad a los 5000 millones que aún falta se acrecenta, y no nos engañemos, porque el objetivo no es únicamente conectarlos. El transformarse de facto en la puerta de entrada a la información de los mercados que están por llegar es un alivio para las carteras de los inversores, y una apuesta de futuro.
Ahora te doy acceso a mi servicio, y desde él al de terceros. Yo soy por tanto garante de lo que puedes o no hacer, y por ende, el día de mañana, vendrás a mí puesto que es lo único que conoces.
Facebook es, a fin de cuentas, la capa superior de una Internet más abstracta. Lo que el nuevo usuario ve todos los días que “se conecta”. Su buscador es “EL BUSCADOR”, ahí donde pido algo y Facebook me lo da.
Y eso no es Internet, aunque para todas estas personas lo sea.
¿Qué se puede hacer para combatirlo?
La respuesta es complicada. Mientras las grandes corporaciones dirijan a base de talonario la irrupción de Internet en los países en vías de desarrollo este problema irá en aumento.
Quien lo debería hacer debería ser un partner neutral, que no sacara negocio (o al menos no directamente) de este movimiento.
Facebook, al igual que Google y el resto de servicios de Internet deberían estar presentes, pero como lo que son, como servicios, no como garantes. La “página inicial” que una persona en Tailandia debería encontrarse es una lista de servicios, y no un servicio que da acceso a una lista.
Aquí está bajo mi humilde opinión el quid de la cuestión. Mantener la neutralidad de la red y la libertad digital como única vía de evolución posible, regulando los OTT al igual que regulamos a las cableras y demás miembros de la cadena de comunicaciones.
Ir por el camino actual solo lleva a la barbarie del nuevo siglo, a la hegemonía de servicios autonombrados gobernadores de la red, a la brecha informativa (Facebook solo te muestra lo que Facebook cree que quieres consumir) y por tanto, a una revolución digital estéril, acotada.
¿Se le ocurre alguna otra salida?