Estas Navidades, aprovechando que estaba en casa de la familia, y por eso de hacer cosas juntos, hubo una noche en la que tanto Èlia como un servidor vimos junto a su madre la final (que al parecer, no fue la final…) de “La Isla de las Tentaciones”.
Aunque sea desde la óptica antropológica, de verdad, mereció la pena 🙂
¡Qué basura de programación, madre mía!
Pero dejando de lado este hecho (creo que esto es incuestionable), lo que más me llamó la atención es que para un programa que dura alrededor de una hora y media, en antena dura el doble. Es más, nosotros nos fuimos ya cerca del final (de las cinco parejas, quedaban dos por contar sus dramones), así que seguramente duró aún más de lo que esperaba.
¿La razón? Pues la que todos ya sabéis. La tele mete una cantidad ingente de publicidad.
Quería pararme en este tema.
Los formatos publicitarios televisivos
Básicamente llevamos décadas con tres formatos principales:
- El básico, consistente en que el programa se para para meter unos cuantos minutos de anuncios.
- El nativo, consistente en que los presentadores, o un colaborador, presenta el producto o servicio del anunciante dentro del propio programa.
- El subliminal, que consiste en meter de forma indirecta el producto o servicio dentro del programa (esa botella de Coca cola que beben los tertulianos, esa interfaz con la imagen de marca de la empresa de turno de alimentación ultraprocesada…).
Y los tres son una mierda. En mayor o menor medida (si me apuras, prefiero un subliminal que un nativo, y un nativo que un básico), pero una mierda los tres.
Volviendo al programa de marras, lo que me llamaba la atención es que, cada poco, había un corte en el que avisaban de los minutos que iban a estar bombardeando a la audiencia con anuncios. Y es más, no era raro que a la vuelta de los anuncios, hubiera unos pocos minutos más de programa, y justo cuando tocaba un momento célebre, otro par de minutos de publicidad.
Lo más triste de todo es que todos en el salón hacíamos lo mismo: Empezaba la publicidad, y cogíamos el móvil, o nos íbamos al baño, o a la cocina a preparar un te, o lo que fuera.
Es decir, que la publicidad no la veía nadie.
Que los que estéis acostumbrados a ver televisión pensaréis que esto es lo obvio. Pero es que para un servidor, que todos sus televisores ni tan siquiera están sintonizados, y que se encienden automáticamente en el HDMI de turno, pues me ha gustado vivirlo en primera persona.
Hechas las presentaciones, lanzo la primera pregunta de esta entrada:
¿De qué vale entonces meter publicidad… si la gente no la consume?
Que sí, que con suerte alguno se queda esos minutos delante de la pantalla. Y que sí, con suerte, de tanto repetirla, acaba sugestionando la compra de esa colonia frente a la competencia, aunque solo sea porque ya tienes en mente cómo es el bote, y al ir a comprar el regalo de turno, ese conocimiento hace que tus ojos se fijen durante unos milisegundos más en esa colonia en particular.
Pero estamos intentando matar a moscas con cañonazos.
La realidad es que, incluso si una persona se ha quedado con lo que el anuncio pretende que se quede uno, la idea que va a tener de ese producto, de base, es negativa. A fin de cuentas, es un contenido NO DESEADO e INTRUSIVO, que le ha bloqueado el consumo que estaba haciendo (y que sí quería consumir).
Los formatos publicitarios digitales
En digital, ojo, tampoco cambia tanto la cosa.
Seguimos con los mismos formatos, aunque expandidos por eso de tener una multicanalidad que la televisión no puede ofrecer.
Pero al menos, hasta el momento, y salvando contados casos como el de esos popups de anuncios que poco a poco se están desterrando de la red, lo cierto es que nos encontramos con unos anuncios que además de ser más económicos, están mejor segmentados y no son tan sumamente invasivos.
¿Que hay un banner por ahí puesto en la web? Pues vale. Puede molestar más o menos, pero yo puedo seguir consumiendo el contenido.
¿Que le cambian la interfaz de la página para meterle la marca? Pues vale. La estaré viendo de pasada, ya que el contenido al menos no se me está interrumpiendo.
Y, sin embargo, en vídeo cada vez se tiende más a emular a lo que hace la televisión.
El mejor ejemplo lo tenemos en los anuncios de Youtube.
Lo que me lleva a la segunda pregunta:
¿Cuántos veis realmente anuncios de Youtube?
No hace falta que me respondáis. Ya sé que casi nadie.
Es más, lo normal es que el anuncio se cierre exactamente entre los 5 y 7 segundos desde que comienza su emisión, y por eso de que antes de los 5 segundos, no te deja la interfaz hacerlo.
Fíjate si Youtube está al tanto de ello que todo anuncio que no se vea más de 7 segundos en tu canal, no es monetizable por ti. Youtube se lleva íntegro el beneficio, pese a que tu audiencia la ha interrumpido, y forzado a quedarse unos segundos mirando atentamente cómo ese contador baja hasta que el botón de Saltar Anuncio se puede pulsar.
El streaming copiando a la televisión
Y como decía, las perspectivas a futuro no son para nada halagüeñas.
La amplia mayoría de plataformas de streaming de contenido están probando sistemas publicitarios que interrumpen el consumo. Desde Netflix, pasando por Amazon Prime Vídeo (que ya hace tiempo que hace anuncios de sus series y películas al comienzo del visionado), Twitch, Disney+…
Con un añadido, y es que para colmo, lo hacen con una audiencia que ya se ha habituado a no consumir publicidad. Y peor aún, a obviarla, cuando no directamente considerarla nociva.
¿En serio esto es el futuro del consumo de contenido audiovisual?
¿Volver a formatos publicitarios que SABEMOS que no funcionan, y que encima son molestos?
¿En serio tanto cambio… para llegar al mismo punto del que partíamos?
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