esports

Los chicos de HackerCar me pidieron, dentro de mi acuerdo de colaboración periódica con el medio, si podía enviarles unas cuantas palabras analizando el ecosistema profesional que se están montando alrededor de los deportes electrónicos. Los llamados eSport.


La idea era por tanto dar algunas pinceladas de este cambio de paradigma deportivo. Que, de pronto, cada vez más audiencia esté interesada en seguir los fichajes, dimes y diretes de “deportistas” que en muchos casos son menores de edad, y que para colmo entrenan delante de un ordenador, sin salir de casa.

Una industria que viene pisando cada vez más fuerte, conforme los que ahora están enganchados a este mundillo (sobre todo millenials como un servidor y los que nos preceden) acaparamos cada vez más la audiencia interesante económicamente hablando (los niños de ahora son los adultos con poder adquisitivo del mañana).

Y lo hice, como no, apoyándome en la pieza que no hace mucho publicaba por estos lares, centrando más tarde el tiro en la parte automovilística, que para algo el medio se llama HackerCar.

Te dejo por aquí la pieza que envíe al medio y el enlace oportuno (ES).

¿Puedes ganarte la vida pilotando… un coche virtual?

Pues sí. Vaya que si es posible…

Y lo que es aún peor. También te puedes ganar la vida pegando tiros (digitales). O jugando a cartas. O “simplemente” jugando. A todo lo que se te ocurra, de hecho.

El mundo de los esport puede resultar, desde fuera, un nicho de mercado solo destinado a esos “niños rata” de gafas de culo botella, problemas de acné y sobrepeso. Pero lo cierto es que es un sector cada vez más en auge, y que mueve ya a día de hoy sumas de dinero más que respetables.


Lo comentaba, de hecho, no hace mucho en una pieza que titulé Los streamers son los nuevos astronautas.

Hace unos días se celebró el Fornite World Cup, que se ha convertido en el evento de esport más visto de la historia de Twitch: 1,3 millones de visualizaciones recurrentes.

Es decir, 1,3 millones de personas viéndolo en directo y en el mismo momento. Sin contar, por supuesto, el número total de audiencia que tuvieron en todo el fin de semana, con todos los que lo han seguido por otros canales, o lo vieron más tarde en diferido.

Que el número así en bruto quizás no nos diga nada. Pero es que si todos esos espectadores formasen un país, éste estaría en la mitad del ranking por habitantes de países en el mundo, ocupando el puesto 154 entre los 244 reconocidos por la ONU.

He intentado buscar los datos de audiencia total y no los he encontrado. Pero para que nos hagamos una idea del impacto que tienen los esport, basta saber que la final mundial del League of Legends (noviembre del año pasado) fue vista por más de 200 millones de usuarios.

Sin tener retransmisión en las cadenas televisivas tradicionales. Con sistemas de medición absolutos, no estadísticos, por cierto.

Todo en una única plataforma (Twitch) que, para colmo, y para aquellos que desconocen el mundo de los videojuegos, ni siquiera habrán oído hablar de ella.


Eso sí, la mayoría de noticias alrededor de este evento se centraron en la cuantía de los premios. 30 millones de dólares en total, llevándose el ganador del torneo (un tal Bugha) la nada despreciable cifra de 3 millones de dólares.

Lejos aún de las burradas que cobran los futbolistas, pero ojo que ya no tanto.

Los eSport del motor no se quedan atrás

Pero como es de esperar, no todo va de pegar tiros o de jugar partidos de fútbol.

El motor es uno de los sectores de eSport más importantes del momento.

El ganador del último F1 Esports Pro Series (ES), la competición mundial oficial de Fórmula 1, se llevó la nada despreciable cifra de 500.000 dólares a casa. Que puede sonar a poco, pero no hay que olvidar que esto solo es una ínfima parte de lo que pueden llegar a ganar estos profesionales en publicidad y patrocinio de marcas.

Tanto como para que algunos conductores de la Fórmula 1 “real” hayan girado la vista hacia este sector.

Fernando Alonso es actualmente el director de orquesta de FA Racing (ES), uno de los equipos de simracing más conocidos, y que de hecho está montando su propio torneo.


Es más, el equipo cuenta con algunos jugadores que vienen del mundo de los videojuegos, pero también con otros que viene de las pistas, como es el caso de la británica Jamie Chadwick, que fue la primera mujer en ganar una carrera en la Fórmula 3 británica.

El piloto de Toro Rosso Pierre Gasly aseguraba recientemente en una entrevista (ES) que la Fórmula 1 en los eSports llega a ser incluso más emocionante e impredecible que la real, y que la profesionalidad de los jugadores rivalizaba con lo que él había vivido en la pista:

“He revisado las trazadas que hacen los chicos. Es increíble, eso es pura competición, a milímetros de los muros en cada curva. Pero lo que más me ha impactado es cómo realizan los amartelamientos y la manera de gestionar la energía. Todo está planeado, puedes ver cuándo el piloto se está preparando para adelantar. Sus carreras son casi más emocionantes que las reales. Es realmente divertido verles en acción”

La duda que me corroe por dentro no es por tanto cuándo acabaremos considerando los esport al mismo nivel que los deportes tradicionales, sino más bien el impacto que tiene la desinformación con la que cuenta la sociedad sobre los engranajes de todo este nuevo mercado.

La mayoría de adultos siguen pensando que los videojuegos son cosa de niños, y los chavales que hace tiempo dejaron de informarse por los canales tradicionales, viven en una suerte de burbuja en la que parece que llegar a ser un astro de los mandos o un generador de contenido con más audiencia que la amplia mayoría de programas de televisión es algo sencillo.

El problema, como decía en la pieza antes mencionada, es que esto (el ser un deportista de élite, o un astronauta) sigue siendo igual de difícil de conseguir.

Para llegar a ser ese astronauta que muchos de la generación de mis padres soñaban con ser, además de tesón y dedicación teníamos que tener la misma suerte (biológica, de contactos…) que para acabar siendo un Ronaldo o un Messi, o para acabar siendo un Youtuber, streamer y profesional del esport.

La diferencia, no obstante, radica en que si al final, después de trabajártelo durante años, no consigues ser astronauta (muy pero que muy pocos lo llegan a conseguir), seguramente tendrás acceso a algún trabajo que está también muy bien cualificado, asegurándote por tanto la vida.

Si tu sueño era ser un futbolista de éxito y al final no lo consigues, siempre puedes acabar de entrenador, o incluso jugando en algún equipo de segunda o tercera con unos ingresos que pueden darte perfectamente para vivir.

Con el tema de los esport, por eso de ser un mundo tan nuevo, todavía no tenemos claro qué porvenir les va a deparar a esos miles de jóvenes que se van a quedar a las puertas, y que quizás hayan abandonado sus estudios siguiendo el ejemplo de los pocos gigantes que están ahora en la cúspide.

Que las cada vez menores barreras de entrada juegan en este caso un papel positivo y negativo, en tanto en cuanto facilitan que cualquiera con una conexión de red y un dispositivo puedan llegar a ser profesional, pero también genera la falsa sensación de que cualquiera puede acabar en la cúspide de los deportes electrónicos, cuando en la práctica es algo jodidamente difícil.

Lo que no quita que la oportunidad esté ahí.

Te dejo, que tengo pendiente echar unas cuantas partidas más al Auto Chess (ES) aprovechando que es todavía un género de los sport en auge, y que parece, por los resultados que estoy obteniendo en los rankings, que no se me da nada mal :).