El otro día tuve que comprar para mi casa del norte un taladro.
En Madrid tengo uno, pero prefería tener uno en cada casa y así saber que siempre lo voy a tener disponible.
El caso es que se lo comenté a mi madre, porque juraría que teníamos un par en su casa y no quedaba lejos, pero al final casi me era peor opción tener que ir a por él, a sabiendas de que hablamos de un dispositivo de hace bastantes años, que comprar uno nuevo.
Que valoro más mi tiempo que el dinero, ya sabes.
Fue entonces cuando mi madre me dijo eso de:
Hijo, si quieres te lo compro en la tienda de Pepito, que tengo que salir esta tarde.
Le dije, por supuesto, que no hacía falta. Que ya lo pedía en Fixami (ES), una tienda online especializada en bricolaje con centenares de herramientas de trabajo (para interiores, para jardinería… para profesionales o, como es mi caso, para puros amateur), todo bien ordenadito por las principales marcas del mercado, para que los que sepáis de esto tengáis a golpe de click dónde comparar, y después de oírme decir esto, me saltó con un:
¿Y si no funciona como esperas?
Pues mamá, si no funciona como espero, lo devuelvo…
Como haría en la tienda de Pepito.
El tema, y es por aquí por donde iban los tiros, es que todavía hay mucha gente que asocia comprar en Internet con una maldita lotería.
Con que si algo falla, la garantía brilla por su ausencia.
Y es de esto de lo que quería escribir hoy. De que la realidad es muy pero que muy diferente.
La regulación es clara (y tajante) al respecto
Empezando por lo básico, que es la regulación para vender productos (o servicios) en territorio europeo.
Aquí no hay duda alguna.
Cualquiera que venda un producto físico, sea de forma digital o mediante una tienda física, debe ofrecer, por lo menos, la garantía en tiempo y condiciones mínima que dicta la ley para esa tipología de productos.
¿Y cuál es la garantía para productos tecnológicos vendidos en Europa? Pues, hasta que no entre la nueva normativa que alargaría un año más, en el momento de escribir esta pieza es de dos años, teniendo en cuenta que el primer año es el que cubre la mayor parte de supuestos, y el segundo o siguientes ya suele ser para lo que llaman “defectos de fabricación”, y que en la práctica es cierto que ya es más complicado defenderlos ante el fabricante o vendedor.
Luego, eso sí, cada fabricante o vendedor puede ofrecer mayores garantías (en tiempos y/o en la cobertura), como ocurre con Apple y su Apple Care, una garantía EXTRA que Apple ofrece a cambio de una suscripción anual. Pero el mínimo es ese. Y me da igual que quien me lo venda sea Pepito en su tienda de barrio, o una multinacional.
Todo lo que quede fuera de ese tiempo o condiciones, ya entra dentro de la valoración de la compañía y/o de las exigencias de un juez, como ha pasado no hace mucho con los mandos de Switch y el dichoso joy-con drift, del que conté mi experiencia hace unos meses.
Si vendes en Europa, tienes que ofrecer una garantía europea. Punto.
Otro tema, y aquí si es donde empiezan los grises, es el caso de algunos grandes markets asiáticos que, en base a unos acuerdos un tanto cuestionables (sobre todo cuando te lo envían desde allí, al considerarlo exportación y bla bla bla), y amparándose en que China (porque a fin de cuentas todos sabemos a qué plataformas me estoy refiriendo) es un país claramente proteccionista con sus empresas, busca la manera de no ofrecer la garantía al completo, o impone restricciones administrativas y/o económicas que al final desincentivan al consumidor a ejercer su derecho.
- ¿Están obligados a ofrecerlo? Sí.
- ¿En la práctica, puedes tener problemas para exigir que cumplan con ello? También.
Pero para el resto, y al menos en cuanto a garantía, ya te digo que no hay diferencia alguna.
¿Dónde sí puede haber una diferencia?
Hablemos de la experiencia de compra
Pues en la experiencia de compra.
Quien escribe estas palabras como que de taladros sabe más bien poco. Así que tuve que dedicar un buen rato a empaparme de información en la red, e igualmente, antes de tomar la decisión, llamé a mi tío, que es el manitas oficial de la familia, para preguntarle algunas dudas tan absurdas (para los que sabéis de esto) como que qué diferencia hay entre un taladro “normal” y uno “percutor”, o si debía comprar uno con un mínimo de potencia específica.
Esto, al menos, en una tienda de barrio, esperas contar un asesoramiento a la altura. Esa persona que te atiende, presumiblemente, se ha dedicado a formarse en las necesidades del sector. O, aunque sea, debería tener la suficiente experiencia como para darte un buen asesoramiento.
Pero es que precisamente en tiendas online especialidadas (no en los grandes markets, ojo) también lo suelen ofrecer.
Y qué quieres que te diga, me da mayor seguridad el hablar, sea por chat, sea en persona, con un experto, que hacerlo en el típico gran almacén con el comercial de turno, que probablemente vaya a comisión con según qué marca, y por tanto de seguro me recomendará un buen producto… que a él le venga bien que yo compre.
Salvando este tema, y ya esto viene más por gustos personales que otra cosa, a un servidor le parece más cómodo comprar desde un ordenador que hacerlo presencialmente. Por el simple motivo de que en digital tengo a golpe de click tanto la comparativa con el resto de productos, como la información para tomar, en teoría, una decisión más acertada.
A cambio, en un establecimiento físico puedo tocar el producto. Eso es cierto. Pero no tengo la misma facilidad para compararlo o informarme.
Y eso, al menos en productos de este tipo, como que me parece más importante.
Sin olvidar, por supuesto, el tema del stock (es mucho más fácil que tenga más donde elegir en un eCommerce no tan sujeto a limitaciones físicas que en una tienda sujeta a las limitaciones de stock espacial), y el tiempo que me ahorro en viajes.
A no ser que lo necesite justo ahora y no pueda esperar un par de días, la compra online ha evolucionado tanto que se ha vuelto el canal de venta que más utilizamos en casa.
Que ojo, con todo esto no quiero decir que sea estrictamente mejor comprar online que hacerlo offline. Simplemente que las garantías y diferencias entre ambas opciones son cada vez menores.
Sigo saliendo de casa para comprar según qué productos, y eso no quita que haya otros que sí o sí compro online. Descontando, además, que ambos modelos son totalmente compatibles, como comentamos hace tiempo con la tienda de alimentación de nuestro pueblo que se había digitalizado, y casi muere de éxito.
La ventaja de todo esto es que ahora tenemos elección. Y eso, de cara al cliente, es lo mejor que nos puede pasar.