creatividad encadenada


Otra parte de mi trabajo dentro de SocialBrains (a este paso voy a acabar desgranándole a qué me dedico, 🙂) es tener buenas ideas.

Y con buenas ideas me refiero a realizar proyectos de investigación con total libertad, dentro de ámbitos tan dispares como la seguridad, el marketing, la sociología o las nuevas tecnologías, en las que lleguemos a alguna conclusión, aunque sirva únicamente para saber que la hipótesis inicial era errónea y que no hay ya por dónde seguir.

Y lo mejor de todo, es que esa parte del trabajo es no remunerada. Al menos no remunerada económicamente. De eso se encargan las tareas diarias, repetitivas, aburridas, como las de cualquier otro trabajo.

Digo esto porque la unión de estos dos principios (no remuneración y libertad total de cátedra) son pilar para hacer florecer la creatividad. Y ojo, que no solo lo dice el que escribe, sino un tal Isaac Asimov en el MIT Technology Review (EN).

El artículo aparece publicado el 20 de Octubre del 2014, 22 años después de su muerte, y es que al parecer su estudio “se traspapeló” entre el resto de documentos de una carpeta.

La historia de su surgimiento ya de por sí apunta a película hollywoodiense.

En 1959, en plena guerra fría, el entonces ARPA (Advanced Research Projects Agency, ahora con el “Defense” inicial, para no alarmar a la ciudadanía…) le pareció interesante unir a varias celebridades en una misma sala, con el fin de buscar ideas creativas para matar a los “sucios rojos” que estaban en el otro lado del charco. Y a esas reuniones fue el bueno de Isaac Asimov, saliendo espantado tan pronto pudo.


¿La razón? Tan clara que duele incluso verla:

Si tengo acceso a información clasificada, nunca podré escribir sobre esos temas. Esto limitará mi libertad de expresión y mi fantasía.

En su corto periodo dentro del programa, tuvo tiempo para escribir la obra mencionada. Una guía de buenas prácticas para favorecer la creatividad. Y entre sus principios, además de sacar los colores al gobierno americano, algunos tips que hoy en día siguen siendo disruptivos.

Surgen entre sus papeles un tema que he defendido a ultranza estos últimos años. El valor del conocimiento ubicuo, generalista, frente a los perfiles especializados que hoy en día demanda el mercado.

Si solo tienes ojos para ver una parte del pastel, te vas a perder el resto de la compleja realidad que nos rodea.

En un país donde poco a poco quitan las humanidades del panorama educativo en favor de las ingenierías, acabaremos por tener trabajadores muy cualificados que no piensan, o al menos que no piensan en las diversas implicaciones y consecuencias de su trabajo. Exactamente lo que un sistema autoritario (como nuestra ¿democracia?) querría.

Justo en la unión entre las diversas disciplinas del saber está el quid de la cuestión. Ya sabe que no se llega a ser la empresa más valiosa de la historia teniendo tus propias ideas, sino cogiendo las ideas de otros y dándoles un sentido más amplio, más valioso.


La formalidad es el enemigo número uno de la creatividad. Y lo dice alguien que trabajó en un departamento de I+D… Si tapiamos las posibilidades de la creatividad entre losas de documentación y convencionalismos, de estructuras piramidales y de supervisión continua, no obtendremos nada más que rutina.

Las ideas pueden surgir en cualquier lugar, a cualquier hora, y precisan de un entorno amigable para hacerse realidad. Si la persona tiene un mal día, si está cargada de trabajo o si su situación personal/profesional es inadecuada, esa idea no verá nunca la luz del sol.

Lo que me lleva nuevamente a hablar de dinero. Y espero que aquellos investigadores que me lean hayan llegado por lo menos hasta aquí antes de criticar el artículo.

Isaac Asimov decía que la creatividad no debería estar supeditada a un salario económico por la simple razón que entonces estará supeditada a unos objetivos, a una monetización de la idea que quizás a veces surja y quizás a veces no.

Las grandes ideas de todos los tiempos proceden de individuos a los que no pagaron por tener grandes ideas. Recibían un sueldo por ser profesores, empleados de oficina u oficiales insignificantes. Las grandes ideas aparecieron como asuntos secundarios.

Entiendo que esto es generalizar, y en la práctica claro que puede haber buenas ideas dentro de una relación puramente económica. Pero aquí entra en juego la formulación de expectativas ante ese tipo de relaciones. Se puede sobredimensionar la cuantía que cobra el investigador por trabajos aledaños a la investigación, de forma que no haya presión alguna para desempeñar su trabajo como investigador, que podría de hecho ser el principal.

En el mundo académico, la docencia es la “excusa” para que un doctor investigue. Un “mal menor” (en algunos casos) que hay que sufrir, a cambio de desempeñar ese trabajo que de verdad te motiva, en verdad es valioso para la universidad.


En el mundo corporativo (y por corporativo, hablo de empresa privada, sin financiación pública), las cosas son algo más complicadas, pero en todo caso exportables a cada ámbito.

Siempre hay un trabajo repetitivo, monótono, urgente y necesario que hay que realizar. Incluso es posible que esté relacionado con la propia investigación, pero donde la creatividad no suele tener espacio, y queda reducida bajo toneladas de labores insulsas.

Y ese trabajo puede ser la excusa perfecta para mantener el equilibrio entre necesidades/aspiraciones económicas del investigador, y libertad para que las ideas fluyan sin miedo a la desacreditación y sin presión por las fechas límite.

Lo dijo Isaac Asimov hace 55 años, y lo recalca un servidor en 2015:

Mi sensación es que lo relacionado con la creatividad requiere aislamiento. La persona creativa está trabajando continuamente. Su mente está procesando información en todo momento. Incluso cuando no es consciente de ello. Es muy conocido, por ejemplo, el caso de August Kekulé. El químico seguía pensando en la estructura del benceno mientras dormía.

Acuérdese en todo esto si usted dirige un departamento de innovación, o si espera crear un espacio creativo donde el resto de compañeros de trabajo tenga la suficiente confianza como para proponer ideas.

U olvídelo si lo que prefiere es que todo siga como hasta ahora. Si quiere dormir tranquilo cada noche y no temer por su trabajo. Porque recuerde que la creatividad está mal vista en el sistema. Es incómoda, y hay que erradicarla, no vaya a ser que carcoma las sillas donde se asientan los de arriba.

 

P.D.: Por Yorokobu (ES) hacen una traducción bastante acertada del artículo enlazado que me sirvió de inspiración para hablar del tema.