En plena crisis mundial por el interés de gobiernos como el estadounidense de controlar los datos que navegan a través de la red, y las respuestas (ES) de las compañías para mantener la confianza en sus servicios, me parece oportuno señalar algunas coincidencias que apuntan a un futuro bastante oscuro.


kremlin

“En estos momentos Rusia es incompatible con los negocios de Internet”

Quien dice estas palabras no es un servidor, sino Pavel Durov, el que fuera fundador de VK, el Facebook ruso (y un servicio que probablemente alguna vez hayáis usado sin saberlo) y actual mente tras la aplicación de mensajería multiplataforma Telegram.

Y lo dice con conocimiento de causa, después de haber vendido, no son lucha, la mitad de sus participaciones en VK a la empresa Mail.ru, que contará a partir de ahora con el 52%, y haber huído del país junto con parte del equipo de Telegram.

La razón es muy sencilla. El otro porcentaje está en manos de United Capital Partners, presuntamente gestionada por el Kremlin. Durov se auto-exilia ya que hoy en día le es imposible asegurar la privacidad en su propia red social, que pasa a estar dirigida por Igor Sechin, casualmente aliado de Vladimir Putin (EN).

El estrecho control que el gobierno hace de las comunicaciones digitales es aún más visible que el de EEUU. Hace una semana, Rusia obligaba a todo blogger que cuente con más de 3000 visitas al día a registrarse con su nombre real en una lista, y firmar por tanto un acuerdo de no hacer, entre otras «opiniones que resulten comprometidas«, apología en contra del gobierno. La censura de toda la vida, vamos. Algo que hemos vivido recientemente tanto en Reino Unido como en Venezuela (por hablar de dos países a priori democráticos).

La censura gubernamental en Internet cada vez más común, escribía hace dos años, y es el pan nuestro de cada día.

El mensaje que Durov plasmaba en su perfil de Facebook (EN) me recuerda terriblemente a esa carta que Ladar Levison dejaba visible para todo el mundo justo después de cerrar Lavabit, presuntamente por la presión ejercida por el gobierno para permitir el acceso a los datos de sus usuarios.


Resulta curioso, por tanto, que el enemigo número uno de Internet sean los propios gobiernos. Ni los ciberatacantes, ni la pérdida de privacidad, ni el resto de usuarios, sino el gobierno. Ese gobierno que como bien señalaba Enrique Dans (ES) se ha asegurado de generar un entorno nocivo, una falacia de enemigos imaginarios que le permitiera controlar las comunicaciones. El problema de la privacidad no es por tanto un problema tecnológico, sino del fallo de la sociedad tal y como la conocemos. De cuando un gobierno cree que la mejor manera de proteger a sus ciudadanos es espiándolos, cohibiendo esos derechos que a priori protegen. Es por la lucha contra el terrorismo, decían. Nada más lejos de la realidad.

La comunicación del siglo XXI se ve forzada a ofuscarse, a evolucionar hacia el anonimato no por ese enemigo que tenemos ante la puerta, sino por aquel que nosotros mismos hemos invitado a entrar.