monopolio


Se confirmaba a finales de la semana pasada lo que ya llevamos tiempo defendiendo desde esta humilde morada: Google abusa de posición dominante en las búsquedas en Internet para favorecer sus servicios,… y también para castigar a la competencia (EN).

El problema es aún más alarmante de lo que parece, ya que por la propia idiosincracia del servicio, está en la capacidad ya no solo de posicionar artificialmente sus servicios por encima de los de sus competidores (saltándose así el principio por el que fue creado), ya no solo con asfixiar a la posible competencia que pudiera surgirle (algo que no solo hace Google, sino en definitiva cualquier gigante con recursos suficientes para gastarse millones en desmantelar compañías que podrían ser un problema en el futuro), sino también por el hecho de que el buscador y los sistemas operativos son en sí mismos la plataforma de facto que el resto de servicios tiene que usar para llegar al cliente final.

Controla, a la hora de la verdad, buena parte de las ventanas abiertas a la capa de usuario, lo que le confiere el poder de tergiversación y control que hemos estado viendo estos últimos años, y además, la capacidad de analizar y replicar servicios desarrollados por terceros (EN) que luego puede englobar dentro de su plataforma, fagocitando el mercado con un producto que ya no solo estará mejor posicionado, sino que obtendrá su valor del expertise al que terceros llegaron después de meses o años de desarrollo.

Así es como de la noche a la mañana, Google puede sacarte una tarjeta que te informa del clima en cualquier lugar del mundo, y que ha desarrollado gracias al scraping masivo de los servicios que ya se dedicaban a esto. Ni siquiera tienen que entrar al mercado con un desarrollo e investigación propio. Basta con analizar el funcionamiento técnico de los servicios de la competencia, que tendrán que pasar sí o sí por sus servicios, y clonarnos bajo su nombre.

¿El resultado final? Un océano muy rico en peces, donde hay prácticamente un único tiburón, que se reparte como quiere las orillas.

Si hoy en día Google no ha fagocitado ya buena parte de los mercados interesantes de la capa de servicios, es sencillamente porque a nivel de negocio no les interesa. Lo que no quita que en cualquier momento aparezca en ese mercado que te ha dado de comer este último tiempo. Sin represalias de ningún tipo.

Porque a la vista de esto, cabría esperar que los órganos competentes plantaran cara a un monopolio que ya no está únicamente claro en nuestras cabezas, sino también en la propia investigación de estos organismos. Pero de nuevo, el tejido legal dentro de la gran G juega un papel decisivo.


“Google es un monopolio”, sí, pero cuenta con el lobby suficiente como para que estas estrategias acaben por salirle tremendamente baratas (¿qué son varios millones para una de las empresas más valiosas de la historia?).

Para cuando la Federal Trade Comission termina su investigación (alrededor de 21 meses), Google ya ha cambiado sus algoritmos, por lo que en la práctica, el estudio queda invalidado frente al juez, requiriéndose otro que esté actualizado.

El pez que se muerde la cola, siguiendo con la metáfora.

Y Google tiene derecho a hacerlo porque aunque de cara al consumidor mantenga su lema de “Organizador y distribuidor de la información mundial de una manera accesible y útil“, su buscador es a efectos legales un periódico, y por ende, con la capacidad que ellos vean precisa de editorialización.

No se deje llevar a engaño. El buscador de Google no ofrece los enlaces a las mejores posibles respuestas a su pregunta. El buscador de Google ofrece los enlaces a las mejores posibles respuestas a su pregunta siempre y cuando no haya un servicio de Google que deba saltarse su algoritmo, un enlace cuyo dueño haya pagado por tener prioridad y/o un competidor al que estratégicamente le resulte a Google conveniente posicionar peor.

Y ocurre esto en última instancia porque así son las reglas del libre mercado. Si Google ha llegado hasta donde ha llegado es gracias a haber creado en su momento el mejor buscador generalista, y desde entonces, ha movido sus fichas con no pocos éxitos.

Quedará en el aire ver qué hubiera pasado si Google no hubiera tenido esa capacidad de scraping para irrumpir en el resto de mercados, pero en todo caso hay que reconocerle el mérito.


Lo que no quita que un monopolio sigue siendo un monopolio, y que me resultaría interesante que alguno de ustedes fuera capaz de señalar un entorno histórico en el que el monopolio resultase beneficioso. Un monopolio reduce la capacidad de evolución del mercado, mitigando los beneficios de cualquier cambio innovador, y anclando el sector en un estado latente supeditado a los intereses de quien lo dirige.

A IBM le costó alrededor de 50 años sacar adelante el suyo. A Microsoft, 25. A Google 15. Quiero pensar que al igual que se reducen los tiempos de creación, se están reduciendo los de vigencia.

Porque ahora mismo, en algún lugar, habrá unos cuantos jóvenes trabajando en un servicio que destronará a Google. Ahí donde la FTC y el resto de organismos regulatorios, podridos como están de lobby, no son capaces de hacerlo. Y quizás Google (o Facebook, o Amazon, o Apple, o…) no consiga esa vez comprarlos (le pasó a Yahoo! y a Altavista con Google, le pasaba recientemente a Facebook con Snapchat).

Ahí volveremos a vivir una época caótica e interesantísima que llevará al viejo gigante a innovar a marchas forzadas, y al recién llegado a ser considerado el bueno de la película, el pez de colorines que le planta cara al tiburón…

Hasta que el tiburón pierda su estatus y al pececito le salgan los dientes, claro.