humanismo empresa


Me ha dado esta semana por hablar en términos meta del mundo empresarial…

Ayer lo hacía a colación de esa absurda política que tienen todavía algunas empresas de prohibir a sus trabajadores tener una marca personal más allá de las fronteras de la organización, intentando así enclaustrar el conocimiento, y perdiendo de paso competitividad en un mercado que precisamente es rico en aportes colaborativos.

Hoy quería hacerlo de la mano de un tema que llevo años defendiendo, y que poco a poco veo que va calando más hondo dentro de nuestro sector: el del humanismo como perfil necesario en la empresa.

Técnicos y humanistas

Creo que no voy a sorprender a nadie si digo que llevamos prácticamente desde la revolución industrial vanagloriando los perfiles especialistas por encima de las disciplinas humanísticas.

Y es algo totalmente normal, ya que desde entonces el modelo de trabajo evolucionó hacia el paradigma de las cadenas de montaje: usted forma parte de un engranaje que además precisa que su trabajo, uno específico y muy acotado, salga en hora para que al siguiente le llegue a tiempo, y la cadena funcione.

¿Qué eso lo hemos dejado ya tiempo ha?

Sí y no. Párese un momento y piense en cuáles son sus tareas dentro de la empresa en la que trabaja.


Quizás sea un administrativo, y su trabajo, generalmente, se basa en dar solución a una serie de documentación que un tercero debe recibir para “que los engranajes sigan funcionando”.

O lo mismo es un desarrollador, que forma parte de un equipo de desarrollo, y que debe destinar las horas que necesite para dar solución matemática a un problema que más tarde irá implementado en un software. Todo, por supuesto, dentro de un timing específico en el que están envueltos no solo ustedes los desarrolladores, sino también los diseñadores, los profesionales del UX, los project manager, y como no, el cliente.

¿Qué usted es dueño de la empresa? Ah, ¿y no debe dar respuesta a las variadas situaciones de conflicto que ocurren dentro y fuera de la misma? ¿Qué es comercial? ¿A que su trabajo depende de que consiga mantener a los clientes contentos, y atraer nuevos?

Al final, da igual el trabajo que hagamos, seguimos en mayor o menor medida sujetos a una cadena de producción. Una cadena que como antaño requiere de un perfil especialista en la tarea o tareas que debe desempeñar, ya que del buen devenir (tiempo y calidad) de sus resultados, depende el trabajo del resto de miembros.

Y bajo este prisma, en efecto, la educación técnica, habitualmente muy estructura y eminentemente práctica, prepara al individuo para cumplir con exactitud su desempeño. Para ser productivo dentro de una cadena.

Por contra, la mayoría de formaciones en humanidades tienden a ofrecer una serie de aptitudes que al menos históricamente no son estrictamente necesarias para desempeñar un trabajo en cadena: adaptación al cambio, creatividad, intuición…

Y sobre todo, Pensamiento Crítico.


Justo lo que empieza a ser cada vez más importante (EN/PDF del estudio “Employers’ Perspectives on the Basic Knoledge and Applied Skills of New Entrants to the 21st Century U.S. Workforce”).

¿La razón?

La inteligencia artificial.

La automatización de la máquina entra en juego

Una inteligencia artificial que al menos por ahora, y como ya he comentado en más de una ocasión, está bastante lejos de desplazar la pura subjetividad humana. Pero que en cambio es profundamente más eficaz que nosotros a la hora de desempeñar tareas metodológicas específicas.

A la hora de formar parte de una cadena de producción.

Con la ventaja añadida de que una máquina no se queja, no enferma y se pone de baja, no necesita descansar, bien programada es capaz de aprender de sus errores y no volver JAMÁS a repetirlos, tampoco envejece, y a la larga resulta mucho más eficiente a nivel puramente económico que lo que puede llegar a ser cualquier “recurso humano”.

Creo que ya ha quedado claro que toda industria puede ser automatizable, pero quizás lo que todavía no vemos con tanta facilidad es cómo la mayoría de trabajos que hasta ahora estamos realizando en diferentes facetas del mundo de los negocios también está cada vez más cerca de ofrecer una suerte de automatización.


Volviendo al ejemplo anterior, ¿es que una máquina no puede ya automatizar la amplia mayoría de informes y documentos que un administrativo suele tener que hacer en su día a día? ¿Es que no hay ya sistemas capaces de elegir la función adecuada para resolver paradigmas matemáticos tirando de las extensas bibliotecas de código que existen en la red? ¿No tenemos ya en el mercado ejecutivos con capacidad de toma de decisión que no son de carne y hueso?

La cuestión, y es a donde quería llegar, es que conforme más pasa el tiempo más crítica se vuelve la necesidad de buscar perfiles holísticos en funciones que hasta el momento estaban destinadas casi exclusivamente a perfiles técnicos.

Sin ir más lejos, soy consciente, y así lo he dejado escrito en más de una ocasión, que la amplia mayoría de mis funciones como analista de información ya se puede hoy en día automatizar.

  • ¿Recolección de datos?: Maldita sea, si yo solo soy un simple operario de una herramienta que es la encargada de hacer el trabajo sucio.
  • ¿Segmentación de datos?: A nivel cuantitativo hace tiempo que la máquina ha superado a cualquier analista. Y a nivel cualtitativo hay acercamientos limitados, pero que para según qué escenario, pueden servir. Para colmo la parte manual de la segmentación se realiza, habitualmente, con ayuda de otras herramientas, por lo que en la práctica todo el proceso se podría automatizar.
  • ¿Análisis de los datos?: Aquí está la guinda del pastel. Porque de nuevo para entornos reducidos la máquina es capaz de obtener un feedback bastante cercano a la realidad. La cuestión es que de todo el proceso éste es el único que todavía medio se salva de la quema. Una etapa final, que representa solo el 30% o 40% de mi trabajo, y en la que para colmo mis conocimientos técnicos (especialistas), sirven más bien de poco.

¿Cuál es el papel de trabajador humano en la empresa del presente?

Ser, precisamente, la pata humana del negocio. Ofrecer subjetividad y entendimiento en el caótico maremagnum de las interacciones humanas, allí donde la máquina, muchísimo más estructurada (y quizás sensata), se encuentra con una barrera insondable.

Ofrecer intuición, creatividad y adaptación al cambio, que es precisamente lo que la máquina es incapaz de ofrecer. Aptitudes que entiendo irán incluyendo poco a poco en las formaciones técnicas, pero que son pilar de las humanidades.

Ese perfil generalista, que pica un poco de todo, y que es capaz de hacer asociaciones out of the box, es lo que cada día me encuentro más en el entorno profesional. Pese a la reticencia, heredada de generaciones de head hunters anteriores, de incluir este tipo de perfiles en las filas de las organizaciones.

Y recalco, hoy en día ya es un problema puramente de filosofía de recursos humanos; de reticencia al cambio, si me apura; no de necesidad de negocio. Y conforme más pase el tiempo, más vamos a echar en falta tener gente de humanidades en la empresa, inclusive dentro de una industria tan aparentemente especialista como es la de la seguridad.

Filosofía, filología, periodismo, bellas artes, magisterio…. Por ahí está el futuro del trabajo, y no exclusivamente en las ingenierías. Con una formación base que permita entender el entorno tecnológico, que dote al trabajador de las herramientas adecuadas para cooperar con la máquina, pero con el ojo puesto a esas aptitudes que son, en esencia, por las que a algunos nos pagan (aunque si me preguntan tenga que decir lo contrario), y justo aquellas que hacen competitiva a una organización en pleno siglo XXI.